Una cajetilla de tabaco, una goma de borrar, una foto, una horquilla, unas cerillas… pueden parecer cosas insignificantes, pero durante décadas han sido conservados como un tesoro por familias de toda España, porque son lo último que han conservado de sus seres queridos muertos a manos de la Dictadura. Un grupo de investigadores de la UNED ha pasado diez años recolectando estos objetos que han «guardado una memoria perseguida» y que ahora forman parte de la exposición itinerante «Las pequeñas cosas«.

En el caso de Heliodoro Meneses, uno de sus primos presenció su fusilamiento y antes de que fuera arrojado a una fosa común, sacó de su bolsillo  todo lo que tenía: una cajetilla de tabaco, cerillas, un trozo de lápiz, una goma de borrar y una horquilla. Su familia lo guardó todo envuelto en el pañuelo ensangrentado que también llevaba a modo de tesoro secreto.  Los seres queridos de Vicente Verdejo, por su parte, han conservado la cajetilla de cigarrillos en la que escribió una despedida a su mujer y sus hijos antes de ser ejecutado. En otros casos, las familias han guardado cartas, fotografías, certificados, etc.

Todas estas «pequeñas cosas» han supuesto, para quienes los custodiaron, a la vez una forma de rebeldía, orgullo y memoria. Y han servido para mantener vivo el recuerdo de los fallecidos en las siguientes generaciones. Ahora además, forman parte de una exposición, que se ha inaugurado en Madrid, en la sede de la UNED, pero que va a recorrer otros puntos de España en el transcurso de 2020, y que tiene como objetivo mostrar una «memoria perseguida y silenciada por el franquismo, que tuvo que buscar en las orillas de la sociedad un rincón donde poder sobrevivir».

 

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