E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Los críticos de la decisión del Fiscal General Eric Holder de llevar a Nueva York al cerebro confeso de los atentados del 11S y a 4 terroristas imputados más para ser juzgados no pueden creer seriamente que la ciudad tendrá problemas para gestionar el esperado ??Juicio del Siglo.? Los críticos no pueden pensar en serio que un juez va a dar un micrófono a Jalid Sheik Mohammed para que vomite sus opiniones yihadistas, o que teman que el jurado — resolviendo a apenas unas manzanas de la zona cero — buscará motivos para dejar en libertad a cuenta de algún tecnicismo a un asesino múltiple.

Todo el mundo sabe que el fanfarrón sediento de sangre – al que los funcionarios se refieren con frecuencia por sus iniciales, KSM – no va a volver a ver la luz del día nunca. El escándalo está relacionado en realidad con la palabra «guerra.» La indignación es expresada por aquellos que temen que Holder y el Presidente Obama se estén alejando de la doctrina de ??guerra contra el terrorismo? de la era Bush que en todo momento debe ser llevada a cabo por medios militares.

Esos críticos se equivocan. El problema es que podemos derrotar a Al-Qaeda y sus filiales sin derrotar al enemigo mayor: una perversión fundamentalista y militante del islam. Podemos y debemos perseguir a Osama bin Laden y sus cómplices con determinación incesante y, sí, esa lucha debería ser encabezada por nuestras fuerzas armadas. Pero para lograr una victoria significativa, también tenemos que ganar la guerra de ideas — y en esa lucha filosófica y teológica, el concepto de justicia es un campo de batalla clave.

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Resulta sorprendente que tantas personas que insisten en el marco de «guerra contra el terrorismo» al parecer tengan un interés escaso en entender al enemigo, que me parece es la única forma de descubrir los puntos débiles del enemigo. La narrativa yihadista está muy relacionada con el concepto de justicia, o más bien con lo que los imanes fundamentalistas y sus fieles entienden como injusticia.

Según la versión de la historia que tiene el enemigo, Occidente — entendido como Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña y lo que solía llamarse la Cristiandad — tiene una larga trayectoria de explotar al mundo musulmán. Ocupamos países musulmanes para robar sus recursos. Instauramos en el poder como sus gobernantes a cantamañanas corruptos. A pesar de todo nuestro elevado y convincente discurso sobre justicia y paridad, nos reservamos esos lujos para nosotros. Dentro de esta enrevesada opinión, nosotros nos merecemos cualquier atrocidad que «los guerreros yihadistas? puedan cometer contra nosotros.

Protestar diciendo que todo esto es absurdo y obsceno no va a hacer que desaparezca por las buenas. Y el éxito de nuestras tropas en la práctica ayuda a impulsar la narrativa yihadista acerca de «una cruzada» contra el islam.

Resulta irónico que muchos de los funcionarios y tertulianos tan cabreados con la decisión de juzgar a KSM por la vía civil también se apresuren a declarar un acto de terrorismo la matanza de Fort Hood. Si el sospechoso, el Mayor Nidal Hasán, resulta ser realmente un terrorista — y no sólo un hombre mentalmente desequilibrado que perdió el control — entonces su desagradable carnicería ayuda a demostrar la idea que estoy expresando. Hasán consideraba al parecer los despliegues del ejército estadounidense en Irak y Afganistán una guerra contra el islam, defendiendo en algún momento que los soldados musulmanes deben ser excusados de combate como objetores de conciencia. En otras palabras, aparentemente al menos se tragaba parte del discurso yihadista. Si matar un terrorista en Kandahar crea uno en Killeen, nunca vamos a progresar.

En este contexto, llevar a juicio a KSM y al resto de los imputados por la vía civil en suelo estadounidense no es sólo un deber sino una oportunidad. Es una forma de demostrar que no tenemos una vara judicial de medir para nosotros y otra para los musulmanes, que concedemos a los acusados la oportunidad de defenderse, que insistimos en que sean defendidos vigorosamente por letrados competentes — que realmente ponemos en práctica lo que predicamos.

Incluso si un tribunal militar fuera igual de justo — y un tribunal militar podría verse aún más afectado por el hecho de que KSM fuera sometido a interrogatorios por ahogamiento simulado — un proceso protagonizado por hombres y mujeres de uniforme sería percibido como una extensión de la «guerra contra el islam.»

La elección de Holder no carece de riesgos. La mayor duda que tengo es si se puede constituir un jurado imparcial en Nueva York. Y mientras que creo que las probabilidades de una absolución son increíblemente remotas, si llega a suceder, KSM quedaría de todas formas bajo detención indefinida — un escenario de pesadilla.

Pero un proceso civil conlleva un beneficio mayor: Demostraría a los predicadores del odio y a sus fieles que no tenemos miedo a sus venenosas ideas. Demostraría que no nos han cambiado ni a nosotros ni a nuestros ideales — y que nunca lo harán.

Yo digo que los traigan.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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