E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. La apropiación Republicana del Congreso está siendo financiada por una manada de lobos disfrazados con piel de cordero. Qué dulces e inocentes parecen estas organizaciones misteriosas de nombres como Estadounidenses por la Estabilidad Laboral. ¿Quién podría discutir con eso? ¿Quién quiere precariedad laboral?

Resulta, según el Washington Post, que una entidad llamada Estadounidenses por la Seguridad Laboral ha registrado casi 7,5 millones de dólares en gastos de campaña «independiente» este año, terminando el 88% del total apoyando a candidatos Republicanos. ¿Quién está poniendo todo ese dinero? Nunca se sabrá, porque Estadounidenses por la Seguridad Laboral — que está registrada como «asociación empresarial» — no está obligada a dar a conocer la fuente de su financiación.

De igual forma, el Fondo Futuro Estadounidense ha dedicado 6,8 millones de dólares a campañas este año, beneficiando cada centavo de esa cantidad a los Republicanos. El colectivo de nombre patriota — en serio, ¿quién no quiere que América tenga futuro? — está ubicado en Iowa y nunca antes ha sido uno de los grandes jugadores del Gran Juego de la financiación de campañas. Ahora, de pronto, tiene la dote de una reina para ir repartiendo.

¿De quién es ese dinero? El Fondo Futuro Estadounidense no lo dirá.

Y luego está Encrucijada Estadounidense, que por lo menos está «asesorado» por algunas personas que le van a sonar — los estrategas Republicanos Karl Rove y Ed Gillespie. Este grupo ha destinado 5,6 millones de dólares hasta la fecha, pero apenas está empezando: Encrucijada Estadounidense anuncia que va a dedicar la friolera de 50 millones de dólares a estas elecciones.

No le sorprenderá saber que todo este dinero se utiliza para tratar de expulsar a los Demócratas y reemplazarlos por Republicanos. ¿Y de dónde sale el dinero? Vaya pregunta. No hay límite a la cantidad que un particular, una corporación o una agrupación comercial pueden donar a Encrucijada Estadounidense — pero el colectivo no está obligado a decirle quiénes son esos donantes con recursos.

Los Demócratas están haciendo el mismo tipo de cosas, o tratando de hacerlas. Pero los Republicanos van superando el gasto de los Demócratas por un margen de 7 a 1 en esta clase de gasto electoral «independiente». De manera que mientras los candidatos Demócratas disfrutan de una gran ventaja en la financiación electoral oficial — la clase que tiene límites y obliga a hacer pública la información — esta ventaja se está viendo equilibrada a través de la oleada de dinero Republicano «independiente».

Según el Post, 80 millones de dólares se han destinado hasta el momento a las legislativas a través de estos grupos «independientes» en la sombra — en contraste con apenas 16 millones de dólares en este mismo punto de los comicios de 2006.

Pongo «independiente» entre comillas porque este gasto no es nada parecido. Oficialmente, colectivos como Estadounidenses por la Seguridad Laboral o Encrucijada Estadounidense no pueden destinar recursos a candidatos concretos; en lugar de eso se supone que se limitan a actividades tan anodinas como destacar cuestiones concretas y defender posturas políticas. En la práctica, sin embargo, esto les proporciona el margen de ataque a un candidato — digamos, el Demócrata — por su postura en la sanidad, la reforma financiera o lo que sea.

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No puede haber coordinación abierta entre estos colectivos y ningún candidato concreto, pero no tiene que haberla. Los agentes políticos a cargo del Fondo Futuro Estadounidense, por ejemplo, saben leer un mapa de los distritos electorales del Congreso igual que todo hijo de vecino. Todo lo que tienen que hacer es identificar a un Demócrata en posición potencialmente vulnerable y empezar a meter dinero, sobre todo para comprar espacios en televisión acusando al titular de ser enemigo de todo lo que estima América — y, glups, ser amigo de Nancy Pelosi.

El Tribunal Supremo hizo posible todo esto con su fallo a principios de este año, en el caso Citizens United contra la Comisión Electoral Federal, que legaliza la donación de campaña sin límites por parte de corporaciones, sindicatos, asociaciones comerciales o entidades similares. Y los colectivos de nombre patriota que no registran sus donaciones como aportaciones a un candidato se estructuran a menudo como organizaciones sin ánimo de lucro, lo que significa que no están obligados por ley a dar a conocer la identidad de sus donantes.

El resultado es un sistema en el que las petroleras contrarias a un anteproyecto energético que empezase a alejar al país de los combustibles fósiles, o firmas financieras que quieren dar al traste con el régimen regulador financiero y volver a los días del Casino, o los multimillonarios que quieren conservar las bajadas tributarias de George W. Bush, pueden dedicar todos tanto dinero como quieran a tratar de comprarle el Congreso al Partido Republicano.

Y lo pueden hacer en secreto, en la sombra, sin que nadie lo sepa. Ya es malo que se pueda comprar un cargo público. Que ni siquiera podamos haber quiénes son los compradores es desmesurado.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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