Un macroestudio pionero con más de 4.000 participantes concluye que el tabú menstrual persiste en España. Según los resultados, que detallan en Sinc,  solo seis de cada diez participantes perciben la regla con normalidad y la experiencia de la primera menstruación, asociada a la sexualización y a nuevas expectativas sociales, es significativa en esta percepción.

El tabú menstrual persiste. Esta es la principal conclusión de un macroestudio pionero en España que ha contado con más de 4 000 participantes mayores de 14 años y que ha sido liderado por el Instituto INGENIO, centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universitat Politécnica de València (UPV). Según el análisis, cuatro de cada diez personas siguen percibiendo la regla como algo negativo.

Los resultados del estudio, publicados en la revista International Journal for Equity in Health, muestran que solo seis de cada diez participantes perciben la regla con normalidad. Además, mientras las mujeres postmenopáusicas reportan mayor aceptación social, las generaciones más jóvenes consideran que el tabú sigue muy presente. De hecho, la vivencia de la primera menstruación es particularmente significativa en el trabajo de investigación. Muchas participantes describieron cómo este momento se asoció con sexualización y nuevas expectativas sociales, lo que en algunos casos genera inseguridad y vulnerabilidad.

Un constructo social

Rocío Poveda, coautora del estudio en INGENIO (CSIC-UPV), explica que “la menarquia o primera regla no se vive solo como un cambio biológico, sino como un constructo social que marca el inicio de nuevas restricciones y miradas externas. La forma en que la menarquia se construye y se vive socialmente puede influir en cómo las jóvenes se perciben a sí mismas y en cómo son percibidas por los demás”.

El estudio demuestra que recibir información práctica y clara en la primera menstruación es un factor significativo en la normalización del periodo y establece que quienes recibieron ese acompañamiento se sienten más cómodas hablando de la regla en distintos contextos. Además, el artículo concluye, a partir de las opiniones recogidas, que cuando las mujeres hablan con los hombres que tienen a su alrededor de la menstruación perciben que es un tema más normalizado.

Sara Sánchez-López, investigadora principal del estudio, también de INGENIO (CSIC-UPV), considera que “los mayores avances se producen cuando se rompen los silencios de género. La capacidad de hablar de menstruación con hombres es un indicador clave de aceptación social y un paso decisivo para desactivar el tabú”, añade la investigadora.

El 79 % de quienes respondieron al estudio afirmó que la menstruación no aparece o lo hace muy raramente en series y películas, y un 73 % señaló lo mismo respecto a los libros. Las personas encuestadas también señalaron la ausencia de la menstruación en los medios de comunicación, como la televisión, considerándolo un acto deliberado en los casos de los reality shows 24h y destacaron que esta falta de representación refuerza su invisibilidad. La publicidad fue especialmente criticada entre las personas que intervinieron en el estudio por mostrar imágenes irreales de la regla: brillos y purpurina, líquidos azules o mujeres presentadas como enérgicas, radiantes y siempre sonrientes.

Impacto en la autoestima

El trabajo no solo documenta la persistencia del estigma, sino que también subraya sus consecuencias: desde el impacto en la autoestima y el bienestar emocional, hasta la invisibilización en ámbitos educativos, culturales y sanitarios. De hecho, un estudio previo del mismo equipo de investigación constató hace dos años que solo un 5 % de las encuestadas había recibido información práctica en la escuela sobre cómo manejar el sangrado.

Este nuevo trabajo muestra también cómo las creencias negativas sobre la menstruación pueden usarse para desacreditar o deslegitimar a las mujeres en la vida cotidiana. “Los testimonios recogidos entre las 4 000 participantes señalan que, en ocasiones, la menstruación se utiliza para restar valor a sus emociones o a sus argumentos, lo que genera estigmatización y conflicto interpersonal”, explica Santiago Moll, coautor del estudio.

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