Por definición, son los encargados de hacer una reflexión crítica sobre la sociedad y la vida y de ampliar las miras del ser humano. Y a veces el pensamiento de algún intelectual trasciende tanto que sus palabras se convierten en una poderosa herramienta para transformar el mundo… o algunas vidas. Ya sean escritores, científicos o artistas, radiocable.com ha recopilado algunos de los mejores y más inspiradores discursos pronunciados por intelectuales.

Jose SaramagoJose Saramago cuando recibió el Premio Nobel evocó a los personajes maestros: » Al pintar a mis padres y a mis abuelos con tintas de literatura, transformándolos, de las simples personas de carne y hueso que habían sido, en personajes nuevamente y de otro modo constructores de mi vida, estaba, sin darme cuenta, trazando el camino por donde los personajes que habría de inventar […] acabarían haciendo de mí la persona en que hoy me reconozco: creador de esos personajes y al mismo tiempo criatura de ellos.»

Gabriel García Marquez en 1982, también al recibir el Nobel mezcló literatura y política al hablar de La soledad de América Latina: «Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida.»

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Elie Wiesel pronunció en 1999 un discurso en la Casa Blanca sobre los peligros de la indiferencia: «Evidentemente, la indiferencia puede resultar tentadora. En ocasiones, incluso seductora. Resulta mucho más fácil apartar la mirada de las víc­timas. Es mucho más fácil evitar estas abruptas interrupciones a nuestro trabajo, nuestros sueños y nuestras esperanzas. A fin de cuentas, es extra­ño y pesado implicarse en el dolor y la desesperación de los demás. (…) En cierto sentido, ser indiferente a ese sufrimiento es lo que deshumani­za al ser humano.

Albert EinsteinAlbert Einstein dejó ante la Liga alemana de los derechos humanos unas refelxiones que tituló como su credo:  «Mi pasión por la justicia social me ha llevado a veces a conflictos con otras personas, asimismo como mi aversión hacia cualquier obligación y dependencia, las que no considero como algo absolutamente necesario. Tengo en alta consideración al individuo y una insuperable aversión por la violencia. Todos estos motivos me han convertido en antimilitarista y un pacifista apasionado. Estoy en contra de cualquier nacionalismo, incluso en forma de mero patriotismo.»

Pablo Neruda, al recoger su Premio Nobel: «Los errores que me llevaron a una relativa verdad, y las verdades que repetidas veces me condujeron al error, unos y otras no me permitieron -ni yo lo pretendí nunca- orientar, dirigir, enseñar lo que se llama el proceso creador, los vericuetos de la literatura. Pero sí me di cuenta de una cosa: de que nosotros mismos vamos creando los fantasmas de nuestra propia mitificacion. De la argamasa de lo que hacemos, o queremos hacer, surgen más tarde los impedimentos de nuestro propio y futuro desarrollo.»

Miguel de Unamuno en un enfrentamiento verbal el 12 de octubre de 1936 con el general franquista Millan Astray pronunció su famoso discurso: «¡?ste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha».

Gervasio SnachezGervasio Sanchez recibió el Premio Ortega y Gasset de Fotografía y al recogerlo, en presencia de autoridades y políticos, hizo esta reivindicación: «Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos. Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.»

Albert Camus aceptó su premio Nobel con palabras como estas: «el papel de escritor es inseparable de difíciles deberes. Por la definición no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren. Si no lo hiciera, quedaría solo, privado hasta de su arte. Todos los ejércitos de la tiranía, con sus millones de hombres, no le arrancarán de la soledad, aunque consienta en acomodarse a su paso y, sobre todo, si en ello consiente. Pero el silencio de un prisionero desconocido, abandonado a las humillaciones en el otro extremo del mundo basta para sacar al escritor de su soledad.»

Harold Pinter cuando recogió su Nobel de Literatura hizo -vía video- un alegato por la responsabilidad del artista y lo ilustro con una feroz crítica a la politica exterior de EEUU: «El lenguaje en el arte es una ambiciosa transacción, unas arenas movedizas, un trampolín, un estanque helado que se puede abrir bajo tus pies, los del autor, en cualquier momento. Pero, como he dicho, la búsqueda de la verdad no se puede detener nunca. No puede aplazarse, no puede retrasarse. Hay que hacerle frente, ahí mismo, en el acto.»

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José Ortega y Gasset dejó en esta reflexión sobre el valor de los libros, la lectura y el papel de las bibliotecas: «El libro, pues, al conservar solo las palabras, conserva solo la ceniza del efectivo pensamiento. Para que este reviva y perviva no basta con el libro. Es preciso que otro hombre reproduzca en su persona la situacion vital a que aquel pensamiento respondía. Solo entonces puede afirmarse que las frases del libro han sido entendidas y que el decir preterito se ha salvado.»

Camilo José Cela dió, cuando recibió el Premio Prícipe de Asturias, una serie de consejos: «En España, el que resiste, gana. Y también os lo digo, Alteza, porque habréis de lidiar durante vuestra vida, que para bien de todos os deseo larga y colmada de aciertos, con los tres embates que siempre se arrancan y siempre se estrellan contra el alma de los elegidos: el hombre impaciente, el del tiempo inclemente y el de la circunstancia desaforada e hiriente.»

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