Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen – Washington. Chitón. No me llame. No escriba. Estoy en un sinvivir. El obispo católico recién instaurado al que el Papa ha ordenado rechazar sus declaraciones negando el Holocausto reconoce ahora que ??mucha gente honesta e inteligente? discrepa con él, así que él va a examinar el tema en profundidad a ver si se ha equivocado. Con expectación virtualmente insoportable aguardo sus conclusiones.

El Obispo Richard Williamson, al frente de la cismática Sociedad de San Pío X e invitado a volver a la Iglesia por el Papa Benedicto XVI apenas el mes pasado, decía que su examen de las pruebas tendrá sus límites. ??No iré a Auschwitz,? decía a la revista alemana de información Der Spiegel a través del correo electrónico. No importa. Gente de su misma opinión ya ha estado allí.

No obstante, podría acercarse a Treblinka, que también está en Polonia, o a cualquiera de los demás campos polacos -Sobibor, Belzec, Majdanek. En Alemania, Austria y en las inmediaciones puede visitar Dachau, Sachsenhausen, Buchenwald, Flossenburg, Mauthausen, Ravensbruck o muchos de los campos auxiliares- un viaje a pie que podría llevarle por Europa y al interior de la fría realidad del horror histórico.

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La negación del Holocausto insinúa una mentalidad corroída por el antisemitismo, un prejuicio racial tan radical que ciega al racista que lo sufre a los montones de zapatos y pelo y gafas, todos ellos exhibidos en diversos museos del Holocausto. Para ser un revisionista, es necesario estar seguro de que todos los supervivientes -Primo Levi, y Elie Wiesel, y todos los otros- abandonaron paulatinamente los campos, conspiraron y se pusieron de acuerdo para inventar un relato.

Hay que creer por obligación que los historiadores hicieron algo parecido y lo mismo también hizo la gente que vivía en el sentido del viento cerca de los crematorios, e incluso los empleados del ferrocarril que llevaban incontables judíos a los campos y que nunca transportaron ninguno de ellos en sentido inverso. ¿Dónde están los 54.000 judíos griegos de Salónica? ¿Dónde se fue esa gente? ??Excavamos una tumba en la brisa que pasaba,» escribía Paul Celan en su poema del Holocausto «Fuga a través de la muerte.? Ah, vale, es ahí donde están.

El abogado de Williamson confirmó la autenticidad de los correos electrónicos enviados a Der Spiegel. Es posible sin embargo que el Papa no haya visto aún el artículo. Muy poco ve este Papa. Sorprendentemente, el Papa afirma que desconocía que Williamson era un revisionista del Holocausto. Desconocía que Williamson dijo que apenas unos 200.000 ó 300.000 judíos perdieron la vida durante la Segunda Guerra Mundial, y que ninguno fue gaseado. Williamson dijo que en una ocasión examinó las pruebas físicas. Esto, por supuesto, es el acto reflejo nervioso del antisemita realmente obsesionado, una deconstrucción arquitectónica de los hornos y las chimeneas que lleva a concluir que todo el asunto era imposible — un relato hilarante, un mito inventado por esos diabólicamente inteligentes judíos para ganar simpatía, obtener compensaciones económicas y, por supuesto, el propio Israel.

Está claro que el Papa no sólo viaja dentro de una burbuja, es que vive dentro de una. Pero eso no es algo que deba preocuparme a mí  ni a usted. Lo que debería preocuparnos más es la charada que se avecina. Un revisionista del Holocausto finge ahora examinar detenidamente las pruebas para ver si sucedió algo parecido. ¿Qué se supone que hay que hacer con los resultados? ¿Qué pasa si Williamson dice que el Holocausto ocurrió, que los hornos funcionaron, que las chimeneas eran lo bastante grandes? ¿A quién le importa? ¿Debemos considerarle sincero? ¿Puede este licenciado por la Universidad de Cambridge quedar exonerado de pronto de su antisemitismo patente? ¿Cómo se puede dudar del Holocausto y no ser un rabioso enemigo de los judíos?

No obstante, el Papa está reflexionando del tema. ¿Qué debería de hacer él, un alemán, con este revisionista del Holocausto? (El Papa ha consternado ya a gran parte de Alemania.) ¿Qué debe hacer él, el Papa, tras los eones de antisemitismo Vaticano que culminaron en el sepulcral silencio durante el propio Holocausto? Vacila. ?l no lo sabía. Exige una corrección. Está esperando. Le están tomando el pelo.

Benedicto XVI es un tradicionalista, un burócrata corporativo, y por tanto teme un cisma en la Iglesia  la Sociedad de Pío X representa a los ultraconservadores que rechazan las reformas del Concilio Vaticano Segundo, que incluyó de forma oportuna una tajante condena del antisemitismo. No importa que el cisma venga existiendo desde 1969 y que de todas maneras no supunga gran cosa. Con su apertura a Williamson y su posterior vacilación, Benedicto XVI ha provocado un cisma de consecuencias mucho mayores entre la Iglesia que encabeza y una comunidad mundial de espectadores aterrados. Una cosa es negar el Holocausto. Algo peor en cierta manera es negar que hacerlo suponga algo distinto a una confesión de antisemitismo que descalifica de manera irreversible para ocupar un puesto. No importa lo que pueda llegar a decir, Williamson no debe ser aceptado por el Papa. La historia se lo prohíbe.

Richard Cohen.
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