Ellen Goodman

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Ellen Goodman – Boston – Así que nos enfrentamos a la adivinanza del anciano sabio, la anciana sabia y el sabio.

Sonia Sotomayor, una «neoyortina» educada en el Bronx y formada en las ocho antiguas, ha sido nominada para ocupar la vacante del Tribunal Supremo. Toda una diferencia desde que Ronald Reagan tuviera que echar mano de un tribunal de apelaciones para encontrar su «primer.? El candidato más experimentado hoy es el candidato de la diversidad.

Incapaces de atacar sus credenciales, sus detractores señalaron instantáneamente un comentario sacado de un sesudo discurso acerca de la vida como latina y magistrada. ??Esperaría,? dijo, ??que una mujer latina sabia con la riqueza de sus experiencias alcanzara mejores conclusiones que un varón blanco que no ha llevado esa vida.?

«¡Discriminación inversa!» berreó Rush Limbaugh. ??¡Política de minorías!? se quejaron los detractores enarbolando esta prueba de que su origen era su prejuicio hacia, por supuesto, los hombres blancos. Habrían hecho mejor en leer la meditación entera acerca de lo que la experiencia vital enriquece el estrado. Pero esas cosas no pasan en la política de los eslóganes.

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En la práctica, Sotomayor estaba sopesando una frase que han repetido tanto la juez O’Connor como Ginsburg: ??Al tener todo en cuenta, un anciano sabio y una anciana sabia llegan al mismo veredicto.?

Ninguna de las dos magistradas estaba negando la importancia de tener a más mujeres en el tribunal. O’Connor, después de todo, estaba elogiando a su sucesor, John Roberts, al decir, «Es bueno en todos los sentidos, excepto que no es una mujer.? La juez Ginsburg no ha hecho ningún secreto de la soledad de ser la única jueza del estrado. Simplemente plantearon la posibilidad de que la sabiduría sea — o pueda ser — un talento al que pueden optar ambos sexos. Una persona sabia.

Sin embargo, esta atronadora polémica a cuenta de la tercera mujer y la primera latina en el tribunal plantea una vieja duda acerca de cuánta diferencia supone la diversidad. O debería suponer.

El juez Scalia, por ejemplo, ha insistido en que su ascendencia religiosa no tiene nada que ver con sus opiniones legales: ??Igual que no se conoce una forma ‘católica’ de preparar una hamburguesa,» decía que no hay veredicto legal condimentado con sus experiencias vitales. ¿Es verdad o se estaba engañando? El juez Roberts, descrito como ??el implacable defensor del oprimido» puede verse como el parangón de la imparcialidad. Son sólo los recién llegados los que son cuestionados en calidad de agentes de cambio.

Sabemos que no existe un único «punto de vista femenino.? O’Connor y Ginsburg no eran réplicas ideológicas. Aun así, recuerdo el caso de acoso sexual escolar en el que la jueza O’Connor se pronunció en defensa de la pequeña Jane al tiempo que su colega y compañero de clase el juez Kennedy habló por el pequeño Johnny. Más recientemente, se dio el caso de una escolar de 13 años que fue cacheada para consternación (única) de la juez Ginsburg. Y cuando Lilly Ledbetter acudió a los tribunales, había escasez de hombres sabios.

Un estudio de los jueces de tribunales de apelación realizado por tres investigadores universitarios demuestra que el sexo de los jueces no supone ninguna diferencia en la forma en que se pronuncian la mayor parte del tiempo. Pero en los casos de discriminación sexual, las juezas tenían una probabilidad un 10% mayor de decantarse por la demandante. Más intrigantamente, cuando hombres y mujeres deliberaban juntos tales casos, (BEG ITAL)los hombres(END ITAL) eran un 15% o más dados a decantarse por la demandante que cuando deliberaban sólo con hombres. ¿Esas mujeres aportaron algo a la suma total de sabiduría?

La experiencia vital no es sólo un asunto de sexo o etnia, ni de generación. Sotomayor aporta al estrado su experiencia como niña pobre, como diabética, hasta como (huff) hincha de los Yankees. Tampoco se puede predecir siempre cómo importa la experiencia: «Simplemente desconozco cuál será la diferencia en mi forma de administrar justicia,» reconocía honestamente Sotomayor. «Pero acepto que se basará en cierta medida en mi sexo y mi herencia latina.?

Bien, recordará que Ginsburg y O’Connor decían que ??(BEG ITAL)Al tener todo en cuenta(END ITAL),? el anciano sabio y la anciana sabia decidirán en el mismo sentido. No decían en qué momento. O cómo se llega a ese punto. Puede que nunca haya una sabiduría universal o una experiencia no sexista. Pero ciertamente existe la posibilidad de que podamos ver a través del prisma del otro.

O’Connor, en su elogio del primer juez afroamericano, Thurgood Marshall, hablaba acerca de cómo sus experiencias «muy poco a poco pudieron alterar la forma en que veo el mundo.? Tenerle en la sala cambiaba las cosas. También una anciana sabia y un anciano sabio pueden llegar a la misma conclusión estando en la misma estancia deliberando sobre el mismo caso.

Una vez más, planteamos el acertijo: ¿Cuántas mujeres sabias más se necesitan para tener un sabio en el Tribunal Supremo? Sonia Sotomayor y contando.

Ellen Goodman
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