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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

Michael Burleigh en su libro «El Tercer Reich» se pregunta qué es lo que ocurrió en la moral de la sociedad alemana para que gente corriente que bajaba a comprar el pan, a recoger a los niños o a tomar café, mirara hacia otro lado y observara con indiferencia el holocausto que sucedía a su alrededor. Burleigh no habla de los generales alemanes, ni siquiera de los militares, sino del resto de la sociedad, en su conjunto, que aceptó la brutal actividad con naturalidad.

La explicación que recoge el libro habla de un puente al que se le van sustituyendo las piezas lentamente: primero un tornillo, después una ballesta, luego un travesaño… Los viajeros del ferrocarril no perciben esos pequeños cambios día a día. Por eso el día que el tren atraviesa el puente, ya completamente nuevo, sus viajeros no se dan cuenta de cómo se ha transformado. A la moral de los ciudadanos le pasó lo mismo, le fueron sustituyendo lentamente sus piezas y un día simplemente había cambiado completamente.

La explicación es enormemente lúcida y nos sirve como advertencia histórica. A aquella sociedad se le inoculó una religión política. La manifestacion radical de la ideología desenvocó en el irracionalismo. Se invocaron valores eternos supliendo las carencias de las iglesias tradicionales, y proporcionando «relatos omnicomprensivos que explican el mundo de una manera simple en épocas de inestabilidad»:

«sectores de las élites y las masas de gente normal y corriente decidieron renunciar a sus facultades críticas individuales en favor de una política basada en la fe, la esperanza, el odio y una autoestima sentimental colectiva de su propia raza y nación».

Recordaba este pasaje mientras leía la reacción de Bush ante la decisión de la Corte Suprema sobre los detenidos en Guantánamo y su derecho a acudir a los tribunales civiles.  Bush dijo ayer estar en contra de la decisión y no pasó nada. ¿Como puede un líder democrático decir que está en contra de que alguien pueda acudir a los tribunales? Bush, lo hace.

Mucho más preocupante me parece, sin embargo, la naturalidad con la que hemos asumido los demás la existencia de Guantánamo. 270 personas, que sepamos, se encuentran detenidas en un limbo en el que no existen garantías ni derechos jurídicos. Esto debiera haber provocado un enérgico rechazo global de la sociedad de los Derechos Humanos, y no ha sido así. La tibieza lo domina todo, incluso nuestras conversaciones.

A nuestro puente le estan intentado cambiar los tornillos. De nosotros depende que no sea demasiado tarde.

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