Santiago recupera tras una batalla judicial de 8 años las estatuas de la Catedral que se quedaron los Franco
El Tribunal Supremo ha sentenciado que los Franco devuelvan a la ciudad de Santiago las estatuas del Isaac y Abraham del Pórtico de la Gloria de la catedral de las que se encaprichó Carmen Polo en 1954. Han sido ocho años de batalla judicial que detallan en El Diario.es y que han permitido finalmente al Ayuntamiento de la capital gallega, recuperar las esculturas románicas que la familia Franco ha tenido durante décadas en el Pazo de Meirás.
Ocho años de batalla judicial y dos sentencias «vergonzosas» después, las figuras de Isaac y Abraham con las que se encaprichó Carmen Polo podrán retornar a Santiago de Compostela.https://t.co/jBzS4F1Yiz
— elDiario.es Galicia (@eldiariogalicia) June 21, 2025
La Sala de lo Civil del Tribunal Supremo ha condenado a la familia Franco a devolver al Ayuntamiento de Santiago las dos esculturas románicas atribuidas al Mestre Mateo, el creador del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago. La sentencia considera probado que las dos figuras de los profetas Abraham e Isaac son las mismas que el consistorio compostelano adquirió en 1948 y que, seis años después, el entonces alcalde la ciudad envió al Pazo de Meirás, la residencia de verano del dictador “sin adoptar acuerdo alguno” —según la demanda— y “por vía de hecho”, únicamente “movido por el deseo de complacer a la esposa del Jefe del Estado”.
La sentencia del Tribunal Supremo que dio la razón al Concello de Santiago en su disputa con los Franco por la propiedad de dos estatuas atribuidas al Mestre Mateo y pertenecientes a la Catedral desató la euforia del gobierno de la ciudad, pero también de quienes, hace ya ocho años, decidieron iniciar una pelea jurídica que antes de este giro, “casi inesperado”, dejó frustración, humillaciones y un par de sentencias incomprensibles.
Por eso, según el abogado que lideró todo el proceso, Xaquín Monteagudo, la alegría este jueves era “cuádruple, porque los fracasos fueron muy amargos”. Visto en perspectiva, la historia de esta cruzada pionera contra los herederos del dictador les parece una “antesala” de los comportamientos judiciales que amparan causas iniciadas desde la ultraderecha. O, al menos, es así como lo entiende quien tomó la decisión política de internarse en aquella senda tan poco transitada, el exalcalde compostelano Martiño Noriega.
El origen de esta guerra hay que buscarlo en 2016, cuando al ayuntamiento de Santiago se le pide que colabore en una gran exposición sobre el creador del Pórtico de la Gloria que se inauguraría en noviembre en el Museo del Prado. Noriega llevaba apenas un año en el cargo. El gobierno de Compostela Aberta era una de las alcaldías rebeldes que tomaron las tres ciudades de la provincia de A Coruña con la subida de las mareas municipalistas. Pero no es el consistorio el único que se sube al carro. También lo hacen los Franco, que ceden para la muestra dos figuras procedentes del Pazo de Meirás: las representaciones de los profetas Isaac y Abraham —o, según otras fuentes, Jeremías y Ezequiel—, que formaron parte del conjunto escultórico original, antes de la construcción de la actual fachada de la catedral, la que deja la vista icónica desde la Praza do Obradoiro.
Es entonces cuando el regidor escucha por primera vez que esas piezas pertenecen al ayuntamiento. Tras ser retiradas de su ubicación inicial, acabaron en el pazo del conde de Ximonde, en el concello vecino de Vedra. En 1948, un documento notarial atestigua que la ciudad de Santiago las adquirió por 60.000 pesetas a un propietario que sólo puso una condición para la venta: que nunca podrían salir del término municipal. Seis años después, ese compromiso se rompió. Según los denunciantes, por un capricho de la esposa de Franco, Carmen Polo, y un alcalde que quiso satisfacerlo.
La versión de los historiadores recogida en la demanda fue que, en 1954, el entonces regidor Enrique Otero quiso “satisfacer el deseo” de la mujer del dictador de poseer ambas estatuas, tras descubrirlas en una visita oficial al Pazo de Raxoi, la sede del consistorio. De forma unilateral “y casi clandestina”, sin ningún documento que atestigue la operación, Isaac y Abraham fueron trasladados a Meirás, la residencia de verano de los Franco. Allí siguen hoy, entre muchos otros bienes en litigio.
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