E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Quieto todo el mundo. Rand Paul no puede distanciarse de pronto de las opiniones radicales sobre los derechos civiles que lleva años desposando y esperar que todos nosotros pasemos página simplemente. ¿Mentía entonces? ¿Miente ahora? ¿O ha cambiado de opinión el recién coronado Sombrerero Loco del movimiento de protesta fiscal?

Los gestores de crisis Republicanos impidieron sabiamente que Paul diera rienda suelta a sus opiniones en los programas dominicales de entrevistas, pero no pueden esconderlo en alguna cueva de Kentucky hasta noviembre. Antes o después, el candidato al Senado va a tener que responder a una pregunta directa: ¿Estaba siendo deshonesto en las ocasiones que dijo que el gobierno federal no tiene competencias para ilegalizar la discriminación racial dentro de empresas del sector privado como la hostelería? ¿O está siendo deshonesto ahora que afirma que votó a favor de la Ley de Derechos Civiles de 1964?

En realidad, van unas cuantas preguntas directas que se le van a plantear a Paul. ¿Sigue pensando que tendría que permitirse negar el acceso de los estadounidenses a una vivienda a causa del color de su piel, como defendió hace unos años? Tengo un interés personal en esta, puesto que resido en un vecindario en el que la ley de propiedad impedía acceder a una casa a los afroamericanos. ¿Esta clase de cosas no revisten problemas según él?

También me gustaría saber si Paul cree realmente o no que hay una conspiración entre los gobiernos estadounidense, canadiense y mexicano encaminada a convertir Norteamérica en «un continente único sin fronteras» atravesado por una autopista de 10 carriles. Porque eso es lo que dijo en el año 2008.

«Es algo real», dijo de la amenaza imaginaria a la soberanía estadounidense, «y cuando hablas de ello lo que tienes que tener presente es que si hablas de ello como una conspiración, te van a tachar de loco».

No hacen falta grandes esfuerzos.

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Y ya que estamos en ello, ¿qué hay de la lectura del vertido petrolero catastrófico en el Golfo de México que hace Paul? La administración Obama es objeto de críticas cada vez mayores por no ser lo bastante dura con la petrolera BP por su fracaso a la hora de detener el vertido de crudo que está ensuciando las marismas de interés ecológico de Louisiana. Paul, sin embargo, ve las cosas de diferente manera. «Lo que no me gusta de la administración del presidente es esta especie de, ‘voy a machacar a BP'», decía Paul. «Creo que suena verdaderamente antiamericano en sus críticas al sector privado».

La parte «antiamericano» es consistente con la campaña de los cínicos Republicanos y los dementes del movimiento de protesta fiscal destinada a deslegitimar a la presidencia Obama. Pero la idea general — que es erróneo pedir cuentas a las empresas privadas estrictamente por los desastres como el vertido del Golfo — parece ser algo en lo que Paul cree de verdad, puesto que también resta importancia al reciente accidente minero de Virginia Occidental en el que 29 mineros perdieron la vida.

«Sufrimos un accidente minero que fue muy trágico», declaró. «A continuación intervinimos, y siempre es culpa de otro. Tal vez los accidentes ocurren de vez en cuando».

Puede que los accidentes sean menos probables cuando se implantan y respetan los reglamentos de seguridad adecuados. Esta clase de razonamiento causa y efecto sólo es significativo para aquellos que viven en el mundo real, no obstante. A juzgar por las pruebas, Paul vive en el país libertario de las maravillas, donde un filósofo purista lleva a la gente a creer en la más pura de las estupideces.

Ahora que se presenta al Senado como Republicano con credenciales, Paul va a tener que prescindir, o simular que prescinde, de muchas de sus alocadas teorías. Esto no será fácil, como demuestran todas las pausas que hizo antes de apoyar por fin la Ley de Derechos Civiles. Incluso entonces, llegó a sugerir que la ley sólo podía apoyarse en la situación que se estaba dando en el Sur. En cuanto se permita a Paul abandonar su caverna, alguien debería preguntarle si la legislación histórica se aplica con base o no al resto del país.

Sarah Palin acusó a la prensa de practicar periodismo «mamporrero» para intentar sacar las verdaderas opiniones de Paul. Como sabemos de la campaña de 2008, la definición de Palin de una entrevista trampa es aquella en la que se le hacen preguntas reales. Pero piense en ello: ¿Alguien se imaginaba que el Partido Republicano podía dar cabida de verdad a un candidato que hace que Sarah Barracuda suene como la voz de la razón?

El secretario Republicano Michael Steele tampoco habría tenido derecho a mudarse a mi vecindario si las opiniones de Paul se hubieran impuesto. El domingo, Steele se aventuró a decir que la filosofía de Paul está «fuera de lugar en los tiempos que corren» — pero también dijo «no poder» condenarla.

Eso es patético, secretario Mike. Rand Paul no puede estar en misa y repicando. Ni el Partido Republicano ni tampoco usted.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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