Además de los debates éticos, filosóficos o sociales que se están dando a nivel global sobre inteligencia artificial, existe un aspecto que pasa más desapercibido, pero cuyo impacto puede ser enorme: el daño al medio ambiente que generan los centros de datos y fábricas de microchips o la forma en la que las empresas tecnológicas extraen recursos para alimentar su crecimiento. En este artículo de The Conversation abordan este asunto poniendo en particular el foco en lo que supone construir estas infraestructuras vinculadas con la IA en entornos rurales desde el punto de vista ecológico.



Castilla La Mancha ha sufrido graves condiciones de sequía en los últimos años.
Quintanilla / Shutterstock

Ana Valdivia, University of Oxford

Mientras que ChatGPT y otras formas de inteligencia artificial (IA) han estado dominando los titulares recientemente, se ha prestado poca atención a la infraestructura física, como centros de datos y fábricas de microchips, necesaria para apoyar esta revolución tecnológica. Los debates en torno a la IA rara vez se ocupan de cómo las empresas tecnológicas extraen recursos para alimentar su crecimiento.

La infraestructura física sustenta la tecnología que utilizamos en la vida cotidiana. Esto incluye los centros de datos, grandes instalaciones que albergan los numerosos servidores informáticos necesarios para almacenar las enormes cantidades de información que acumulan las empresas tecnológicas. También puede incluir operaciones mineras para extraer materias primas utilizadas como componentes en nuestra tecnología, como el litio para las baterías.

Desde las fresas y el café que compramos en nuestros supermercados hasta los vaqueros que vestimos y los ordenadores portátiles con los que trabajamos, nuestros bienes materiales necesitan tierra, agua y trabajo humano para ser producidos. Cuando se trata de productos que existen digitalmente, no es diferente.

Los centros de datos necesitan grandes cantidades de agua para proporcionar un entorno fresco a los numerosos servidores informáticos que albergan. El litio y el cobre también son minerales clave necesarios para construir los microchips que incorporan las unidades informáticas de los centros de datos.

¿Tesoros rurales?

Entre 1951 y 1990, la región rural de Extremadura, en España, perdió el 40 % de su población rural y muchos de sus puestos de trabajo. Sin embargo, la zona es muy rica en recursos naturales como el estaño, el oro y el wolframio, y en 2023 los recursos de la región están despertando interés. Con el tiempo, eso podría generar empleo e impulsar el crecimiento demográfico.

El litio, también presente en la zona, es un foco para impulsar una revolución digital verde en Europa y proporcionar nuevos puestos de trabajo.

La UE fomenta la extracción de materias primas para esta era tecnológica dentro de sus fronteras con el fin de depender menos de China y Estados Unidos. En 2022, la UE importó 125 000 millones de euros de materias primas, mientras que exportó 76 000 millones de euros de materiales, un déficit comercial.

La empresa australiana Infinity Lithium planea abrir una mina de litio en Extremadura. Tras prometer puestos de trabajo y un futuro sostenible y digital basado en las nuevas energías y un impulso económico a la Extremadura rural, la empresa está a punto de recibir la aprobación del Gobierno español y las autoridades locales.

Almacenamiento de energía

Sin embargo, este proyecto se enfrenta a una importante resistencia por parte de los ciudadanos de la cercana ciudad de Cáceres. Un grupo llamado Salvemos la Montaña lleva cinco años luchando contra este proyecto. Está preocupado por las posibles consecuencias negativas para el medio ambiente y para la salud humana.

Torre de Bujaco en Cáceres, Extremadura

La mina se ubicará cerca de la histórica localidad extremeña de Cáceres.
Ivan Soto Cobos / Shutterstock

Otra empresa que pretende extraer litio de la región, Lithium Iberia, promueve la idea de una revolución energética verde en Extremadura. Designa con orgullo su propio proyecto como “la explotación minera más sostenible de Europa”.

Esta empresa también tiene previsto fabricar supercondensadores que se utilizarán para almacenar energía. Estos supercondensadores pueden utilizarse como fuente de energía de reserva en centros de datos regionales, si fallan las fuentes primarias, y para almacenar y descargar energía de parques eólicos y solares en días menos ventosos y soleados, cuando, en consecuencia, suministran menos energía de lo habitual.

Amenazas medioambientales

Los centros de datos se han propuesto como una solución para sacar a Extremadura de su difícil situación económica. Los políticos y las empresas han prometido que los puestos de trabajo y la riqueza económica llegarán a través de la digitalización y los proyectos se etiquetarán como sostenibles.

Sin embargo, los centros de datos, aunque sean sostenibles, consumen enormes cantidades de energía para hacer funcionar los servidores informáticos. También necesitan grandes cantidades de agua para refrigerarlos.

Meta, propietaria de Facebook, planea construir un enorme centro de datos en Castilla-La Mancha, otra región rural y despoblada de España. La evaluación de impacto ambiental de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha reveló que se necesitarán unos seis litros por segundo de agua para refrigerar el centro de datos. Todo ello en el contexto de una de las sequías más preocupantes de los últimos años en España.

Siempre hay preocupación cuando los grandes proyectos se sitúan cerca de poblaciones de especies de riesgo porque, por ejemplo, pueden coincidir con lugares de alimentación o nidificación de aves. Hay águilas imperiales y buitres negros, relativamente escasos en la región donde se ubicará el centro de Meta. Sin embargo, las evaluaciones realizadas para ese proyecto dicen que no hay puntos de alimentación ni nidos en los terrenos del centro, por lo que no se prevén efectos adversos significativos.

En Extremadura aún no han surgido resistencias a los centros de datos relacionadas con el impacto medioambiental de estas instalaciones. La mayoría de estos proyectos están previstos para construirse dentro de polígonos industriales y almacenes, lo que a veces puede enmascarar su verdadero impacto medioambiental. De hecho, medios de comunicación holandeses afirmaron que un centro de datos en los Países Bajos había consumido más agua de lo previsto.

Los centros de datos necesitan un suministro constante de agua para refrigerar los servidores informáticos.
asharkyu / Shutterstock 

El caso de Extremadura pone de relieve cómo el mundo digital tiene efectos visibles e invisibles en las zonas rurales y en las tierras situadas en los márgenes de las ciudades. Estos efectos pueden ser tanto medioambientales como políticos.

En las zonas menos pobladas habrá menos gente y, por tanto, es probable que la resistencia sea más débil. Además, dada la larga historia de dificultades socioeconómicas que han sufrido estas regiones, los gobiernos locales suelen sentirse atraídos por los proyectos que prometen riqueza económica.

Muchos de los debates actuales sobre tecnología se centran en los efectos potenciales de la IA en la sociedad. Sin embargo, se suele pasar por alto el impacto invisible de su infraestructura digital.

El ecosistema industrial específico que abarca la minería, los centros de datos y los proyectos de energía verde tiene un impacto tangible y dramático en zonas rurales profundamente marginadas como Extremadura y Castilla-La Mancha, incluso cuando son sostenibles.

En un mundo que se enfrenta a graves sequías y al 2 ℃ del calentamiento global, tenemos que cuestionarnos si las infraestructuras intensivas en recursos para apoyar el crecimiento de tecnologías avanzadas como la IA son una solución viable para el bien común a largo plazo.The Conversation

Ana Valdivia, Lecturer in AI, Government & Policy, University of Oxford

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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