Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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En su novela «El complot contra América,» Philip Roth imaginaba que Charles Lindbergh, un aislacionista y un antisemita (pero un estupendo piloto), se postulaba a la presidencia en 1940 y derrotaba a Franklin Roosevelt. En su novela «Patria,» Robert Harris imaginaba una Gran Bretaña que había sucumbido a los Nazis. Estas obras son catalogadas de «historia alternativa.» Esta es mi contribución al género: Sarah Palin llega a ser presidenta de los Estados Unidos.

¿Trasnochado? No tanto. Después de todo, Palin estuvo realmente en la lista electoral Republicana, y el candidato Demócrata era a la vez profano a nivel nacional y el primer afroamericano en aspirar a la nominación. Un error importante por alguna parte y el ganador podría haber sido John McCain, el más anciano en ser elegido presidente nunca.

Mis hermanos y hermanas del comentario periodístico pasaron un animado fin de semana del 4 de Julio dándose un festín con Palin y su decisión de dimitir como gobernadora de Alaska. Sus palabras fueron escrutadas en busca de significado y sus planes deducidos mientras expertos políticos de ambos partidos analizaban su maniobra para ver si realmente es tan inteligente o tan estúpida como aparenta para quien la mira. Todo el mundo lo pasó en grande.

Sería adecuado por nuestra parte, no obstante, considerar lo cerca que estuvimos del desastre total — la cuestión «contrafactual» sugerida arriba. Un artículo reciente en el Vanity Fair brinda pruebas adicionales de lo desagradable que una vicepresidenta (o presidenta) Palin habría resultado. Durante la campaña, demostró ser alérgica a las ruedas de prensa y permaneció decidida a dejar que el conocimiento le pasara de largo. Más recientemente, explicaba su decisión de — me tomo la licencia del Partido Republicano — abandonar como gobernadora de Alaska practicando errática un idioma desconocido, explicándose después en una avalancha de Twiteos que sólo plantean más dudas. Una duda, sin embargo, ha quedado zanjada: No está preparada para el puesto.

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La duda que mejor despierta Palin es que fuera elegida para la lista Republicana — una elección jerárquica tomada por McCain. Fue la decisión más imprudente que ha tomado cualquier político nacional que se recuerde, y mientras que ciertamente ello dice algo de McCain, dice aún más de su partido. Ha perdido el rumbo.

Recuerde, después de todo, que Palin no era la elección favorita de McCain. Que se trataba de Joe Lieberman o Tom Ridge. Ambos fueron rechazados por el propio partido a causa de su decepcionante moderación en asuntos sociales sobre los que el Presidente tiene la autoridad directa de todas formas — el aborto, sobre todo — y en el caso de Lieberman porque había sido Demócrata. En un estado de desesperación, McCain recurrió a Palin.

¿Hubo algún grito de protesta? No. ¿Exigió saber el Partido Republicano qué demonios había hecho de labios de McCain? De nuevo, no. ¿Estaba bien por parte del Partido Republicano que la persona a un pelo de la presidencia fuera — ya me perdonará, pero es cierto — una rara sin ninguna experiencia nacional en absoluto? Puede apostar. El partido se había rendido, aceptando a una nulidad porque era contraria al aborto en lugar de a un templado senador o a un exgobernador porque ellos no lo eran. La ideología ganó. La nación perdió.

Casi tan interesante como Palin es el Gobernador de Carolina del Sur Mark Sanford. Deje a un lado su aventura. Estas cosas pasan. Concéntrese en su lugar en la forma en que ocultó su aventura — desapareciendo por las buenas y centrando la atención en sí mismo. Observe que antes incluso de que de alguna manera llegara a Buenos Aires por una ruta forestal de los Apalaches, era famoso por rechazar el dinero federal del estímulo. Antes de eso, siendo congresista, afirmaba haber rechazado una dieta por desplazamiento — y un catre — y decía, «Yo duermo en el suelo de mi despacho.» La mayor parte de nosotros consideraríamos excéntrico este comportamiento. Dentro del Partido Republicano, era interpretado como madera presidencial.

¿Sigo? Newt Gingrich, otro posible candidato, es el geiser del Partido Republicano, entrando en erupción de forma regular. Recientemente sugería que la juez Sonia Sotomayor es una racista a causa de sus comentarios en torno a la claridad de juicio de «una latina sabia.» Más tarde se disculpaba, pero su capacidad de escándalo está más que demostrada. Es el mismo Gingrich, recordará, que en 1995 se llevó un berrinche cuando el Presidente Clinton lo sentó en la última fila del Air Force One y después, con ingeniosa malicia y alevosía, no volvió para hablar. En cuanto al resto de los candidatos Republicanos, todos ellos deben ser examinados por el Gran Inquisidor del partido, Rush Limbaugh, un eructo de los bajos fondos.

Para Tina Fey, Sarah Palin era material de comedia. Para el resto de nosotros, ha sido la diversión de un puente del verano. Pero cuando las bromas hayan terminado, debe preguntarse qué demonios estaba haciendo en la lista electoral Republicana y qué habría pasado si McCain hubiera ganado. Sólo parte de esto es historia alternativa. El resto es realidad de la que pone los pelos de punta.

Sección en convenio con el Washington Post

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