El traslado de los disturbios de Londres a otras ciudades del Reino Unido se analiza en la blogosfera como la prueba de que existe un hartazgo generalizado a causa de la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades. Algunos hablan de un «error del sistema» que no se solucionará sólo con mano dura.

Asi quedo un edificio en Londres
(Foto: Flickr/Applekisu)

Rosa María Artal en El periscopio: «Disturbios en Londres, una vuelta de tuerca«. Subraya: » Una revuelta hija de un tiempo de consumismo, deseducacion, desinformación, y flagrantes injusticias.  ¿Se justifica todo esto? No. En ningún caso. Se explica. Llamo la atención sobre que los problemas de fondo no han cambiado un ápice, se agravan cada día. Peligrosísimo camino: suele acabar muy mal».

Ramon Lobo en Aguas internacionales: «Londres en llamas«. Destaca: «Lo que muestran las imágenes es vandalismo, hooliganismo, hombres encapuchados y enmascarados; no hay eslóganes, ideas, propuestas, solo una furia destructora cuyas víctimas son los pequeños comercios, personas tan o más castigadas por la crisis. La pobreza y las tensiones raciales son la gasolina que aviva el incendio, como sucedió en las banlieues de París. Existe un Cuarto Mundo paralelo, dentro del Primer Mundo, que la mayoría no ve».

Marco Schwartz en Versión libre: «Londres y los campos minados«. Apunta: «Las políticas exclusivas de ??mano dura? tal vez surtan efecto en el corto plazo y satisfagan a determinados sectores de la sociedad, pero no resuelven el problema de fondo. El sociólogo Zygmunt Bauman asociaba lo ocurrido no con una revolución, sino con un campo minado creado por la desigualdad social, en el que resulta muy difícil localizar las minas e impedir que exploten aquí y allá. Hoy es Londres; mañana?»

Hugo Martínez Abarca en Quien mucho abarca: «London calling?» Sostiene: «Las apabullantes imágenes que nos llegan se parecen más a las de las revueltas árabes en las que hay más violencia y cuyos dictadores también califican a los manifestantes como delincuentes comunes. Pero sabemos poquísimo y lo poco que sabemos hace incomprensible que una reacción tan intensa perviva durante cuatro días e incluso se expanda por otras ciudades británicas».

Javier F. Barrera en Escolar: «London calling«. Se pregunta: «¿Qué quedará de todo esto? Más allá de los dos o tres centenares de detenidos, la lamentable imagen para la sociedad bienpensante de Londres en llamas, de la Policía reculando, lo que destilan los acontecimientos es un error de sistema. Es la juventud que está harta y protesta a su manera. Es lo de siempre. Pero de una forma nueva que trasciende y conecta a unos individuos con otros».

Gema Galdón en Civismos incívicos: «London´s burning«. Asegura: «Aunque gran parte del vandalismo de estas horas en Londres no es político ni defendible, las revueltas son la cara previsible de las políticas de austeridad…. En ausencia de esperanza, en ausencia de proyecto colectivo, en la ausencia de un relato compartido de construcción de un futuro mejor, la rabia y la destrucción actúan como única catarsis posible».

En Culturalia: «Londres arde y revueltas se extienden». Defiende: «durante los últimos meses había habido síntomas de quiebra social pero las autoridades, los responsables políticos, nada hicieron para mejorar la vida de miles de jóvenes marginados que nada tienen y que por tanto tampoco tienen nada que perder. No es por tanto una cuestión policial, es una cuestión de justicia social. Tiene que ver esencialmente con la sordera de los políticos, en este caso ingleses. Lamentablemente esta enfermedad está extendida entre muchos políticos europeos, por quedarme tan sólo en este continente.

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