Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «En cualquier otra circunstancia, si los secretarios judiciales o los jueces hubiesen convocado paros en señal de protesta por la acumulación de trabajo, por la falta de medios para cumplir misión tan delicada e importante, España entera les hubiera comprendido. Pero asociada al ‘caso Mari Luz’, la protesta produce urticaria. Una niña fue asesinada. Y, por muy explicables e involuntarios que fueran los errores de la secretaria judicial o del juez, los imaginábamos humanamente hundidos, enfermos de depresión, recluidos en un monasterio… porque habían fallado. Y los encontramos airados, exhibiéndose públicamente como víctimas, porque se les sancionó. ¿Y qué decir de los jueces?. Primero, el Consejo General del Poder Judicial aplica al juez Tirado una sanción ridícula, que produce alarma social, y se indigna cuando la sociedad entera se escandaliza. Hoy ha montado un auto sacramental, con el gremio entero a sus espaldas, para denunciar el acoso a su independencia, la presión que padece para aumentar la sanción; y de paso, para envolverse en coartadas y atenuantes y proclamar su inocencia universal.

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Todo lo que falla en la justicia es culpa de los demás, ¡a propósito! Cómo nos gustaría que esa preocupación por la independencia se manifestara cuando la política aprieta de verdad, que es cuando el Consejo se hace pastueño y los demás jueces callan. En fin, un día muy de nuestro tiempo, de la sociedad del «yo no he sido», de adultos infantilizados, incapaz de asumir sus errores y su responsabilidades. La única víctima de verdad en este caso es una niña de cinco años, asesinada porque demasiada gente falló. Sólo le faltaba esto, que todo el mundo escurriera el bulto.»

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