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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

Lakoff, profesor de la Universidad de California, es un autor de moda entre los progresistas de todo el mundo.

El autor de «No pienses en un elefante» ha estudiado cientos de discursos de Bush y otras figuras Neoconservadoras. Gracias a diferentes disciplinas de investigación, muy detalladas en su libro, Lakoff descubrió que los Neoconservadores de EEUU llevan tiempo introduciendo en sus discursos metáforas sobre el bien y el mal y sobre la familia. Y Lakoff denuncia que no han sido elegidas al azar.

Según estudian los lingüistas cognitivos, nuestro cerebro reduce la vida a metáforas, desde la infancia, para hacerla «almacenable» y «comprensible». Si alguien consigue despertar una de esas metáforas de nuestro cerebro con sus palabras (Bush es un «padre protector», por ejemplo), no habrá dato objetivo que consiga contradecirlo. Es una forma de manipulación con una sólida base científica y que, según parece, los conservadores han estado investigando desde hace años con importantes dotaciones presupuestarias.

Pero no siempre es sencillo. Equivocarse en las metáforas puede conducir al fracaso. Luis Arroyo que, entre otras cosas encabeza un gabinete en Moncloa, hablaba de ello, y del libro, esta semana en un artículo en el diario EL PAIS:

«….Aznar y Rajoy resultaron débiles, lejanos y mentirosos; a la defensiva. Basta recordar aquella sorpresa en la noche de reflexión. Ese hombre que entraba a la hora del Telediario, y que al tiempo que intentaba transmitir la potencia y la solvencia de un líder («Me llamo Mariano Rajoy y soy candidato a la presidencia del Gobierno…»), denunciaba las manifestaciones «gravemente antidemocráticas» a la puerta de sus sedes. La imagen era tristemente coherente con la de sus compañeros de partido, que últimamente tenían que entrar en los auditorios por la puerta de atrás…»

Pero el libro, que se puede comprar aquí, señala también la abrumadora diferencia de presupuestos que destinan los conservadores a esas fundaciones, equipos de estudio, científicos y pensadores con una terrible conclusión: los progresistas se comportan de forma muy cutre. Y más nos vale que esto cambie.

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