E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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[Eugene Robinson – Washingon] La pasada semana, los votantes hicieron una contundente declaración a propósito del liderazgo: Quieren más, por favor. Hasta el momento, no hay pruebas de que el Presidente Obama o los principales Republicanos del Congreso prestaran la más remota atención.

En su única entrevista ofrecida desde la masacre Republicana, con Steve Kroft, de «60 Minutes», Obama se mostró razonable, analítico, catedrático – pero también falto de inspiración y nada inspirador. Simplemente estoy siendo honesto, si bien no generoso; cuando Kroft preguntó qué había pasado con la «magia» de Obama, el presidente dio la impresión de estar preguntándose lo mismo.

Por falto de inspiración, me refiero a que no dio la impresión de que Obama tenga apetito por las delicadas batallas políticas que desde luego se van a producir durante los dos próximos años. No hubo ningún indicio, por ejemplo, de que busque la oportunidad de bajar a los Republicanos a tierra con motivo de todos los recortes presupuestarios irreales que ellos dicen querer acometer. Y por nada inspirador, me refiero a que el presidente no ofreció ninguna visión de un mañana mejor. En lugar de eso, esbozó un futuro menos oscuro que el actual.

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Obama dijo que ha descubierto que «el liderazgo no es sólo legislación» – que también es «una cuestión de persuadir a la gente… despertar confianza y persuadirla… marcar el tono». Reconocía que «no siempre hemos tenido éxito en eso», y a continuación llegaba la demostración.

«¿Se desanima? ¿Se encuentra de animado?» preguntaba Kroft.

«Sí me desanimo», respondió Obama, según la transcripción de la entrevista íntegra. «Pensaba que la economía habría mejorado a estas alturas. Ya sabe, una de las cosas que creo entenderá — como presidente se te piden cuentas de todo. Pero no tienes siempre el control de todo, ¿no? Y especialmente en una economía de este tamaño. Dispones de herramientas limitadas para estimular la clase de crecimiento del empleo que necesitamos. Pero tengo confianza fundamental en este país. Constantemente se me recuerda que hemos atravesado tiempos peores, y siempre hemos salido airosos. Y soy optimista con que lo mismo pasará esta vez. Ya sabe, se van a producir retrocesos, y podríamos dar dos pasos adelante y uno atrás, pero la trayectoria de este país es siempre positiva».

Bueno, puede ser injusto, pero los presidentes no tienen permiso para desanimarse. No tienen permiso para hablar de las limitaciones del cargo, ni del hecho de que se les pidan cuentas por todo, desde un clima inclemente a la ausencia de un sistema de segunda vuelta en el fútbol universitario. Los presidentes no tienen permiso para reconocer la familiaridad con el concepto de «un paso atrás». Y las cosas buenas no «van a pasar», según el léxico presidencial. Pasan siempre.

Tal vez Obama encuentre esa magia perdida durante su visita a la India y las demás escalas por Asia. Pero como dice el Representante John Boehner, seguro nuevo presidente de la Cámara, es el presidente quien «marca la agenda» en Washington. El día después de que George W. Bush recibiera una paliza en las legislativas de 2006, despedía a Donald Rumsfeld como secretario de Defensa. Un buen refuerzo del gabinete a la vieja usanza sería una forma de hacer saber a los votantes que la administración tiene intención de seguir adelante – en lugar de lamentarse por tener que gobernar en momentos económicos malos.

Y además, la Casa Blanca ha tenido un golpe de suerte en momentos difíciles: En términos de liderazgo positivo previsor, los Republicanos ofrecen aún menos.

Boehner y el secretario de la oposición en el Senado Mitch McConnell han apuntado demasiado bajo. Ellos hablan de controlar el gasto público y rebajar de forma drástica el déficit, pero no tienen ningún plan para lograr estos objetivos – ningún plan que estén dispuestos a dar a conocer en detalle, al menos. No dicen lo que van a recortar. No dicen la forma en que pretenden abordar las prestaciones sociales.

Su intención parece ser pasar los dos próximos años orquestando votaciones en gran medida simbólicas en torno a si deshacer o no lo que Obama ha hecho. La opinión pública dio a Obama una luna de miel «es culpa de Bush» de sólo unos meses; apuesto a que Boehner y McConnell tendrán aún menos cisco «es culpa de Obama».

El grupo Demócrata en el Congreso más reducido y mucho más progresista tiene una agenda clara: a toda marcha en una campaña de reforma progresista. Los Republicanos del movimiento fiscal recién elegidos tienen una agenda clara: atrás toda, hasta 1789. Si nadie más quiere gobernar el barco, la gente llena de pasión e ideas estará encantada de virar el timón. Cuidado icebergs.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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