E. Robinson

Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson-Washington - La cosa llega a un punto tal que las medidas desesperadas -honradez brutal y transparencia completa- pueden ser la única forma de sacar a la economía de su rumbo suicida. Si es así, va a ser bastante doloroso.

Una dosis concreta de prestidigitación forma parte del diseño del sistema financiero y enriquece a todo el mundo. Pero aquellos a los que confiamos el dinero del mundo queda en evidencia que han actuado con tamaña codicia, irresponsabilidad e incompetencia que parece estar formándose un consenso en torno a las palabras de advertencia de George W. Bush, nuestro más grande aforista involuntario: ??Sin engaña una vez, la culpa es -la culpa es suya. Engáñeme- no lo volverá a hacer.?

Esta semana, la administración Obama se dispone a iniciar su «prueba de tensión» de las principales entidades bancarias estadounidenses para calibrar su estado de salud fundamental. Los funcionarios claramente quieren evitar la nacionalización de mamotretos tales como Citigroup o el Banco de América -una medida drástica que probablemente sería disfrazada gracias a un eufemismo agradable, como «custodia temporal.? Pero el mercado, al empujar implacablemente a la baja los precios de los valores bancarios, está expresando que algún tipo de toma de control es inevitable.

¿Qué credibilidad tendrán los funcionarios si informan de que los bancos aún tienen pulso? Es injusto que el equipo del Presidente Obama se pueda ver lastrado por los pecados del pasado, pero los antecedentes recientes de los reguladores federales son de un fracaso estrepitoso.

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Bernard Madoff, dicen ahora los investigadores, estafó lo que calculaba eran 50.000 millones de dólares de fondos de inversores y ahora parece que no había adquirido ninguna inversión en absoluto durante los 13 últimos años. Allen Stanford se llevó algo así como 8.000 millones de dólares y las autoridades son incapaces de encontrar los justificantes de los depósitos que presuntamente había realizado. Si como se presume los fraudes de esta magnitud fueron posibles a plena luz del día, delante de las narices del gobierno, ¿cómo serán los escándalos por descubrirse?

Esto no equivale a sugerir que los bancos estuvieran jugando a policías y ladrones. No equivale a afirmar lo que ya es obvio -que se pegaron la juerga padre durante una década, protegiendo nuestro dinero con la diligencia y la sobriedad de los miembros de las fraternidades de las películas universitarias de los 80.

Lo que le falta a estas alturas al sistema financiero entero es confianza, y la confianza no se podrá reestablecer hasta que sepamos lo mal que están las cosas realmente. Es comprensible que el Secretario del Tesoro Timothy Geithner y el resto del equipo económico de Obama tuvieran cuidado de no sacar a la luz información confidencial, pero no creo que les vaya a quedar otra. Si no dan un informe integral y sin censuras de lo que han descubierto en sus pruebas de tensión -modelos informáticos de la forma en que soportarán los bancos los diversos pronósticos económicos- las suspicacias seguirán presentes.

Nadie en sus cabales va a ingresar dinero en bancos que se piensa son «muertos vivientes» con más valores «tóxicos» en números rojos en sus balances que activos legítimos. De una forma u otra, el gobierno va a tener que claudicar -y hay motivos para realizar una ruptura limpia con el pasado, a través de la nacionalización o como quiera que se acabe llamando.

Algunos valores del sector financiero remontaron el lunes a cuenta de las informaciones de que el Tesoro era «receptivo» a una propuesta de Citigroup de en la práctica hacerse cargo del banco pero sin llegar a la nacionalización completa. Es comprensible que los inversores se vean animados ante la perspectiva de que el dinero que ya han invertido en Citigroup no va a desaparecer de la noche a la mañana gracias a la entrada del gobierno. Pero creo que mi reacción se aproxima más a la del ciudadano medio: ¿qué pinta Citigroup proponiendo cosas?

¿Los directivos de Citigroup, del Banco de América y de gran parte del estamento financiero restante no deberían estar haciendo simplemente examen de conciencia en una esquina y manteniendo la boca cerrada? El contribuyente ya ha desembolsado cientos de miles de millones de dólares rescatando a Wall Street, por no mencionar los billones que ya hemos arriesgado en diversas clases de avales. Unas disculpas sinceras y expresiones de agradecimiento serían algo lógico a escuchar. ??Tenernos un acuerdo que proponerle» es todo lo contrario.

Tener que hacerse cargo de una o varias de las grandes entidades es lo último que necesita la administración en su lista de medidas ya saturada, y entiendo el motivo de que Obama y sus asesores quieran hacer todo lo posible para evitar dar el paso. No van a poder evitar dar a conocer lo mal que están las cosas de verdad, no obstante. Harían bien en adelantarse a los acontecimientos y «dejar que entre la luz del sol,» porque el espejismo hace tiempo que ha desaparecido.

 Eugene Robinson

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