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En los momentos de impotencia y dolor, solo el recurso de la sonrisa sirve de paliativo ¡Sonriamos pues!
Corría ??hace muchos años? otro mes de agosto como este, (aunque, desgraciadamente, solo estan siendo semejantes en el calendario?) Corría aquella tarde de verano de Riaza, en la que en mi cabeza solo cabían los juegos. ?ramos tan pequeñas? Fefa, inmaculadamente vestida de blanco, nos había llevado a jugar junto a un prado con vacas, guardado por un vaquero que pienso yo sería algún novio. Todo pasó muy deprisa y únicamente recuerdo pánico, y el vestido de nuestra cuidadora pintado de rojo con mi sangre. De aquella herida conservo en el brazo una enorme cicatriz, a la que yo inmediatamente bauticé con el nombre de ??cornada?. Durante aquel verano y mucho tiempo después seguí vendiendo mi heroicidad sanferminera.
El otro día no tuve mas remedio que aceptar mi nueva realidad, porque paseando otra vez por Riaza, me encontré de frente con una vaca, que en un principio me ojeó, pero que inmediatamente me identificó. Reconocí sus genes en la mirada, y acepté a pies juntillas que el ADN existe, y no solo porque me lo contaran los que entienden. Sería su tataranieta o más, pero estoy segura pertenecía al árbol genealógico de aquella otra que con solo mirarme hizo que yo me olvidara del advertido alambre (aquel que mi fantasía infantil convirtiera en ??cuerno?) En nuestro cruce de miradas leí el mensaje: ?? no fue un cuerno el que te hirió, fue el MIEDO?. Dicho esto siguió rumiando su hierba, yo mi regaliz.
Los animales tienen un sexto sentido?

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