Por Nacho Corredor Solà

Uxue Barcos es diputada de Nafarroa Bai en el Congreso. No militó nunca antes en ningún partido, de hecho sigue siendo independiente, sino que ejercía de periodista en Euskal Telebista.

En radiocable.com hemos tenido una amena conversación con ella en la que hemos hablado de la propuesta de referéndum que Ibarretxe planteaba días atrás, así como de otros temas de actualidad.

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¿Cómo se inició su carrera política?

 

De una manera absolutamente imprevista. Cuando Nafarroa Bai pensó en ir al Congreso, entre algunos de los nombres que hubo encima de la mesa estaba el mío. Tuve poquito tiempo para pensármelo y dije que sí. ¡Hoy por hoy no me he arrepentido!

 

¿Pero usted era militante de algún partido o fueron amigos suyos que le invitaron a sumarse al proyecto?

 

Una de las condiciones para la candidatura al Congreso fue que el candidato fuese una persona independiente a las cuatro formaciones que conforman Nafarroa Bai y en esa hermosísima situación me mantengo.

 

Nafarroa Bai está formada por diferentes partidos, entre ellos el PNV. Entiendo que la propuesta de referéndum que hacía días atrás Ibarretxe le parece oportuna.

 

Me parece que lo inoportuno son los comentarios como los que acabamos de escuchar [click en PLAY para escuchar]. Hay que empezar a repensar cómo articulamos un modelo de Estado que permita una convivencia serena y pacífica del conjunto de los ciudadanos. Me parece una propuesta fundamental porque hay retos importantes para el futuro. Es una posición que se podrá compartir o no, pero está realizada por el representante máximo de la Comunidad Autónoma vasca. Este debate está dejando más ruido que otras cosas, aunque sería un escenario para el debate absolutamente interesante a la hora de buscar avances en un modelo que a todos nos contente.

 

Lo cierto es que el Gobierno vasco dijo en su momento que haría la propuesta en «ausencia de violencia» y la circunstancia no se da. Por lo tanto, alguna importancia tendrá el hecho de que ETA siga con su actividad, o no, para plantear esta propuesta.

 

Creo que es bastante más importante y urgente el debate primero y esencial con respecto a la cuestión de la violencia. Si en alguna ocasión el conjunto del pueblo vasco, Navarra también, está más unida entorno a una cuestión, es en el deseo de que ETA termine ya los mensajes constantes y directos en una u otra forma política. Más allá de todo eso, hay que tener claro que ETA no puede condicionar la vida política, ni la de la Comunidad autónoma vasca, ni la de la Comunidad Foral de Navarra, ni la del conjunto del Estado, hasta el punto de paralizar iniciativas. Entiendo que la necesidad de que la vida política siga a pesar de ETA y en su contra y manteniéndonos firmes es tan importante como la lucha contra la violencia.

 

Entiendo su argumento, pero aquí se plantearía la siguiente réplica. De alguna manera si esta propuesta se llevara adelante, se legitimaría la presión que lleva a cabo el terrorismo etarra.

 

Todo lo contrario. Estoy absolutamente convencida de que si no existiera la «cuestión vasca», y lo digo así porque con este lenguaje se suele utilizar determinadas argumentaciones, existiría cualquier otro motivo o excusa y hablo de 2007. Las argumentaciones que utilicen los recovecos conceptuales son solo excusas y lo digo además como nacionalista vasca. ¡No admito jamás ni que ETA ni que nadie utilice aquellos anhelos políticos tan hermosos para justificar la violencia o se pretenda hacer cortapisas! A partir del rechazo a la violencia el terreno de juego político está abierto a todo.

 

¿Usted cree que se llegará a producir esta consulta en 2008? Habida cuenta de que si el Congreso no lo autoriza sería considerado ilegal y a la vista de las reacciones parece que no se va a apoyar, se produciría un conflicto político y social importante.

 

Estos cuatro años he aprendido a no hacer jamás futuribles en política. Cómo puedan resolver o puedan llegarse a buscar formas de convivencia en la diferencia política es el quehacer de los políticos y en eso nos debemos todos.

