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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

Ayer la asamblea de Sol tomó la decisión de levantar la acampada el domingo día 12. Se hizo por consenso en una reunión multitudinaria, compleja, donde afloraron diferentes visiones, lo que llegó a ser agotador. Las palabras consenso y disenso fueron tan repetidas que en ocasiones resultaba hilarante. Finalmente pasadas las doce de la noche se cerró esa conclusión: el 12 se levanta y quienes quieran quedarse deberán proponer fórmulas.

El resultado no fue muy diferente a la iniciativa que planteaba el equipo de legal cuando empezó la asamblea -y que había sido elaborada junto a otros grupos de trabajo-, y sin embargo se introdujeron algunos matices y se escuchó a los que querían aportar su visión.

Más allá de la decisión de levantar la acampada o no, e incluso de que esa decisión llegara a la asamblea prácticamente tomada, hay aspectos sobre la forma en que se discuten las decisiones allí muy interesantes.

Sol y en general el movimiento del 15M están resultando un experimento de antropología política francamente interesante que debería ser objeto de estudio.

El hecho de que la acampada se marche, reduzca, o transforme, no significa que el movimiento está desinflándose, más bien al contrario. La acampada ha logrado dos importantes conquistas: visibilidad y coordinación.

Cientos de personas se reunen ahora silenciosamente y desde hace semanas articulando grupos de trabajo y de debate político. No hacen ruido, no se les ve, pero están allí, planteando acciones. De las acampadas por todo el país y de su impacto mediático global ha surgido un colectivo suprasindical, antes disperso, que ahora ha quedado vinculado por internet en listas de correo, grupos de twitter, seguidores de redes sociales, etc…

Es decir que hoy miles de ciudadanos indignados  (solo en el grupo de facebook hay mas de 400.000) están en contacto y dispuestos a coordinarse en caso de movilizaciones. Eso, en sí mismo, es todo un éxito : la mejor base de datos, la red social de descontentos más amplia de la historia de este país, si exceptuamos la lista del paro en la que dificilmente unos pueden entrar en contacto con los otros.

Respecto a la toma de decisiones a mi me llamó especialmente la atención lo farragosas que pueden a ser algunas asambleas, especialmente cuando asiste tanta gente. Sin embargo el objeto de una asamblea no es necesariamente la agilidad, sino que todo el mundo pueda aportar un punto de vista y enriquecer la decisión final. Una de las normas más edificantes, por ejemplo, es que uno no se puede oponer a una iniciativa sin más, salvo que ofrezca una alternativa. Convendría de todas formas abrir un debate paralelo sobre los propios procedimientos pues un poco de agilidad evitaría las cesiones por agotamiento, como sospecho que ocurrió ayer.

En definitiva. La democracia parecía hasta hace un mes un mecanismo moderadamente eficaz pero, pese a las creencias interesadas, también es un ente vivo que tiene deficiencias. El tiempo pasa, las necesidades de los pueblos y sus costumbres se transforman y por tanto parece lógico que también lo hagan los mecanismos de articulación social. La gente quiere participar y por eso resulta formidable el experimento político al que está asistiendo la sociedad española. Quizá sea el medicamento que necesita el sistema político en el que vivimos.

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