E. Robinson

Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Como berrear ??socialismo? no funcionó, ahora gritan ??sobrecarga? y ??falta de atención.? Los críticos de la administración Obama aconsejan al presidente y a sus ayudantes que se dedique cada hora del día -y cada dólar disponible, incluyendo las monedas perdidas encontradas detrás de los cojines del sofá del Despacho Oval- a la paralizante crisis financiera. Lo que quieren de verdad estos críticos, sin embargo, es retrasar o dar al traste con las reformas progresistas que los votantes eligieron al Presidente Obama para cumplir.

Aconsejar «la solución» al sistema financiero antes incluso de pensar en sanidad, energía o educación es engañoso o ingenuo. Afortunadamente, Obama parece estar ignorando toda la palabrería. Esto no tiene nada que ver con la encantadora advertencia de Rahm Emanuel de no «desperdiciar» una buena crisis. Tiene que ver con tener un mandato claro.

El derrumbe bancario es una emergencia genuina, dicho diplomáticamente. Pero lo peor que podría hacer Obama sería permitir que los titanes ladradores de Wall Street, los tertulianos conservadores y los adictos a la información con exceso de cafeína que «maquillan» el mundo financiero en la televisión por cable le obliguen a lanzarse a tomar medidas prematuras y a medio planificar. Lo último que necesitamos es un nuevo rescate multibillonario a los bancos -recapitalización, nacionalización, custodia, llámelo como quiera- que resulte no ser más definitivo que todos los rescates que hemos intentado.

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La impaciencia de Wall Street es comprensible; los genios del Bajo Manhattan simplemente quieren volver a lo de siempre, no habiendo observado que lo de siempre ya no es aceptable ni remotamente. Los detractores políticos de Obama tienen una motivación más sutil: ocupar, agotar y empobrecer a la administración, imposibilitando sus iniciativas nacionales prometidas.

Las críticas de «sobrecarga» vertidas tienen sentido, hasta que se piensa en ello. Hay un acuerdo general en que nuestro sistema de salud, que deja sin asegurar a 46 millones de estadounidenses, es injusto, derrochador y ruidosamente caro. Cualquiera que tenga una calculadora de bolsillo puede ver que conforme la generación post Segunda Guerra Mundial se vaya jubilando y familiarizando de manera íntima con los achaques propios de la edad, los costes de Medicare dejarán en la ruina al estado. Esperar para abordar el problema sólo encarecerá y agravará la solución eventual.

De forma que los detractores más ruidosos -Republicanos que afirman defender la prudencia fiscal, los líderes empresariales que afirman ser capaces de leer un balance- tendrían que ser los mayores hinchas de la solución de Obama de «dar la entrada» a 10 años de 634.000 millones de dólares a cuenta de la reforma. Pero no les gusta el hecho de que Obama quiera financiar esa entrada, en parte, limitando las deducciones fiscales de los ricos a los niveles razonables en vigor durante los años de expansión de la administración Clinton.

Políticamente, no hay argumento bueno en contra de reformar la sanidad o invertir los excesos fiscales de la administración Bush. Una táctica más prometedora para los críticos consiste en atacar a la administración por meterse en camisas de once varas sin concentrarse en la importante.

Diría que un enfoque altamente especializado sobre la crisis financiera, para exclusión de todo lo demás, es improbable que vaya a mejorar la situación y en realidad podría agravar las cosas. Teniendo en cuenta que ya hemos derrochado bastante más de un billón de dólares en el sistema financiero, para efecto mínimo, ¿cómo puede alguien confiar en que gastar, digamos, otros 2 billones va a cambiar radicalmente las cosas de manera mágica? ¿Aquellos que defienden alegremente nacionalizar Citigroup tienen alguna idea de lo complicado que sería? ¿De verdad quieren los críticos de la administración que nuestro gobierno se haga cargo de un enorme porcentaje del sector bancario, o quieren esperar a que Obama se encuentre empantanado en un Vietnam financiero?

He sido crítico con la administración por la ausencia de transparencia en la gestión de la crisis de Wall Street- los funcionarios deberían informarnos honestamente de los bancos que son insolventes y de los que no lo son, y del tamaño del problema en general. Pero no critico a la Casa Blanca ni al Tesoro por falta de rapidez. Si hubiera una solución obvia y garantizada, a estas alturas lo sabríamos. Desafortunadamente, no hay.

De una forma u otra, vamos a tener que pedir prestada una cantidad obscena de dinero -sobre todo a China y los estados del Golfo Pérsico- para intentar poner la economía en un camino más sostenible. He aquí la verdadera cuestión: ¿destinamos todo el dinero a un pozo aparentemente sin fondo de irresponsabilidad y avaricia de Wall Street? ¿O dedicamos parte de él a iniciativas que harán más sano, mejor educado y menos dependiente del petróleo exterior al pueblo estadounidense -y que, a largo plazo, nos hará a todos más prósperos?

Dígame, ¿cuál es la verdadera distracción?

 

Eugene Robinson
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