 

Antes hablaba de ruido, ¿no cree que el hecho de que Ibarretxe haga esta propuesta en estos momentos, simplemente, lo que haces es generar el ruido que comentaba?

 

Las posiciones muy ruidosas se han podido ver en todo el arco parlamentario, pero sobre todo escoradas a una parte concreta, que coincide con las posiciones expresadas por el locutor que escuchábamos en el arranque del programa. ¡Qué le voy a decir!

 

¿Qué circunstancias deberían darse para reiniciar el diálogo entre Gobierno y ETA?

 

Los portavoces de Nafarroa Bai fuimos seguramente los más contundentes después del atentado de la T4, Patxi Zabaleta lo expuso con claridad y nos mantenemos en ello. Siempre refiriéndonos a un fin de la violencia unilateral y definitivo.

 

¿Ahora sería buen momento para reiniciar estas conversaciones?

 

Siempre es buen momento trabajar por llegar a la paz. No obstante, nos parece que se debe dar una condición primera: el fin unilateral y definitivo de la violencia.

 

¿Qué tal las relaciones con el PSOE después de que no autorizara pactar con ustedes para formar Gobierno en Navarra?

 

Eso, si a caso, crea serios problemas internos entre el PSOE y su organización en Navarra y lo digo con absoluta tristeza porque admiro enormemente a muchos socialistas navarros que se han mantenido con enorme dignidad. Supongo que en estos momentos viven con el dolor lógico. Imagínese que en cualquier otra comunidad viéramos un pacto PP-PSOE, que es lo que se ha hecho en Navarra. ¿Por qué? Quizá algún día lo sabremos. ¿Las relaciones? Todo lo poco fluidas que se pueden suponer en una circunstancia en la una organización se ha negado a lo que la mayoría clara dijo el pasado 27M en Navarra, un cambio de progreso.

 

Se ha insinuado en muchos círculos que esa circunstancia que comentaba es transitoria, ¿lo cree así?

 

Eso le correspondería decir a cualquiera de las dos partes. Quisiera recordar que la sesión de investidura del recién investido presidente de Navarra fue un ejercicio bastante penoso de política positiva de cara a la sociedad. Fue investido bajo su propia amenaza de un adelanto electoral, mientras desde el PSOE se le amenazaba con una moción de censura en un cierto horizonte de tiempo.

 

Tras la decisión del PSOE de no pactar con ustedes se habló de escisiones en el PSV, ¿se han puesto en contacto con ustedes?

 

En algunos casos hay relaciones personales, pero nunca como organización. Hemos visto con enorme orgullo las posiciones de gente que se ha sabido mantener con enorme dignidad en un escenario de juego nada fácil, desde unas siglas, y en absoluto con intentos de encuentros más allá de lo personal. También lo hemos visto como una responsabilidad que queda en mano de Nafarroa Bai, que es liderar el cambio en Navarra. Yo estoy convencida?llegará.

 

¿Se producirá?

 

Sí.

 

¿Cómo interpreta usted lo que algunos medios internacionales han calificado como «ola antimonárquica»?

 

Creo, sinceramente, que el sentimiento republicano es bastante más amplio de lo que se suele decir. Una democracia, medianamente asentada, tiene que mirar con absoluta capacidad lo que en cualquier orden de la vida se exige a los ciudadanos. En el ámbito laboral tenemos la capacidad de movernos, de cambiar de estructuras o manera de pensamiento y también lo queremos los políticos. En el Estado español ha ocurrido mucho estos 30 años y sus estructuras políticas fueron pensadas para el año 78 y hoy ya no son las mismas. Nuestra sociedad ha corrido mucho en democracia y va creciendo, por lo tanto existen sentimientos que no se adecuan a la legislación vigente; sin embargo, la acatan tranquilamente. Además, existen leyes que por fuerza de imponerlas y atornillarlas, no sólo no cambiarán nunca los legítimos sentimientos de los ciudadanos, sino que alientan posiciones «anti», que es lo que ocurre. De todos modos, no surge por generación espontánea, es algo que ya estaba. La formulación de la Monarquía se está quedando vieja en el entorno de la vida democrática y hay un sentimiento republicano, al que yo me apunto, además de una vocación legítima de batallar, en términos democráticos, en el camino hacia una república.

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