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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

 «Esta noche Papa Noel podrá repartir sus regalos como tenía previsto y aquí tenemos preparados los dos aviones por si hiciera falta ayudarle a llevar los regalos».

Esta semana, en una conversación por videoconferencia, el comandante de una de las misiones de España en el extranjero, garantizó el apoyo de sus hombres y aviones a Papá Noel, si los necesitara, para llevar regalos. Me pregunto qué cara habría puesto Papa Noel ante la oferta. Supongo que, como yo, se preguntaría, ¿que parte no han entendido?

La semana pasada, quizá en A3 o en T5, pudimos ver también a un militar sorteando las preguntas de un aula de niños. No parece la más edificante de las actividades extraescolares, pero así se hizo. Uno de los niños preguntó ¿llevas pistola? Y el militar, orgulloso, contestó, no, no en este momento. Podía haber dicho no, los tiempos para la pistola siempre son terribles, pero no lo hizo, porque no era un filósofo, era un militar.

Hasta ahí la pieza del informativo, porque me supongo que más de uno le preguntó ¿ha matado alguna vez a alguien? Que es la pregunta que nos haríamos muchos, a cualquier edad, en cualquier lugar.

Hubo un tiempo en el que las sociedades idolatraban a sus guerreros, como ahora idolatramos a los futbolistas. Por fortuna el progreso social y la conciencia sobre el significado de la vida, ha empujado la guerra y la muerte -por lo menos en Europa- al lugar que le corresponde, que es el de la verguenza, fuera de la proyección pública. Y ha sido un camino dificil que se ha conseguido -y no mucho- a pesar del cine, a pesar del petróleo, del gas, los diamantes, del Coltán…de todos aquellos que dicen que la guerra es un asunto de libertad, cuando en realidad están hablando de otras cosas. Y en efecto, yo no soy de los que creen que los militares son herramientas de paz, precisamente.

Reconozco que aquel lugar me gustaba, el de la verguenza, y reconozco que la presencia de los militares junto a los niños me inquieta. Deberíamos mantenerles alejados de ellos como se les aparta de otras parcelas del mundo de los mayores. ¿Se les habla del ratón Pérez? ¿de los Reyes Magos?

Reconozcámoslo, llevar a un militar a un aula es menos edificante que llevar a Lucía Lapiedra a hablar allí. También ella podría ofrecerse a Papa Noél para repartir regalos, ¿os imaginais? A mi se me ocurren unas cuantas maneras que serían bien recibidas por la mayor parte de los padres. Pero no, tampoco la imagino en el aula contestando a las preguntas de los alumnos: ¿lleva encima alguna herramienta de trabajo? Podría contestar «mi herramienta es el amor», pero es dudoso que lo dijera porque sabemos que tampoco estamos ante una filósofa. Eso sí, por lo menos su trabajo tiene un significado muy diferente al de los militares.

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