A nosotros nos toca continuar. Tirar de la cuerda de la voz de Llamas hasta conseguir que algo de nuestro nervio se parezca al suyo. Hacer como él, dejar de ganarnos la vida, para jugárnosla.

Hablar de Carlos nos convierte a todos en oyentes. Su timbre, su garra y sus silencios van, todo junto, unido a mi adolescencia. De cuando no conocía la radio pero le escuchaba, entre las sábanas, hasta que me apagaban el transistor. Entonces solo me gustaba escucharle a él, porque me traducía la política y la vida. Y le entendía. Sabía que al locutor brillante que me hablaba de noche, no le gustaba el mundo como estaba. Que para cambiarlo, o pensarlo, era más útil un Sócrates nocturno y socarrón que un ideólogo bien avenido.

Hoy es un día extraño, cubierto de tristeza y de cariño. Algunos, los que no le conocimos en la intimidad, nos lo imaginamos por la mirada contenida de los suyos (de quienes le cuidaron hasta hace pocas horas). Muchos de ellos llevan en silencio todo el día. Mientras, los sonidos de Llamas se escuchan en las ondas. Se le oye por todas partes. Y es como si nos hubiera dejado un regalo parecido a su tono, de doble filo. Una llama crítica que a ratos da calor y a ratos nos recuerda que si se ahoga, hará más frío. Cuentan sus amigos que hace una semana se fue a escuchar a Sabina, seguro que cantaba para él: ??Qué manera de vencer, qué manera de vivir??.

 Nota. Mi admiración por los compañeros que, en directo, nos han hablado de él, han hecho un trabajo muy por encima de lo que el cuerpo aguanta.

Print Friendly, PDF & Email