La corresponsal de Le Monde explica en radiocable.com su preocupación por cómo ha visto crecer el odio en Cataluña y el sentimiento de ruptura total de la sociedad. Sandrine Morel acaba de presentar «En el huracán catalán» un libro en el que detalla cómo ha vivido todo el proceso independentista en Cataluña y donde revela muchas anécdotas personales, la gran diferencia entre la relación que tuvieron los corresponsales con la Generalitat y con el gobierno central e incluso conversaciones off the record. Una de ellas ha tenido un amplio eco en los medios españoles al detallar como un alto cargo le planteó la posibilidad de influir en sus artículos si compraban publicidad. En la entrevista la corresponsal explica los pormenores de esta charla resaltando que «no fue un ofreciemiento, sino una forma de alardear de que podía comprar periodistas». Finalmente comenta que ante el enquistamiento de la crisis catalana, los cambios de gobierno en Cataluña y España «sólo puede ser beneficioso».

Sandrine Morel explica los motivos por los que decidió escribir el libro: «Fue una proposición de Planeta, pero me pareció interesante poder contar y mezclar anécdotas y entrevistas políticas y también conversaciones privadas que no había podido usar todo este tiempo en mis artículos. Algunas eran conversaciones de background, de construcción de relato o donde intentaban explicarte una estrategia. Y a veces lo que me explicaban fuera de los micrófonos era totalmente contradictorio con lo que decían publicamente. Y me parecía interesante contar como yo lo había vivido. Porque además siendo corresponsal, me abrian muchísimas puertas que los periodistas españoles no pudieron tener abiertas.»

En este sentido apunta que a la Generalitat «le interesaba que se hablara bien del proces fuera, que no se viera como un movimiento xenófobo de privilegiados sino como una verdadera lucha de emancipación. Y también creo que pensaban que como se publicaba en francés, no iba a tener mucho eco en España. Creo que alguno ha debido quedarse con la cara un poco larga tras la publicación del libro, porque cuento cosas que me dijeron en conversaciones privadas… pero creo que era mi deber no esconder nada de lo que se me contó.»

La corresponsal añade que también ha querido contar el «sentir de la calle» y testimonios y anécdotas de los cientos de personas que entrevistó desde 2012 y que reflejan la tremenda ilusión que había entre los independentista o como otros se volvían españolistas casi en secreto: «Las anécdotas hablan mucho de la situación, la esquizofrenia y la fractura que ha creado todo esto. Pero también de la estrategia política detrás del movimiento, de los motivos por los que tanta gente se ha adherido, de la emoción que ha suscitado en unos y el miedo en otros. Es bastante fascinante, a parte de la opinión que pueda tener cada uno sobre su viabilidad o irresponsabilidad… yo me he mojado bastante con el libro.»

Sandrine Morel apunta asimismo la diferencia en el trato con los corresponsales extranjeros entre la Generalitat y el gobierno central: «Cuando fue creciendo el procés, la respuesta de la Generalitat fue darnos un canal de comunicación directo con los responsables de prensa de la Generalitat para poderles pedir incluso un teléfono a las 11 de la noche o lo que quisieras. Ellos lo utuilizaban para hacer propaganda contra el Estado, mandándonos toda clase de noticias para desacreditarlo, pero que era muy útil para nosotros. Y por parte del gobierno español, hemos tenido un abandono total. No había manera de conseguir entrevistas, no les interesaba. Pero por una razón estratégica: creían que si negaban el problema y conseguían que no se hablara de ello, parecería que no existía».

Y en cuanto a la polémica que ha llegado a los medios nacionales tras revelar que un responsable de comunicación de la Generalitat le planteó la compra de publicidad para influir en el línea editorial de Le Monde, Sandrine Morel lamenta que: «algunos han querido interpretar lo que me dijo esta persona  como una ofreciemiento. Pero no lo era. Era más como una manera de alardear de que podía comprar periodistas. En el libro viene en un contexto. Estamo en julio de 2017, hay muchísima tensión y cuando le planteó que el Estado no va a permitir un referénum, él me dice `pues si no lo permiten, habrá un Bagdad en Cataluña´. Lo dijo con ligereza, cuando realmente había miedo entonces de que pudiera pasar algo en Cataluña más grave de lo que ha pasado. Y en este contexto, ante mi escepticismo, me dice `si compramos dos páginas de publicidad en Le Monde, tus jefes te dirán qué escribir´. Y cuando le respondo indignada que nunca he tenido consignas, ni me han dicho qué escribir, me responde `así funcionan las cosas aqui´. No ofreció comprar publicidad. Simplemente desveló la relación enfermiza que puede haber entre el poder y los medios de comunicación.»

La corresponsal valora además la fractura social en Cataluña y el posible cambio que puede haber con Pedro Sánchez: «En los últimos dos años he visto crecer el odio en Cataluña de forma brutal. Ha sido muy triste y es preocupante. Mucha gente no se da cuenta y muchos indepentistas lo minimizan, pero entrevistando a gente de ambos lados veo un sentimiento de ruptura total de la sociedad. De fractura entre dos partes que no se entienden y que se ven como si los otros fueran peligrosos, traidores y antidemocráticos, en los dos lados. Y Pedro Sánchez, no sé que va a poder hacer en Cataluña porque tiene una mayoría muy complicada. Pero cambiar los protagonistas e interlocutores de estos últimos meses solo puede ser benéfico para por lo menos desenquistar el problema catalán.»

Sandrine Morel es corresponsal de Le Monde en España desde 2010. Anteriormente escribía para Le Nouvel Observateur y otros medios francófonos y fue redactora jefe de Le Courrier D´Espagne de 2007 a 2010.  Es la autora de algunos artículos que han dado mucho que hablar como un perfil sobre Belén Esteban o la advertencia de la “engañosa” eficacia en la frontera de Melilla junto con textos que resaltan la ausencia de un partido xenófobo en España, el papel de la economía sumergida para evitar una revolución, las acusaciones de manipulación en TVE o la denuncia de que no se afronta el dopaje.

 

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