E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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A pesar de toda su presunta autenticidad, Rick Santorum no es lo que parece. Bajo ese chaleco late el corazón de un político calculador y cada vez más desesperado que ha saltado a la demagogia desvergonzada más allá del electoralismo.

Esa es la opinión amable. La versión grosera de la incendiaria retórica de Santorum entiende que en serio se cree lo que dice. Sea como fuere, es hora de que los votantes Republicanos pongan fin a su pequeña empresa electoral y le devuelvan a la encorsetada vida del traficante de influencias en Washington.

La imagen de timidez sobria que catapultó de forma improbable a Santorum hasta los cuatro candidatos principales del Partido Republicano está empezando a derrumbarse. Mitt Romney, que por encima de todo es tenaz, empezaba a resurgir en los sondeos, y Santorum se exponía a no ser sino el más reciente de los candidatos que no son Romney en morder el polvo. Algo tenía que cambiar — así que, durante las últimas jornadas, la sonrisa benevolente de Santorum se ha convertido en una mueca desagradable.

El sábado atacaba al Presidente Obama por defender la educación superior. Sí, lo ha leído bien: Santorum salió en contra de ir a la universidad.

«El Presidente Obama dijo en una ocasión que quiere que todo hijo de vecino en América vaya a la universidad», decía Santorum en Michigan. «Vaya esnob».

¿Eh? Santorum argumentaba: «Hay hombres y mujeres buenos y decentes que van a trabajar a diario, y ponen a prueba sus conocimientos, que no están formados por algún catedrático universitario de izquierdas que intenta adoctrinarlos. Ah, yo entiendo la razón de que Obama quiera que se vaya a la universidad. Quiere modelaros a su imagen».

¿Ridículo? ¿Ofensivo? ¿Hipócrita? De forma manifiesta, todo lo anterior.

Solamente un loco o un embustero desconoce que la educación superior no es sino un requisito del éxito en la economía postindustrial; la tasa de paro de los licenciados es apenas el 4,4%, en comparación con el 9,5% entre los graduados. La idea de que animar a los jóvenes a ir a la universidad es en realidad un intento de conducirles a campamentos de adoctrinamiento, o campus, sería grotescamente insultante si no fuera tan ridículamente paranoica.

Pero por supuesto Rick Santorum no practica lo que predica. ?l fue a la universidad y tiene tanto una licenciatura en Derecho como un máster. Envía a la universidad a sus propios hijos; sus dos hijos mayores, Elizabeth y John, interrumpen sus estudios para ayudar a su padre en su campaña.

Santorum decía al presentador de la ABC George Stephanopoulos el domingo que «hay montones de personas en este país que no albergan ningún deseo ni aspiración de ir a la universidad, porque tienen unos conocimientos y unos deseos y unos sueños diferentes que no incluyen la universidad». Pero se asegura de que sus hijos e hijas no se encuentren entre ellos.

La hipocresía y el engaño no son nada nuevo para Santorum. Exhibe sus orígenes obreros, para destacarse con respecto al elitista Romney. Pero su padre, Aldo Santorum, era un psicólogo clínico con licenciatura, doctorado incluido, y trabajaba para la Agencia del Veterano. Su madre era jefa de enfermeras.

Espere, hay más. Stephanopoulos también preguntó a Santorum por algo aún más ridículo que dijo el pasado octubre: que «casi vomita» cuando leyó el famoso discurso de John F. Kennedy de 1960 acerca de la separación entre iglesia y estado.

Ese histórico discurso tiene el mérito de tranquilizar a los votantes que pudieran temer que Kennedy, católico, fuera a seguir órdenes del Vaticano de salir elegido. «Creo en una América en la que la separación entre iglesia y estado es absoluta», decía Kennedy.

La versión de Santorum es diametralmente opuesta. «Yo no creo en una América en la que la separación entre iglesia y estado sea absoluta», decía. Afirma que Kennedy postulaba que «solamente los seculares pueden entrar en la administración y argumentar» — cosa que no se parece en nada a lo que dijo Kennedy. El discurso era una celebración del pluralismo religioso, no un argumento en contra de la fe.

Yo tengo que dar por sentado que Santorum sabe lo que quería decir Kennedy — que cuando dice «la idea de que la iglesia no tenga ninguna influencia ni implicación en el funcionamiento del Estado es totalmente opuesta a los objetivos y la visión de nuestro país», está tratando simplemente de atraer a los conservadores religiosos. Si Santorum habla en serio, sus opiniones no son solamente descarriadas sino peligrosas.

Los progres albergan un interés evidente en ver al Partido Republicano elegir al candidato débil, pero no deberían esperar que sea Santorum. Sería el candidato más radical desde Barry Goldwater — y sufriría probablemente el mismo destino. Pero el país no se puede permitir ese experimento.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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