Irmgard Furchner trabajó como mecanógrafa del campo de Stutthof entre 1943 y 1945. Tenía entonces 18 años años. Ahora, casi 80 años después, la justicia alemana la ha declarado culpable por complicidad en el asesinato de 10.505 personas y condenado a dos años de libertad condicional. Es un caso que ha tenido un gran impacto por la edad de la acusada, 97 años, por ser una de las pocas mujeres juzgadas por crímenes nazis y por haber sido el primer proceso de este tipo contra un empleado civil de un campo de concentración de Hitler. Y evidencia la determinación de Alemania para hacer que rindan cuentas todos los que estuvieron involucrados en el nazismo y proporcionar justicia a las víctimas.

En junio pasado, un tribunal alemán ya condenó a Josef Schütz, un ex guardia de un campo nazi de 101 años, a cinco años de prisión por complicidad de asesinato de 3.518 personas. Pero el compromiso de Alemania con las víctimas del nazismo ha alcanzado un nuevo hito con la sentencia de Irmgard Furchner, una ex secretaria del campo de concentración de Stutthof, en territorio polaco por complicidad en más de 10.500 asesinatos.

El juez ha considerado que a pesar de ser una trabajadora civil, estaba completamente al tanto de lo que sucedía en el campo. Se calcula que en Stutthof murieron durante la II Guerra Mundial alrededor de 65.000 prisioneros, entre ellos muchos judíos. Y a partir de 1944 se utilizaron en este campo de concentración las cámaras de gas.

Irmgard Furchner trabajó allí entre junio de 1943 y abril de 1945, cuando tenía 18 y 19 años, en calidad de empleada civil como taquígrafa y mecanógrafa. Y, según la Fiscalía y ahora también la sentencia, eso eso la hizo corresponsable de lo que allí ocurría, ya que con su trabajo de oficina, contribuyó a garantizar el funcionamiento del campo y fue un importante apoyo para el comandante del campo y sus ayudantes.

Se da la circunstancia de que el proceso contra Furchner debía haberse celebrado en septiembre de 2021, pero la acusada huyó de madrugada de su residencia de ancianos para no tener que enfrentarse al mismo. Posteriormente el proceso se tuvo que interrumpir por enfermedad de Furchner, pero a finales de abril de 1922 se pudo celebrar. Duró 40 días y hasta el último día, la acusada permaneció en silencia escuchando los cargos y testimonios.

Sólo cuando quedó visto para sentencia Irmgard Furchner aseguró: «Siento todo lo que pasó. Lamento haber estado en Stutthof en ese momento. Es todo lo que puedo decir». Para muchos, su condena es, pese a todo, una victoria más que simbólica para las víctimas.

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