E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson-Washington ¿Cuándo se convirtió en tal atajo de bocazas asustadizos y víctimas profesionales la derecha estadounidense? ¿O todo es solamente un numerito?La histeria a cuenta de los planes de construcción de un inocuo centro comunitario musulmán en el Bajo Manhattan — a dos manzanas de la Zona Cero, en mitad de una ensalada urbana de edificios de oficinas, restaurantes baratos y clubes de striptease – es enormemente exagerada. Sería ridículo si no amenazara con causar un daño enorme a la campaña global contra el terrorismo islámico.

Está a estas alturas establecido que el proyecto, denominado Park51, está promovido por un religioso musulmán contrario a la violencia cuyos sermones suenan un poco como las reflexiones del gurú espiritual Deepak Chopra. También es un dato indiscutible que el imán en cuestión, Feisal Abdul Rauf, es tan moderado que el gobierno estadounidense le envía regularmente como emisario a países musulmanes a predicar la paz, la tolerancia y el diálogo.

Pero los tertulianos y los políticos de la derecha han llegado a extremos insospechados para retratar el proyecto Pakrk51 como una especie de ataque al honor — con «el pueblo estadounidense» como víctima. ¿Víctima de qué? ¿De los siniestros planes de Rauf de destruir la ciudad con un gimnasio, una piscina y — qué escalofrío — un espacio para la interpretación?

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Toda la «polémica» es ridícula. Pero conservadores que deberían reconocer lo que está mal hacen todo lo que pueden para explotar la extendida ignorancia con el islam transformándola en miedo y rabia. Insinúan, pero no dicen abiertamente, que fue el propio islam lo que atacó a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, en lugar de un grupo extremista que practica lo que la mayoría de los musulmanes del mundo consideran una perversión de la fe. Retratan el Park51 como «el baile de la victoria» sobre el sagrado suelo en el que miles de estadounidenses perdieron la vida — al margen de que el edificio y la Zona Cero no estén al alcance de la vista — y sugieren que el proyecto, incluso administrado por un imán que viene a ser prácticamente un hippie, podría servir de alguna forma de centro de reclutamiento para terroristas.

Mensaje a cualquiera que escuche: es una víctima. Tenga mucho miedo.

En el ínterin, esta brigada de lucha anti-mezquita está reclutando a terroristas de izquierda y derecha. Como decía a Los Angeles Times Ahmad Moussalli, profesor de la Universidad Americana de Beirut: «El rechazo a esto se ha convertido en el rechazo al propio islam». Toda la retórica islamófoba tiende a reforzar el principal argumento de los yihadistas, que consiste en que Estados Unidos y Occidente pretenden destruir la estimada fe de más de mil millones de almas.

La cuestión es, sin embargo, que el escándalo prefabricado sobre el proyecto Park51 forma parte de un patrón más extendido en el que la derecha se hace la víctima y fomenta el miedo. Resulta que la formación a la que le gusta retratarse como un grupo de John Waynes y «mamás osas» dedica una desagradable cantidad de tiempo agazapada en la esquina quejándose de lo salvaje que está siendo todo el mundo.

Contemple los frecuentes estallidos a cuenta de ejemplos de racismo inverso — reales o imaginarios. El escándalo Shirley Sherrod fue el ejemplo más reciente de lo impaciente que está la derecha por propagar la falsa narrativa de que los afroamericanos, una vez que ocupan cargos de autoridad, utilizan su poder recién adquirido para castigar a los blancos por la discriminación histórica. Los hechos del caso Sherrod, cuando por fin salieron a la luz, se decantan convincentemente en contra de este relato ficticio de venganza esperada. Pero volverá.

Y vea la histeria por la inmigración ilegal. Los hechos no importan — por ejemplo, que el flujo de inmigrantes irregulares ha descendido, o que las medidas de control de la frontera con el Presidente Obama sean mucho más estrictas que con George W. Bush, o que los inmigrantes irregulares no son responsables de ningún tipo de ola de delincuencia. El Representante Louie Gohmert, R-Texas, ha llegado a sonar las alarmas por presuntos «bebés del terror». La idea es que las mujeres embarazadas sin papeles cruzan la frontera para que sus hijos puedan tener la ciudadanía estadounidense, y después se llevan a los hijos para ser entrenados como terroristas — que podrán volver dentro de 20 años o más, con pasaportes estadounidenses legítimos, y supuestamente sembrar el caos. No, no me lo he inventado.

¿Está realmente tan aterrorizada la derecha? ¿En serio tiene esta gente tan poca fe en la fuerza de nuestra nación, su resistencia y valores? Espero que todo esto sea simplemente cálculo político cínico, porque hay amenazas genuinas y desafíos esperando. A todos nos irá mejor mostrando escepticismo en lugar de gimoteos.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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