La periodista Olga Rodríguez señaló en La Cafetera de radiocable.com las «muchas limitaciones» a las que se enfrentan los familiares de desaparecidos por la dictadura franquista como Eugenio Insúa. Un proceso, el de búsqueda y exhumación , que «tiene muchas limitaciones», porque hay «muchos sitios en los que aún no se habla de ello». De hecho, explicó, «uno de los procesos más duros» para las familias es ir a los pueblos y preguntar lo que pasó. Porque hay pueblos en los que «te niegan que eso pasó». Por eso, afirmó: «Es importante que el Estado se encargue de ello, para privar de humillaciones a las familias, que en muchos casos se ven enfrentadas a este tipo de problemas y negativas constantes».

Exhumacion en Cementerio Guadalajara de Timoteo Mendieta y unos 20 mas_9-5-2017

Recordó las palabras de una de las voluntarias que trabaja en el proceso de exhumación, que no solo consiste en «hallar localizar huesos y sacarlos, es también un proceso través del cual se rompe el silencio». Los primeros días, cuando los voluntarios y los arqueólogos y arqueólogas bajan a la fosa, «hay mucho silencio». Poco a poco, esa fosa empieza a estar rodeada de familiares afectados, después de gente que se acerca a dar apoyo y de gente que vive en el pueblo. Y, finalmente, «se atreven a romper el silencio y empiezan a intercambiar recuerdos, que en muchos casos son compartidos por primera vez».

Para Olga Rodríguez «es cómo mover el engranaje de la historia, reordenar las cosas y extraer esa historia tan oculta y subterránea».  Una historia que «nos atraviesa a muchísima gente, a todo un país, de una manera u otra». Porque «nos explica como país y como sociedad».

Los testimonios «son muchos», como el de su propia familia. Su bisabuelo era un maestro herrador de un pueblo de León, de Mansilla de las Mulas, que fue asesinado con 39 años de edad. Dejó siete hijos huérfanos. Entonces, el mayor tenía 17 años,  que era su abuelo, y el menor tenía 11 meses.  Y su bisabuela tuvo que sacar adelante a los siete «en condiciones de pobreza».

Además, el proceso de exhumación de desaparecidos consiste en «romper ese silencio impuesto, recuperar la dignidad negada, y reivindicar un derecho básico que es poder enterrar a los tuyos y tratar de constatar que sí que existieron».

Contó que, «como a otros muchos y muchas», su abuelo fue a parar al campo de concentración de San Marcos, en León, y allí estuvo un tiempo. Posteriormente, lo hicieron desaparecer y lo llevaron a Villadangos del Páramo, un pueblo donde hay documentados al menos 86 fusilamientos.

El año pasado conoció a una mujer que le llamó por teléfono y le dijo «tú no me conoces pero me han dicho que me ponga en contacto contigo porque yo estoy buscando a dos tíos míos y quizás tú tengas datos porque eran de Villadangos, o sea de Mansilla de las Mulas». Cuando le dijo quién era su familia Olga Rodríguez le dijo que había oído hablar de su familia muchísimas veces en su casa. Entonces, quedaron, y empezó a contarle a esa mujer cosas de su familia que le habían contado y había grabado y transcrito. Y decidieron ir al pueblo juntas y recabar datos.

Recordó que España es uno de los países «que están en cabeza» en número de desaparecidos y enterrados en fosas comunes. Lo que supone «una asignatura pendiente en España en materia de derechos humanos» que la democracia española «nunca asumió, y que ahora empieza a ver la luz».

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