E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Cómo proceder en Afganistán será una de las decisiones más difíciles y de mayor repercusión que el Presidente Obama tome nunca. Pero es él quien tiene que decidir, y no sus Generales. Los hombres de las estrellas en los hombros – y lo digo con enorme respeto a su patriotismo y servicio al país ?? tienen que callarse y cumplir órdenes. El General Stanley McChrystal, mando de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN destacadas en Afganistán, tiene derecho a tener su opinión de la mejor manera de avanzar. Pero no pinta nada emprendiendo una campaña pública para conseguir apoyos a su opción preferida, que consiste en enviar decenas de miles de soldados más a un país conocido otrora como «el cementerio de los imperios».

La opinión de McChrystal – que una estrategia que emplee menos recursos en aras de objetivos más limitados sería «miope» – es algo que la Casa Blanca necesita oír. ?l es, después de todo, el hombre que Obama puso a cargo de Afganistán, y sería absurdo no tomar en cuenta su análisis de la situación. Pero McChrystal está fuera de lugar tratando de vender su posición públicamente, como hizo la semana pasada en un discurso en Londres.

El Secretario de Defensa Robert Gates hizo bien en llamar al orden. Gates dijo el lunes que es «imperativo» que líderes militares y civiles «ofrezcamos nuestro mejor consejo al presidente, honesta pero reservadamente». Creo que eso es jerga del Pentágono para decir: «Calladito estás muy guapo, Stan.»

Las declaraciones de McChrystal llegaron en un momento crucial en el que la Casa Blanca está inmersa en un examen fundamental de la política de Afganistán. Algunos funcionarios, incluyendo al Vicepresidente Biden, han abogado por un enfoque minimalista en términos de metas y recursos. Obama ha llamado a Afganistán una «guerra de necesidad», pero ahora debe enfrentarse a las consecuencias de la escalada abierta.

McChrystal, en su defensa pública de un mayor número de efectivos, parecía estar tratando de limitar las opciones de Obama. Pero lo que queremos conseguir en Afganistán es una cuestión política, y no pagamos a nuestros Generales para que hagan política. Esa es la labor del presidente y el Congreso – y si nuestros líderes electos deciden marcharse mañana o quedarse 100 años, el trabajo de los Generales es hacerlo posible.

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Para que conste, ésta sería mi postura incluso si McChrystal estuviera discutiendo la posibilidad de una retirada inmediata – o incluso si George W. Bush, en lugar de Obama, fuera el presidente cuya autoridad estuviera siendo socavada. En octubre de 2006, cuando el jefe del Estado Mayor del ejército británico dijo públicamente que Gran Bretaña debe retirarse de Irak debido a que la presencia de tropas extranjeras estaba alimentando la insurgencia – una opinión que comparto de todo corazón – sostuve que debía ser despedido. Escribí que no me gustaban «los Generales en activo que se entrometen en política, ni siquiera cuando estoy de acuerdo con ellos». Si los mandos militares quieren concebir y aplicar una estrategia geopolítica, deben abandonar sus puestos de trabajo y concurrir al cargo.

En un informe confidencial al presidente – filtrado hace dos semanas a Bob Woodward, del Washington Post – McChrystal abogó por una estrategia de contrainsurgencia que básicamente consiste en proteger al pueblo de Afganistán de los talibanes y Al Qaeda, y ganando así los corazones y las mentes de la población. Para ello se requiere mucho más que las 62.000 tropas estadounidenses destacadas hoy en el país. Así que, lógicamente, McChrystal quiere más efectivos – y los quiere cuanto antes.

Pero constituiría una dejación de sus funciones que el Presidente no considerara las alternativas. Me parece que hay una contradicción evidente en el análisis de McChrystal. Si la historia apunta algo en torno a Afganistán, es que la presencia de un gran número de tropas extranjeras tiende a exacerbar la resistencia nacionalista. Sin embargo, poner en práctica el plan de McChrystal exigirá muchas más tropas estadounidenses — los informes dicen que el General quiere hasta 40.000 efectivos, lo que hará la «presencia norteamericana» casi tan considerable como la de los militares durante la ocupación soviética de la década de los 80.

Una alternativa sería la de centrarse únicamente en la eliminación de la posibilidad de que Al-Qaeda pueda volver a utilizar alguna vez Afganistán como trampolín de ataques contra los Estados Unidos o sus aliados. Pero eso significaría tolerar e incluso negociar con los odiosos talibanes, que están resurgiendo. Y con un Pakistán dotado de armas nucleares al este de Afganistán, y un Irán con aspiraciones nucleares al oeste, calibrar la presencia estadounidense adecuada puede ser un ejercicio de alto riesgo.

En privado, Obama necesita escuchar los consejos de McChrystal. Públicamente, tiene que escuchar una simple frase del General: «Sí, señor Presidente.»

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.

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