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Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «En la Comunidad de Madrid se oye el tic-tac de una bomba de relojería. Aún es impreciso. Todo el mundo anda revisando bajo las mesas y arrastrando muebles para tratar de localizarla. El tic tac se oye cada vez con más claridad y, lógicamente, hay pánico en la sala. ¿Estallará, quedará en un susto?. Los cenáculos de la capital están al rojo vivo. Lo conocido hasta ahora nos remite al pasado mes de abril, cuando el congreso de los populares en Valencia había abierto la caja de Pandora y liberado todas las intrigas, celos y ambiciones desencadenados tras la derrota electoral. Ese es el momento en que actúa el servicio de espionaje denunciado por «El País». Granados, el señalado como cabecilla, niega y amenaza. Esperanza Aguirre, hace un par de horas, ha apoyado a los suyos. Gallardón se muestra prudente. Soraya y Cospedal sueñan con que el destino les regale una venganza a tanto agravio como reciben. Rajoy observa el patético espectáculo de su gallinero y no sabe, no entiende, no contesta y pide una investigación. González Pons, por decir algo para justificar el sueldo, apunta al Ministerio del Interior a ver si cuela, e incluso los suyos se sonrojan. Los militantes populares en toda España están estupefactos. Buscan referencias y no las encuentran. Federico, el sabelotodo de la radio, no ha dicho una sola palabra sobre el tema. ¿Que ocurrirá?. Quién sabe. Puede que el caso reviente y puede que no lo haga. Puede que se quede en ese punto en el que, a falta de una prueba definitiva, quien más quien menos se sacuda el polvo de su «cuerpo a tierra» actual y siga como si nada. En el PP, donde desde hace mucho se pelea a navajazos, nadie se fía ni de su sombra. Por nuestra parte, nos limitamos a citar a Sherlock Holmes: «la segunda mancha en el mismo sitio es siempre sospechosa, querido Watson». ¿Cómo no recordar la traición de Tamayo y Sáez?. Ahora percibimos esa misma fetidez, el mismo olor a cloaca. Continuará.»

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