Ellen Goodman

Premio Pulitzer al comentario periodístico.

 

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Ellen Goodman – Boston. Esta historia arranca, igual que tantos otros dramas, en la taquilla de un cine. Hacemos cola tres generaciones definidas por la estructura de los tres precios de la entrada: ancianos, adultos, niños.

Esto provoca una nueva diatriba de la veterana en el asunto de los descuentos a los ancianos. ¿Por qué, me pregunto de nuevo, tiene que cobrarse más al «adulto» que soporta el peso financiero de cuidar del «niño» de lo que se cobra a su lucrativamente remunerado «anciano»? ¿Es que no se puede ofrecer por lo menos a la tercera edad la opción de donar los descuentos a la causa de las otras tarifas?

Repito el diálogo y el argumento porque mi encuentro en las taquillas tenía lugar días después de que el Presidente Obama solicitara al Congreso que extienda cheques de 250 dólares a cada uno de los 57 millones de beneficiarios de la seguridad social entre otros programas federales de prestación social, con total independencia de sus ingresos. Esta medida extraordinaria y puntual se enmarcó como forma de compensar el hecho de que los estadounidenses de más edad no van a sufrir el encarecimiento de los productos básicos en sus pensiones del año 2010. «A la vez incluso que buscamos estimular la recuperación,» decía el Presidente, «tenemos que actuar en nombre de aquellos más castigados por esta recesión».

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Bueno, claro, pero vayamos a las cifras. Esta será la primera vez en 34 años que las personas mayores no van a ver una subida en sus pensiones. No vamos a tener un encarecimiento de los productos básicos por una sencilla razón: El precio de los productos básicos se ha abaratado. Las pensiones que el año pasado subieron un 5,8% — debido en gran medida a la subida del precio de la luz — tienen ya más poder adquisitivo este año.

En cuanto a la idea de que aquellos que dependen de la seguridad social son «los más castigados» por la recesión, no corramos tanto. Hay pruebas de que los estadounidenses más ancianos han sufrido un menor número de desahucios por impago de la hipoteca. No se han visto más afectados por el derrumbe de la bolsa que los demás grupos de edad, y los jubilados evidentemente no se han visto afectados por el paro. Y mientras que, bueno, se han visto afectados por el creciente precio de la sanidad, no se han visto más afectados que, digamos, los ciudadanos que no tienen seguro.

No soy aficionada a fomentar las luchas generacionales. Mi propia película en las taquillas terminó con una modesta transferencia generacional de ingresos en forma de entradas. Tampoco creo en codiciosos cascarrabias. Pero esta reflexión va a costar 250 dólares.

No hay duda de que algunos de los más necesitados son los estadounidenses de edad avanzada, especialmente las mujeres solteras. Pero edad no es lo mismo que nivel de ingresos. De hecho, la pobreza entre las personas de mayor edad ha descendido del 35% en 1959 al 10% en el año 2008. Los ancianos tienen hoy la mitad de probabilidades de acabar siendo pobres que los menores.

Así que, ¿por qué exactamente tenemos que dar 250 dólares a cada anciano de cualquier franja de ingresos mientras que hay menores pobres que van a seguir teniendo graves problemas? ¿Cómo podemos justificar la transferencia de entre 13.000 y 14.000 millones de dólares a la tercera edad?

Existen propuestas similares en el Congreso, donde es un artículo de fe que nunca se comete ningún error complaciendo la tercera edad. Obama podría pretender cortejar a una población que no es tan favorable a su reforma sanitaria. Pero esto es parte de un mismo problema.

El presidente viene hablando desde hace tiempo de «responsabilidad», especialmente entre los niños. En el año 2030, alrededor del 20% de los estadounidenses tendrá más de 65 años. ¿Qué les vamos a pedir? ¿Que no sean más que receptores pasivos de la ayuda social? ¿Ser económicamente independiente de sus hijos va a ser su única responsabilidad social?

La palabra anciano abarca ya cuatro décadas de la vida. Las pensiones de la seguridad social están yendo igual a personas que lucharon en la Segunda Guerra Mundial y a gente que nació en la Segunda Guerra Mundial. La primera generación de la posguerra está recibiendo sus pensiones. La generación de los 60 viene siendo entendida desde hace tiempo como el gran agente de cambio en América, desatando un movimiento social tras otro. Pero existe un riesgo muy real en que terminen convirtiéndose en la resistencia de lo mío.

Siempre he pensado que los ancianos eran los elegidos por la sociedad para servir de puente — entre el pasado y el futuro en el que ya no van a estar. En esa visión de puente, la atención discurre entre generaciones en sentido inverso.

Nos enfrentamos ahora a esta pequeña pero elocuente prueba. El examen de los 250 dólares. ¿No sería algo notorio que aquellos de nosotros que dependemos de la seguridad social cogiéramos este caballo regalado en concreto, le mirásemos los dientes, y le dijéramos al Congreso no gracias? Y si llega un cheque en el correo, ¿no sería algo notorio que los ancianos que pudieran lo destinaran a las escuelas que están formando como pueden a la próxima generación de personas que van a financiar la seguridad social?

Ah, ¿he mencionado que la película que fui a ver es ??Cloudy With a Chance of Meatballs»? El preestreno de la adaptación para este país se llamaría «Envejeciendo con riesgo de ruina». Y no trata solamente de que niños y ancianos vayan en el mismo saco en las taquillas de los cines.

© 2009, Washington Post Writers Group

Sección en convenio con el Washington Post

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