E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson-Washington. El candidato del Partido Republicano a gobernador de Colorado cree que los carriles para bicicletas son «parte de una estrategia más ambiciosa destinada a moderar el crecimiento de las ciudades estadounidenses dentro de un tratado de las Naciones Unidas». El candidato al Senado que tiene el partido en Nevada quiere privatizar Medicare y la seguridad social — y ha pedido a Estados Unidos que se retire de las Naciones Unidas, aunque no a causa de la conspiración de las bicicletas. Y la candidata del Partido Republicano al Senado en Connecticut se subía antes al ring de la lucha libre profesional y golpeó a un hombre en la entrepierna.

Podría seguir, pero se ve la idea. Los Demócratas pueden enfrentarse a una dura contienda este otoño, pero los Republicanos les están dando abundante material con el que trabajar.

La gran noticia política del año podría ser las consecuencias de la incursión Republicana en el extremismo y la excentricidad. Puede que el partido culturice a sus candidatos no-listos-para-la-máxima-audiencia, aproveche la energía del movimiento de protesta fiscal, y arrase con una victoria de las de antes. También existe la posibilidad clara de que la acusada división filosófica en el seno de la formación — básicamente un enfrentamiento entre el conservadurismo de toda la vida y la absoluta tontería — regale a los Demócratas victorias que no anticipan y que francamente pueden no merecer.

Cualquiera que ponga en duda esta evaluación debería reflexionar sobre el hecho de que importantes figuras del Partido Republicano estén desperdiciando un valioso tiempo y energías debatiendo si la Decimocuarta Enmienda a la Constitución, adoptada en 1868, debe ser derogada o no.

En la picota está la cuestión del derecho de ciudadanía — el amparo de la enmienda a que los niños que nacen aquí sean automáticamente ciudadanos estadounidenses, incluso si sus padres se encuentran en el país de forma ilegal. Es difícil recordar que hace apenas tres años, importantes figuras del Partido Republicano como Lindsey Graham o John McCain se pronunciaban a favor de una reforma integral de la inmigración sensata. Pero en el Partido Republicano actual, que se moviliza a base de la pasión del movimiento de protesta fiscal, Graham y McCain quieren celebrar vistas en torno a si el derecho a la ciudadanía debe ser abolido o no. Muchos importantes Republicanos han decidido que adoptar una postura moderada y compasiva en la cuestión de la inmigración ilegal — hasta la situación de recién nacidos inocentes — es simplemente un riesgo demasiado grande.

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Este ejercicio de recriminaciones con la inmigración tiene potencial para empujar al votante latino a los brazos del Partido Demócrata durante los próximos años. Con más urgencia, puede dar a los latinos un motivo para acudir a las urnas en noviembre — y puede que equilibrar la balanza en algunos comicios reñidos.

En varios comicios importantes, los candidatos que se alzaron con las candidaturas con el ferviente apoyo del movimiento fiscal parecen estar inmersos en el proceso de alzarse con la derrota. La gobernación de Colorado, por ejemplo, se diría madura para la cosecha de los Republicanos. Pero las barrocas opiniones del candidato Dan Maes sobre cosas como bicicletas y las Naciones Unidas amenazan con regalar los comicios al alcalde de Denver John Hickenlooper.

En Nevada, el secretario de la mayoría en el Senado Harry Reid parecía correr peligro de sufrir una humillante derrota — hasta que los Republicanos nominaron a la desastrosamente citable Sharron Angle. Ahora parece que Reid podría salir del paso, a menos que la prensa siga el consejo de Angle de cómo hacer su trabajo. «Necesitamos tener a la prensa como nuestra amiga», decía a un sorprendido Carl Cameron, de Fox News. «Quisimos que hicieran las preguntas que queremos responder para que dieran las noticias que queremos que se den».

No todas las cuestiones internas del Partido Republicano tienen que ver con el movimiento de protesta fiscal. En Connecticut, Linda McMahon se alzó con la nominación del partido en el Senado a través de una de las vías tradicionales: la compró dedicando parte de su fortuna personal, que procede del imperio WWE de la lucha libre. El problema reside en, ejem, la naturaleza del imperio WWE de lucha libre — y el hecho de que McMahon hizo apariciones puntuales como personaje del ring.

«Hoy el partido de Bob Dole, Jack Kemp o Dick Lugar nomina a una candidata que golpea a los hombres en la entrepierna, que considera ‘entretenimiento’ las escenas de necrofilia y que dirige una empresa en la que las mujeres son obligadas a ladrar como perros», escribe un portavoz del Partido Demócrata en lo que apenas parece ser la salva de apertura. Una vez más, la vinculación a la lucha libre puede no ser una ventaja definitiva en las urnas. Basta con preguntar a Jesse «The Body» Ventura, ex gobernador de Minnesota.

Los Demócratas serían imprudentes dando por sentado una única carrera, pero los Republicanos serán igualmente imprudentes en dar por sentado que está garantizada alguna clase de victoria arrolladora en noviembre. El Partido Republicano sabe ya cuáles van a ser los lemas de campaña de los Demócratas — pero no tiene idea de lo que dirán o harán algunos de sus candidatos.

© 2010, The Washington Post Writers Group

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