E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

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¿Podemos enterrar por favor la noción de que el candidato conservador Newt Gingrich es una especie de profundo pensador? Su intelecto puede ser como el mar, pero tiene la profundidad de una fuente del jardín.

No estoy diciendo que el favorito presidencial Republicano sea un ignorante. Todo al contrario: las ideas brotan de su cerebro como confeti, escapando de forma aleatoria como pronunciamientos tajantes en tal o cual materia. Pero son ideas de otros, y Gingrich no se molesta en presentarlas como algo parecido a una filosofía consistente. Con el tiempo suficiente, estoy convencido de que adopta todas las posiciones en cada tema.

El ejemplo semanal más vivo de la promiscuidad intelectual de Gingrich provocaba espasmos a los conservadores ideológicos. Mitt Romney, su principal rival por la candidatura Republicana, había instado a Gingrich a devolver los 1,6 millones en minuta consultora que recibió de la hipotecaria Freddie Mac. Gingrich respondió que estará «encantado de atender» si Romney devuelve primero todo el dinero que ganó de arruinar empresas y despedir «plantillas» durante su paso como gerente de la empresa de inversiones Bain Capital.

Si ésta fuera una columna acerca de la hipocresía de Gingrich, la idea sería que viene siendo cerrilmente crítico con la hipotecaria Freddie Mac mientras al mismo tiempo acepta toneladas de dinero de la empresa. Pero esto va de su frivolidad — y del hecho de que al criticar a Romney, adopte las ideas y la retórica del movimiento Occupy Wall Street.

Se supone que los Republicanos han de creer que «arruinar empresas y despedir plantillas» es algo a celebrar, no a lamentar, porque se considera que así es como funciona el capitalismo. Ni siquiera al calor de la campaña, alguien que haya pensado dos veces en economía y adoptado el punto de vista conservador — cosa que Gingrich quiere que nosotros creamos que él ha hecho — puede creer plausiblemente una herejía así.

Gingrich no sólo saca ideas de los manifestantes a los que en tiempos aconsejaba «buscar trabajo, nada más darse un baño». Es tan indiscriminado como una aspiradora, aparte de su debilidad por lo pomposo y la idea hueca en boga.

Vea su solución para hacer tan eficaz el gobierno federal que podríamos ahorrar 500.000 millones de dólares al año: el sistema de gestión empresarial llamado Lean Six Sigma. No había forma de que Gingrich se pudiera resistir a la brillante chuchería de la jerga. La razón, el nombre incluye hasta una letra del alfabeto griego — la clase de toque de erudito que no puede pasársele a un distinguido catedrático de historia como Gingrich.

No voy a discutir con los ejecutivos corporativos que afirman que el Lean Six Sigma está obrando maravillas en sus empresas. ¿Pero una técnica desarrollada por Motorola para reducir el número de defectos en su cacharrería electrónica es realmente aplicable al estado? No hay ninguna razón para creer que lo sea, a menos que se reestructure de alguna forma al gobierno para introducir la competencia y un móvil de rentabilidad genuina y no simulada. Supongo que el profesor Gingrich nos dará más detalles; por el momento, está demasiado ocupado jugando con su nuevo artefacto de gestión.

Otro ejemplo es la barroca afirmación por parte de Gingrich el pasado año de que «el comportamiento keniata y anticolonial» es la clave para entender al Presidente Obama. Aparte de ser uno de los pronunciamientos más raros y menos comprensibles por parte de un político estadounidense en la historia reciente — y eso es mucho decir — también es algo completamente falto de originalidad. Gingrich estaba citando y suscribiendo un artículo alucinatorio publicado en Forbes firmado por Dinesh D’Souza. Era simplemente la idea du jour.

Gingrich encuentra imposible dejar pasar una moda intelectual sin verse cautivado. ¿Se acuerda de Second Life, la comunidad digital de interacción? En 2007, él nos decía que era «un ejemplo de cómo podemos modificar el aprendizaje» y potencialmente «uno de los grandes avances de los 10 próximos años». Sé que Second Life todavía existe, pero ¿ha oído hablar de ello últimamente? ¿Ha cambiado su realidad?

Gingrich no inventó la idea de solucionar el problema sanitario a través de la obligatoriedad de contratar un seguro, pero le dio su apoyo — antes de estar firmemente en contra. Tampoco dijo nada nuevo la pasada semana cuando hizo la ofensiva afirmación de que los palestinos son «un pueblo inventado». Sus opiniones xenófobas acerca de la presunta amenaza a Estados Unidos del islam y la ley islámica están en conflicto con declaraciones previas elogiando la inmigración y el crisol de culturas como grandes puntos fuertes estadounidenses. Pero para Gingrich, la palabra contradicción no entra en su vocabulario. Su discurso no conoce pasado ni futuro, sólo el oportunismo locuaz del momento.

La técnica de debate de Gingrich es la insistencia dogmática más que la persuasión. Supongo que se da cuenta de que para convencer a alguien de una idea, primero tiene que entenderla.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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