E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington.– El sistema funcionó. Las autoridades respondieron al atentado frustrado de Times Square como cualquiera – demostrando, una vez más, que ver el terrorismo exclusivamente en un contexto militar es erróneo. También es una cuestión policial.

Que Faisal Shahzad fuera detenido apenas 53 horas después de que presuntamente abandonara un todoterreno de lujo en un cruce de calles de Manhattan es verdaderamente motivo de thriller cinematográfico. Como sugería el comisario de la policía de Nueva York Ray Kelly, sólo el cazador de terroristas ficticio Jack Bauer del programa de televisión «24» de la Fox lo habría hecho mejor. Y al contrario que Bauer, los agentes reales de policía y agentes del FBI que resolvieron el caso ni siquiera tuvieron que torturar a alguien.

El incidente entero demuestra el valor del trabajo policial de siempre – y novedoso – a la hora de combatir la amenaza terrorista. Los policías de Nueva York hacían la ronda en las inmediaciones cuando unos trileros repararon en un vehículo sospechoso, que emitía ruidos de combustión y humo. La ciudad cuenta con una sofisticada unidad de artificieros que pudo desactivar con rapidez el coche-bomba casero. A partir del número de identificación del bastidor del vehículo, la policía encontró al último propietario del Nissan Pathfinder, que había vendido hacía poco el vehículo a un joven a cambio de metálico.

La policía y el FBI identificaron a Shahzad analizando las llamadas telefónicas realizadas con un teléfono móvil desechable. Entonces se produjo la única mancha en el estelar funcionamiento de las autoridades: los detalles de la investigación empezaron a filtrarse a las organizaciones de prensa, y los reporteros prácticamente acompañaron a la policía y el FBI hasta el escondite de Shahzad en Connecticut, según la crónica de la radio pública.

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El FBI le puso bajo vigilancia, pero al parecer Shahzad ya sabía que las autoridades estaban buscando a un varón de ascendencia paquistaní residente en su vecindario. Eso estrechó el cerco incómodamente, y al parecer Shahzad decidió salir corriendo. Los agentes del FBI que al parecer le perdieron la pista en una tienda de ultramarinos trabajaban en desventaja. Sabedor de que le seguían, optó por darles esquinazo.

El nombre de Shahzad fue añadido a la lista de exclusión aérea, exactamente donde debía haber estado. Si Emirates Airlines hubiera comprobado la lista actualizada, nunca habría podido embarcar en el vuelo con destino a Dubai. Pero, de nuevo, el sistema finalmente funcionó: La lista de pasajeros fue enviada de manera rutinaria a un centro de contraterrorismo para su examen final, y premio, el FBI había encontrado a su hombre. Llegaron justo cuando la puerta del aparato había sido cerrada pero antes de que el piloto hubiera llevado el aparato a pista.

Fue una especie de persecución. Pero es así como va a ser la lucha contra el terrorismo. La gente intenta hacer cosas malas, intenta esconderse, intenta escapar. El motivo de tener sistemas redundantes – una lista de pasajeros comprobada varias veces – es que los terroristas pueden aprovechar lagunas en una pero ser sorprendidos por la siguiente.

Shahzad fue detenido y acusado bajo el código civil. Fue interrogado antes de leerle sus derechos, dentro de la excepción adecuada por motivos de seguridad pública. Una vez leídos sus derechos, al parecer sigue hablando. No todos los terroristas imputados van a ser igual de charlatanes, pero el historial de los interrogadores civiles obteniendo información de esos sospechosos es bastante limpio. El terrorista detenido el día de Navidad, Umar Farouk Abdulmutalab, al parecer habló un poco, después guardó silencio, y después volvió a hablar. En ambos casos las autoridades dicen haber obtenido información valiosa y útil.

De manera que esto puede que acalle a aquellos que gritan «tribunales militares» después de cada atentado frustrado. No hay motivo para creer que los interrogadores militares habrían obtenido más información — o a esos efectos, que los tribunales militares serán más duros con los sospechosos de terrorismo. En las salas de lo civil, demuestran los antecedentes, los fiscales encuentran en general lo que buscan: condenas y penas duras.

¿Ratifica algo de esto el deseo del fiscal general Eric Holder de pretender juzgar a Jalid Sheik Mohammed, presunto cerebro de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en una sala federal civil? La idea es cuestionable puesto que el alcalde de Nueva York Michael Bloomberg puso reparos a la idea de Holder de celebrar el juicio en el bajo Manhattan. El hecho de que el atentado frustrado de Shahzad tuviera lugar en Nueva York sin duda eleva la probabilidad de que el caballero conocido como KSM sea llevado ante la justicia en un proceso militar.

¿Deberían hacernos sentir más seguros los sucesos de la última semana? Es alarmante que un ciudadano estadounidense sea acusado de un acto ruin. No hay garantías de que el próximo ataque sea tan chapucero como los que presuntamente intentaron perpetrar Shahzad y Abdulmutalab.

Pero la ciudadanía alerta y la labor policial impecable hacen las veces de nuestra primera línea de defensa — y se mantiene bien.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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