Iñaki Gabilondo en Noticias Cuatro: «Cuarenta años después de que Martin Luther King fuera asesinado porque había tenido un sueño, el de la igualdad racial, y convocaba a todos a luchar por hacer realidad ese sueño, Barack Hussein Obama optará a la Presidencia de los Estados Unidos. Un país que en ocasiones resulta odioso pero que en muchas otras nos brinda lecciones admirables.

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Obama, negro, hijo de keniata y de americana, educado durante su infancia en Indonesia, es la opción de los demócratas para conquistar la Casa Blanca. Es un salto gigantesco en una nación cuya estructura demográfica se transforma: uno de cada diez habitantes no es nativo, siete millones de mestizos tienen menos de dieciocho años. Pero hay otras cosas a destacar. El viento de cambio, el nuevo tiempo que Obama quiere representar, es un mensaje válido más allá de su propia nación. Es una respuesta al hartazgo ciudadano por el secuestro de la política por parte de los partidos, de los sanedrines y las burocracias. Es la reclamación ciudadana de un regreso a lo real, a la vida de la gente, a la solución de sus problemas. Un aliento social que Bush ha contribuido a desarrollar de forma decisiva, con la invasión de Irak y la catástrofe económica. Es también el salto a la palestra de una nueva generación de votantes jóvenes, que no entienden la vida como un sistemático enfrentamiento, y a los que ha sonado bien un discurso, el de Obama, que habla de unidad para superar las fracturas sociales, políticas y raciales. Obama interpreta la dulce música de los sueños posibles, que no se había oído desde Kennedy; y que, hoy como ayer y como siempre, los seres humanos necesitan. Superado el escollo Hillary Clinton, se alzan ante Obama dos grandes obstáculos: el primero, superable, su rival republicano, John McCain. El segundo, mucho mas difícil, convertir sus bellas palabras en acción política.»

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