Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen – Washington. Newt Gingrich, doctorado aparte, nos ha ofrecido el contexto ilógico y nada histórico de la desagradable disputa surgida a tenor de la construcción de un centro cultural islámico con mezquita en las inmediaciones de la Zona Cero de Manhattan. Durante un tiempo, yo pensé que Sarah Palin y los demás iban a ser los únicos en cosechar réditos políticos de explotar la tónica anti-musulmana, pero Gingrich no iba a quedarse atrás. Con solemnidad ceremonial, explicaba la doctrina de represalias del patio de los colegios.Gingrich observaba que «no hay ninguna iglesia ni sinagoga en Arabia Saudí?. Totalmente de acuerdo. Sin embargo, no es el gobierno de Arabia Saudí el que pretende abrir una mezquita en el bajo Manhattan, sino un grupo privado. Además, y sólo para que conste, Arabia Saudí no representa a todo el islam y, también para que conste, los terroristas de Al Qaeda que asesinaron a casi 3.000 personas el 11 de Septiembre habrían añadido encantados de la vida a la prolífica familia real saudí a la lista de víctimas. Como gesto de reciprocidad, los saudíes habrían pasado los cuellos de los líderes de Al Qaeda por unos cuantos alfanges igual de encantados. Es la costumbre del desierto, o algo parecido.

También destacaría que las mujeres no pueden conducir en Arabia Saudí. Aplicando la lógica Gingrichiana, se deduce que no se debe permitir a ninguna mujer musulmana la conducción dentro de Estados Unidos y sus posesiones y territorios — o, a esos efectos, utilizar una BlackBerry, puesto que los Emiratos Árabes Unidos están a punto de inhabilitar algunas de sus funciones más reseñables. Estoy seguro de que Gingrich estará de acuerdo.

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Las declaraciones de Gingrich, recogidas como columna de ensayo, emplean dos de sus palabras favoritas. La primera es «ellos», como en «Y ellos nos imparten tolerancia». De hecho lo hacen – y con qué ganas. Después de todo, «ellos» son los propios intolerantes, lo que no sólo significa que nosotros también debemos serlo, sino que también plantea la pregunta del quiénes son «ellos». Un análisis justo de su ensayo no revela casi nada de las identidades de este nefasto «ellos». Parece ser gente que apoya la mezquita al igual que los musulmanes de todo el mundo, un colectivo grande y amorfo cuya cotidianeidad es enemigo del propio Gingrich. En realidad, se trata del ellos demagógico, del «ellos» que permite las generalizaciones exageradas, mientras se trate de minorías carentes de poder político y que por tanto pueden ser demonizadas con seguridad.

La otra palabra predilecta de Gingrich es «élites». En su papel de Newt Corazón de León, encabezará una cruzada contra «el doble rasero que permite que los islamistas se comporten con agresividad hacia nosotros al tiempo que exigen nuestra debilidad y sumisión hacia ellos?. Sí, en verdad, sí. ¿Y quién sucumbe ante tal presión? «Tristemente», sucumben «nuestras élites» — «los apologistas dispuestos de aquellos que les destruyen en cuanto pueden?. Gracias a Dios que Gingrich, con sus diversos grados, múltiples matrimonios, fama reconocida y renta importante, no es por algún motivo parte de la élite y, tan pronto como encabece a la caballería y se ponga en condiciones, nos salvará postulándose probablemente a presidente, nada menos.

19 presuntos «yihadistas» empotraron cuatro aviones comerciales esa fecha. ?sto suma 19 de alrededor de 1.500 millones de musulmanes en el mundo, un porcentaje realmente infinitesimal. No obstante, estas cifras se escapan a los sucedáneos de, digamos, Rick Lazio, que se presenta a gobernador de Nueva York y, como consecuencia probable, es un feroz anti-mezquitero. ?l tendría que saber mejor que nadie que es injusto juzgar a una población entera por el comportamiento criminal de unos cuantos: ¿capiche?

La ironía es que el centro islámico Córdoba propuesto — siendo Córdoba la ciudad española que, con los Moros, era famosa por su tolerancia religiosa (relativa) — fue concebido para estimular el diálogo interreligioso. Desafortunadamente, la ubicación se encuentra a dos manzanas de la Zona Cero y, como insiste bastante gente, esto provocaría incomodidad a aquellos que perdieron allí seres queridos. Es el argumento manifestado por la Liga Anti Difamación, que sorprendentemente ha adoptado el bando equivocado del debate. Por supuesto, la gente tiene derecho a tener su opinión, y las sensaciones en torno al 11 de Septiembre siguen estando en carne viva. Pero no es todo el islam el que tumbó las Torres Gemelas. Prohibir la mezquita por esos motivos es consentir el prejuicio, sin importar lo dolorosamente que se haya ganado.

Este centro islámico con mezquita fue aprobado por el consejo local y tiene el respaldo del alcalde. Con frecuencia alarmante, los detractores son sobre todo políticos Republicanos — Palin, Lazio, Gingrich y hasta candidatos al Congreso por otros estados. Ellos simulan tener el valor de sus convicciones, pero la verdad es al revés. En lo que respecta a las convicciones, no tienen ninguna.

Richard Cohen
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