E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington : Es raro lo poco que hemos oído últimamente a los escépticos negar que el cambio climático sea real. ¿Qué pasa, gente? ¿Insolación? El calor venusiano que viene sufriendo este verano gran parte del país casi basta para convertir a todo hijo de vecino en un convencido del calentamiento global. Casi, pero no del todo: la honestidad me obliga a reconocer que unas cuantas semanas de máximos de las temperaturas no constituyen prueba de nada. Los expertos del clima tienen que analizar datos que se extienden décadas y siglos para discernir lo que pasa realmente.

Por supuesto, las tormentas de nieve inusualmente cruentas que enterraron Washington entre otras ciudades de la costa este pasado invierno tampoco demuestran nada. Pero eso no disuadió a los escépticos del clima de presumir. El Senador James Inhofe, R-Okla., y su familia llegaron a construir un iglú en el Capitolio y a colgarle el cartel «Nueva Residencia de Al Gore?. ¿Va a pedir disculpas al Nobel, Senador?

No, eso sería esperar demasiado. Un deseo más realista es que la ola de calor asfixiante convenza a aquellos que se sienten tentados de tragarse el discurso sin contenido de los escépticos — «¡El calentamiento global es un fraude! ¡Los defensores del socialismo se lo inventan! ¡Es una conspiración!» — de sopesar las pruebas científicas con mente abierta.

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Ahora sabemos que la correspondencia sustraída a los ordenadores de los investigadores del clima que el pasado año los escépticos tachaban de indicio revelador, en la práctica no llega ni a indicio. Los correos evidencian que los científicos pueden ser mezquinos, envidiosos y vengativos — pero no sugieren ninguna manipulación de los datos, según la información difundida el pasado miércoles por un panel de notables de Gran Bretaña, donde fueron pirateados los correos electrónicos. Dos investigaciones anteriores han exonerado de igual manera a los científicos del clima de fraude y han validado sus métodos.

También sabemos, según la Agencia Nacional del Mar y la Atmósfera, que «las temperaturas terrestres y oceánicas globales combinadas» en mayo fueron las más cálidas que se han registrado. En la práctica, informaba la Agencia, el período entero de enero a mayo, de media, fue el más cálido desde que se empezaron a recoger datos en 1880.

No, eso no basta para cerrar la cuestión. Pero seamos realistas. Realmente no hay mucha discrepancia entre los científicos en torno a si el clima se está volviendo más cálido o no. Durante los 100 últimos años más o menos, tenemos registros exactos de temperatura para comparar con las medidas actuales. Durante los siglos anteriores, tenemos pruebas indirectas pero convincentes de que el mundo se está volviendo más cálido.

¿Tiene la culpa la actividad humana? Casi seguro, a menos que haya algún defecto fundamental en nuestra interpretación de la química y la física. Los científicos entienden la forma en que actúan las moléculas de dióxido de carbono para atrapar el calor. Ellos saben – no a través de la deducción, sino a partir de la medición directa de la composición de las burbujas de aire atrapadas hace mucho tiempo en el hielo ártico y antártico — que hay más dióxido de carbono en la atmósfera hoy que en ningún momento del último medio millón de años, puede que del último millón. La explicación más simple y lógica del motivo de que de pronto haya tanto dióxido en el aire es que los seres humanos lo han puesto allí consumiendo combustibles fósiles. Eso es lo que ha cambiado.

Los expertos que mejor comprenden estos fenómenos son a veces culpables de exageración — en la práctica, parece que nunca se han encontrado un escenario apocalíptico que no fuera de su gusto. A menudo suenan arrogantes, farisaicos y hasta histéricos clínicos. Los hay que, cuando son desafiados a defender sus datos o conclusiones, parecen tachar ese escrutinio no de parte normal y necesaria del proceso científico sino de amenaza a la civilización humana y todo lo bueno y cierto.

Así que, sí, hay unos cuantos capullos engreídos en la primera línea de la batalla del cambio climático. Ya los conocemos. Pero el hecho de que haya científicos del clima que sean excéntricos compañeros de mesa no cambia la forma en la que materia y energía interactúan a nivel molecular — y no altera esas lecturas de la temperatura en ascenso.

Es hora de poner fin al estúpido «debate» en torno a si el cambio climático es real. He aquí una pregunta mejor: ¿sería más adecuado que la humanidad gastara, digamos, 1 billón de dólares, en reducir las emisiones contaminantes y salvar así miles o millones de vidas que se podrían perder debido a la sequía o el ascenso de los niveles del mar o lo que quiera que pase a finales de este siglo o el que viene? ¿O gastar ese dinero en proporcionar agua potable en lugares como el Congo o Bangladesh, salvando miles o millones de vidas ahora mismo?

Puede que la respuesta es que tenemos que intentar hacer las dos cosas. Pero al menos es algo digno de lo que debatir.

¿Los métodos de la ciencia del clima? No se esfuerce.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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