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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

El Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Arturo Canalda, ha sido el último en subirse al discurso de reforma de la Ley del Menor y de la ausencia de valores en la sociedad moderna. Antes ya lo hicieron Esperanza Aguirre, Rajoy y parte del PP.

Una sociedad progresista es una sociedad que no teme el debate. Si las Leyes funcionan mal o de forma incorrecta deben ser cambiadas, y no pasa nada; pues nadie debería convertirse en un inmovilista. Sin embargo, sí soy de los que creen que debemos dejar fuera del tablero a juristas espontáneos.

Los delitos «muy graves» cometidos por menores se pueden contar con las manos, o mejor con los nombres de los programas de televisión que los cubren.

Por eso deben hablar solo los expertos: ni la sociedad, ni los tertulianos, ni los programas de televisión, ni tan siquiera las víctimas. Estos son los datos:

Según el propio Canalda, el 83% de los chicos que salen de un centro de reinserción no vuelve a delinquir.

Según Félix Pantoja, fiscal del Tribunal Supremo, la delincuencia de menores es inferior al 2% respecto a la de los adultos (todo tipo de delitos).

Los delitos hechos por esos menores son mucho menos graves que los realizados por adultos.

Pero en proporción, los juzgados-explica Pantoja- imponen sanciones penales a un número altísimo de esos menores (un 1% que es mucho más  que las que se imponene a los adultos -todo tipo de delitos-).

Las sanciones más graves «son tan duras que pueden llegar a 10 años de internamiento en centro cerrado por cada delito cometido (esta cifra es mayor que la mitad de la vida del chico castigado, y que puede cumplirse en un centro penitenciario, con las oportunidades que este ofrece y que tal vez no quisiéramos para un hijo nuestro para el que pediríamos una segunda oportunidad» -sigue Pantoja).

En los últimos 10 años han sido asesinados 15 menores y no todos a manos de otros menores (la cifra aumenta ligeramente con los cuerpos aún no encontrados).

En definitiva: son reinsertables, no son casos tan  numerosos, la Ley del Menor lo cubre correctamente y no existe ni la impunidad, ni la tolerancia jurídica, como se cree.

El peso de los familiares y las víctimas.

Es cierto que en una sociedad desarrollada, las víctimas deberían contar con todo el cariño, apoyo moral y económico de la sociedad -cuyos mecanismos no han sido capaces de evitar la desgracia-, pero nada mas.

De la misma forma que por razones evidentes una víctima no puede formar parte de un jurado pues no es probable que diera un veredicto de acuerdo a la Ley, tampoco debe legislar. ¿Dejaría usted que una víctima aérea diera instrucciones sobre seguridad a su piloto? ¿No sería más conveniente invitarle a sentarse con usted y compartir su dolor?

La legislación es un tablero que requiere de especialistas pues se basa en una doctrina experimentada por las sociedades y sus ciudadanos durante cientos de años. Sus conclusiones no se deberían cambiar de un plumazo. Ni tampoco se podrían cambiar de un plumazo: el gobierno tiene compromisos internacionales con la Convención de los Derechos del Niño, entre otras materias, y además -como insiste Pantoja-, no podemos sustituir la educación por la penitenciaria. ¿O es que acaso una persona de 12 años no es un problema educativo lo que tiene?

La filosofía penal española se basa fundamentalmente en la reinserción. La norteamericana se basa en la sanción, en el miedo a delinquir por temor a ser cazado -de ahí que se sostenga la pena de muerte  en algunos de sus Estados-.

Ninguna de las dos ha demostrado ser destacablemente más eficaz que la otra para evitar los delitos: en el ser humano a veces estalla una faceta oscura que termina provocando alguna tragedia, sea cual sea la filosofía penal del pais de residencia. Sin embargo, socialmente, estaremos de acuerdo, en que la filosofía penal española es más edificante y más pedagógica, pues se fundamenta en el principio de que la gente no es esencialmente mala, sino que puede cambiar en el camino, si es ayudada.

Hay quien piensa que el problema es de contexto, que la sociedad es más violenta ahora por culpa del cine y la televisión y por la ausencia de valores.  ¿Es entonces el contexto importante? ¿Acaso los niños que nacieron en el contexto de la Guerra Civil y la Represión no habrían sido más violentos?¿Aquello eran valores? No. Todas las generaciones han creido que su infancia fue más edificante, pero no todo tiempo pasado fue mejor.

«Los jóvenes de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros.»

William L. Patty y Louise S. Johnson, 1953

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