Una investigación, en la que participan más de 100 investigadores, analiza los datos de las últimas dos décadas recabados en todo el mundo sobre estos animales. Y mantiene la destrucción de hábitats y las enfermedades emergentes, dos efectos potenciados por la crisis climática, como las causas principales del declive de las especies de anfibios en todo el mundo.

Un estudio, basado en la segunda evaluación mundial de anfibios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), señala al cambio climático como una de las mayores amenazas para los anfibios: ranas, sapos, salamandras y cecilias. El trabajo, que se publica hoy en la revista Nature, analiza los datos de las últimas dos décadas recabados en todo el mundo.

El equipo de investigación, que ha contado con los datos de más de 1.000 expertos de todo el mundo, ha analizado el riesgo de extinción de más de 8.000 especies de anfibios (2.286 evaluadas por primera vez) y concluye que dos de cada cinco anfibios podrían desaparecer.

El trabajo supone una actualización de la evaluación que la UICN hizo en 2004 y que estableció una base de referencia para el seguimiento de las tendencias y la medición del impacto de las acciones de conservación. Aquel informe ya reveló la acelerada extinción a la que estaban haciendo frente los anfibios.

Hoy, según los nuevos datos recabados, casi el 41 % de todas las especies de anfibios que han sido evaluadas son vulnerables, están en peligro o en peligro crítico de extinción. Esta cifra contrasta con el 26,5 % de los mamíferos, el 21,4 % de los reptiles y el 12,9 % de las aves.

Entre 2004 y 2022, algunos factores críticos han acercado peligrosamente a la extinción a más de 300 anfibios. El cambio climático fue la principal amenaza para el 39 % de estas especies y se espera que esta cifra aumente a medida que se disponga de mejores datos y proyecciones sobre las respuestas de un grupo de especies particularmente sensible a los cambios ambientales en su entorno. De hecho, la destrucción y degradación del hábitat exacerbada por los efectos del cambio climático, afecta al 93 % del total de especies de anfibios amenazadas y demuestra que la ampliación de zonas protegidas y de corredores ambientales que conecten los hábitats seguirá siendo fundamental.

“A medida que el ser humano impulsa cambios en el clima y reduce la disponibilidad de hábitats donde pueden vivir, se reducen las posibilidades para sobrevivir de los anfibios, ya que no pueden escapar al incremento de la frecuencia e intensidad del calor extremo, los incendios forestales, las sequías y los huracanes inducidos por el cambio climático», afirma Jennifer Luedtke Swandby, directora de la alianzas de especies de Re:wild, coordinadora en la UICN y una de las autoras principales del artículo. «Nuestro estudio demuestra que no podemos seguir subestimando estas amenazas. Proteger y restaurar las selvas y bosques es fundamental no sólo para salvaguardar la biodiversidad, sino también para hacer frente al cambio climático”, subraya.

Se ha documentado la extinción de cuatro especies de anfibios desde 2004: el sapo arlequín de Chiriquí de Costa Rica, Atelopus chiriquiensis; la rana diurna de hocico afilado de Australia, Taudactylus acutirostris; la rana, Craugastor myllomyllon y la falsa salamandra de arroyo de Jalpa, Pseudoeurycea exspectata, ambas de Guatemala. Otras 27 especies calificadas en peligro crítico se consideran ahora posiblemente extintas, lo que eleva el total a más de 160.

La evaluación también constató que 120 especies mejoraron su situación en la Lista Roja desde 1980. Más de la mitad de este grupo, 63 especies, aumentaron sus poblaciones gracias a las medidas de conservación, protección y gestión de hábitats que se han desarrollado en este tiempo.

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