E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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El paro está en el 9%, el mercado inmobiliario moribundo, «confianza del consumidor» es un oxímoron y las tres cuartas partes de los estadounidenses están convencidos de que el país va por el derrotero equivocado. ¿Cómo es entonces que el Presidente Obama saca ventaja a cada uno de sus probables rivales Republicanos en las encuestas? ¿Y por qué leches crece la diferencia en lugar de cerrarse?

Es simple: los votantes están prestando atención a lo que está diciendo el elenco de candidatos Republicanos — no sólo a los ataques a Obama-ganchos para el aplauso, sino a lo que proponen hacer los candidatos en economía. Cuanto más hablan, más desanimado parece quedar el electorado.

Perder estas elecciones debería depender de los Republicanos. Parecen decididos.

Un sondeo NBC-Wall Street Journal realizado la pasada semana situaba a Obama derrotando a Mitt Romney — su rival más formidable — por un margen de seis enteros, 49 por ciento frente a 43 por ciento. No es una ventaja enorme, pero la tendencia va en favor de Obama. El mes pasado, el mismo sondeo situaba al presidente por delante de Romney por dos enteros solamente; en agosto, Obama tenía un único punto de ventaja.

Los sondeos muestran que Obama está dejando atrás básicamente a todos los demás. Hace un par de meses, el Partido Republicanos se podía consolar en el hecho de que en un hipotético encuentro entre Obama y un Republicano genérico cualquiera, los sondeos situaran al presidente perdiendo por un margen estrecho. Pero las encuestas más recientes muestran que Obama ha tirado hasta de los de la categoría «Obama No» y quizá sacado un poco de ventaja.

Lo que el reparto de candidatos Republicanos ha fracasado estrepitosamente en hacer es desarrollar un discurso convincente en torno a la economía. Los candidatos actúan como si el descontento generalizado con la actuación de Obama y los Demócratas fuera a bastar para ganar las elecciones. Pero los electores están recibiendo toda clase de motivos para sospechar que las políticas Republicanas agravarán las cosas.

Vea la crisis del mercado inmobiliario. Ningún golpe económico se ha sentido de forma más generalizada que el colapso del valor de la vivienda, teniendo pendiente de pago alguna letra de la hipoteca hasta la cuarta parte de los titulares, entendiendo que deben más que el valor de tasación de la propiedad. Las instituciones bancarias tienen que sanear un enorme inventario de ejecuciones, lo que significa que las presiones bajistas sobre los precios van a continuar. Los bancos que en tiempos extendían préstamos al consumo sin hacer preguntas han endurecido las normas de crédito al extremo en el que ciudadanos de clase media-alta con alguna mancha en su historial crediticio son rechazados.

La respuesta de la administración Obama ha sido tenue e ineficaz. ¿Qué dicen entonces los candidatos Republicanos? En lugar de criticar al presidente por hacer muy poco para ayudar a los hipotecados con el agua al cuello, le critican hasta por intentarlo.

Fue la opinión de consenso en el debate del pasado miércoles en Michigan Romney dijo que la administración Obama ha intentado «detener los desahucios, el proceso normal del mercado», y prometía que de salir elegido «haré lo diametralmente opuesto a lo que ha hecho el Presidente Obama».

Preguntado si dejará que los desahucios sigan adelante simplemente, con independencia del impacto, Romney respondía con una pregunta: «¿Qué hacer si no exactamente?… ¿Que el estado acuda al mercado y compre todas las casas de América? Eso no va a pasar en este país. El mercado funciona».

Obama ha sido criticado por parecer frío y distante, pero Romney hace que parezca volcánico. Se puede imaginar al antiguo gobernador poniendo el brazo al hombro de un hipotecado que acaba de ser desahuciado y decir: «No llore. El mercado funciona».

La idea no es que los Republicanos sean malos empatizando. Eso lo sabemos. La idea es que la política importa — y los candidatos Republicanos no ofrecen nada nuevo.

Su receta para la tesitura económica es familiar: liberalización y bajadas de los impuestos. A nadie le gusta pagar impuestos, y nadie disfruta siguiendo un montón de ordenanzas, pero la gente no es idiota. Recuerda que intentamos estas medidas con George W. Bush y acabamos con una crisis que casi nos conduce a la Gran Depresión.

Según los sondeos, los votantes convienen con los Demócratas en cuestiones importantes como poner fin a las bajadas tributarias Bush a las rentas altas y conservar la seguridad social y el programa Medicare de la tercera edad. Convienen con los Republicanos en que el estado debe gastar menos, pero parecen cada vez más vacilantes a tenor de que alguno de los candidatos Republicanos vaya a recortar los presupuestos de una forma compasiva e inteligente.

El llamamiento de la candidata Michele Bachmann a convertir a Obama en «presidente de? una única? legislatura» no suscita la gran respuesta automática que solía. No ser Obama simplemente no basta. Los candidatos Republicanos tratan de vender un puñado de viejas políticas económicas de Reagan sin vestirlas al menos con retórica nueva, y me parece que los votantes no están tragando.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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