Estoy terminando de escribir un libro y por eso estoy temporalmente ausente de este blog. Pero hoy hago una excepción:

Me escribe un amigo iraquí contándome algunas cosas que se dicen y leen por allá a raíz del zapatazo que un periodista lanzó a Bush. De todos ellos, me llama la atención una adivinanza que ya alguien se ha inventado en Irak: 

«Adivina: Un arma sencilla, completamente diferente al concepto de tecnología de la Nasa y el Pentágono, no hace ruido, no se ve por infrarrojos ni radares. Su combustible es una carga de angustia y enfado. Resultado: El zapato del periodista Muntadhar al-Zeidi

La tarea periodística consiste en lanzar preguntas, no zapatos. Pero en Irak nada es lo que debería ser. Es un territorio ocupado por tropas extranjeras, donde se ha instalado el caos y la violencia, donde han muerto ya más de un millón de personas a causa de la guerra y cinco millones más se han visto obligadas a abandonar sus hogares y vivir como refugiados. El periodista Muntadhar sin ir más lejos fue secuestrado y golpeado el pasado año. Y alguno de sus compañeros ha sido asesinado. Para alguien como él tener en frente a Bush no debió ser fácil. Cualquier buen periodista le habría preguntado por la voz de su conciencia:

«¿Qué piensa por las noches, señor Bush? ¿Sueña con los muertos y heridos de Irak, con los torturados de Guantánamo, Abu Ghraib y otras cárceles secretas, o con el mundo que deja, en el que la Carta de los Derechos Humanos parece una utopía? ¿Se siente bien por haber anulado durante tanto tiempo en algunos lugares el hábeas corpus, pilar fundamental de la democracia estadounidense? «

El periodista iraquí Muntadhar optó por algo más incorrecto pero eficaz, ya que su zapatazo ha dado la vuelta al mundo como una metáfora del fin del mandato de Bush. Su gesto iba motivado sin duda por la angustia y elenfado. Una buena parte de Irak se ha solidarizado con él: Si hubieran tenido a Bush delante, habrían hecho lo mismo.

Recuerdo hoy un encuentro que unos periodistas españoles tuvimos con Donald Rumsfeld en 2005. Fue en el Pentágono, en Washington DC. Era una época en la que Rumsfeld se escondía de la prensa estadounidense, para evitar preguntas incómodas sobre el escándalo de Abu Ghraib. Y allí estábamos nosotros, con la oportunidad de poder lanzarle las cuestiones que todo el planeta se formulaba. Nos arremolinamos en torno a él, y le pregunté: ¿Cómo va la investigación sobre Abu Ghraib? ¿Nadie va a ir a juicio? ¿Qué responsabilidad tenía usted? Me miró de arriba abajo, se rió, y dijo: «Siguiente pregunta». Confieso que pensé en una mujer de Irak a la que conozco, que fue torturada en Abu Ghraib, y se me pasó por la cabeza lo del zapatazo. Así, de manera fugaz.

En fin, confiemos en que Muntadhar sea tratado correctamente en la cárcel y que no sea torturado. Hoy comentaba un periodista en Al Jazeera que, según las leyes iraquíes, podrían caerle entre dos y siete años de prisión. ¿Cuántos años deberían pasar encerrados entonces los responsables del desastre de Irak? ¿Qué delito es mayor? ¿Lanzar un zapato cargado de rabia o lanzar bombas y balas sobre inocentes?

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