Es el mayor éxodo desde la huída de los palestinos en 1948 con la creación de Israel. Son más de dos millones los iraquíes que han abandonado su país. Más de la mitad acuden a Siria, el país que menos trabas les pone para entrar. Cada mes llegan a territorio sirio cuarenta mil iraquíes. El Alto Comisionado de Ayuda al refugiado en Damasco no da abasto para registrar a tantos exiliados. ACNUR tarda una media de seis meses en poder conceder el status de refugiados a aquellos iraquíes que lo solicitan. Hay colas interminables todos los días en la sede de Naciones Unidas de la capital siria. La ONU ha lanzado un S.O.S a la comunidad internacional para que ofrezca apoyo y ayuda económica para hacer frente a esta crisis humanitaria de semejantes magnitudes. Siria, hasta hace poco con 17 millones de habitantes, ha experimentado un aumento del siete por ciento de su población y no tiene capacidad para ofrecer servicios sociales a los exiliados. De hecho, el gobierno de Damasco prohíbe trabajar a los iraquíes para evitar un colapso. Se ha disparado el negocio de la construcción, ya que el exilio iraquí es fundamentalmente urbano. Muchos son acogidos por familiares o amigos, pero otros no tienen más remedio que echar mano de sus ahorros y alquilar viviendas. ACNUR teme lo que pueda ocurrir cuando los ahorros de los iraquíes se agoten, ya que los únicos ingresos que pueden obtener en Siria son a través de trabajos en el mercado negro. Los testimonios de quienes llegan huyendo de Irak son escalofriantes: Casi todos han perdido a un familiar, muchos han sido secuestrados, o encarcelados o torturados, y en el caso de las mujeres, violadas. Así lo registran los propios informes de Naciones Unidas.
Los iraquíes llegan a Siria cargados de historias dramáticas, y con un futuro incierto ante ellos. Su estancia en el exilio consiste en esperar. La espera, la incertidumbre, y la sensación de no pertenencia marca su día a día.

Ved este vídeo sobre el éxodo iraquí.

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