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Fernando Berlín, el autor de este blog, es director de radiocable.com y participa en diversos medios de comunicación españoles.¿Quien soy?english edition.

Luis Alfaro me ha hecho llegar el documental «Las luces de Defalé«. Es su reportaje sobre una comunidad en Togo en la que dos misioneras promueven iniciativas de desarrollo local. Allí, bajo un gran árbol de teca enseñaron a bordar a un grupo de mujeres, que luego empezaron a vender las prendas. Después de eso llegó el pequeño taller de bordado, un centro de educación y la guardería, que se han convertido en una isla en medio de la pobreza transformando a todo el pueblo. El reportaje es formidable: la historia, la fotografía, el montaje…

Más allá del documental y de la experiencia, -que como digo es muy, muy interesante- el asunto me ha hecho pensar mucho en algo que me persigue desde hace tiempo: la forma en la que los humanos extendemos nuestras costumbres, nuestros hábitos, sobre como nos erigimos como modelo cultural y económico.

Cuando viajamos juzgamos y transformamos. Pensamos que nuestros valores son universales, que deben ser exportados; que las cosas que nos hacen felices deben hacer felices a los demás ¿como van a ser felices así?…que su mundo debe parecerse al nuestro.

Dice una de las misioneras:

«A los meses de tener el centro de la mujer empezamos con una pequeña guardería para acoger a los niños mientras ellas trabajaban [..] En el centro hay más de 40 personas que están trabajando, que perciben un sueldo todos los meses que les ayuda mucho a la economia familiar y se nota una gran diferencia entre las personas que estan trabajando y las otras personas del pueblo que se tienen que defender con muy poquito.»

[…] Empezamos en un poblado donde no había nada, con mujeres que no valoraban a sus hijos. Solo le daban de mamar y pensaban que eso era lo más importante para el hijo y hoy día son capaces de estar al frente talleres, de economía, de proyectos, de responsabilidades…Hemos intentado hacerle descubrir a las mujeres por ellas mismas sus valores, sus derechos, la responsabilidad que tienen en la educación de los hijos, en la familia…»

Al principio esas palabras me han inquietado porque, en esencia, lo que ha sucedido es que se ha introducido el capitalismo en esa comunidad y los valores que lo sostienen. Me he preguntado ¿por qué introducir ese sistema económico y no otro? ¿Por qué no repartir el dinero de quienes trabajan entre todo el pueblo? ¿Le habría parecido eso mal a esas mujeres -que no conocían tampoco este concepto-?

Luis me dice que «para las mujeres ha sido muy importante el hecho de aprender un oficio y tener una fuente de ingresos propia, les ha ayudado a valorarse y a sentirse muy diferentes dentro de su familia y su comunidad».

Y algo que realmente me ha hecho pensar. Dice: «mi impresión es que en realidad los problemas del día a día en África son mucho más parecidos a nuestros problemas de lo que pensamos, y muchas veces las soluciones también. Me di cuenta con las redacciones de los niños. Quieren encontrar un trabajo bueno, tener una familia, que sus hijos tengan un futuro igual o mejor que el suyo, y hasta ¡tener una vida extravagante!, todos necesitamos cosas parecidas…»

En efecto, el capitalismo, supongo, puede ser bueno o puede ser malo, en virtud de como se administre, en virtud de la felicidad o frustración que genere. Así que después de mucho darle muchas vueltas, he llegado a una certeza: las certezas no existen. No hay nada intrínsecamente bueno o malo…pero claro eso también es aplicable a otras fórmulas diferentes al capitalismo.

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2 Replica a este post
  1. Pues yo creo que las cosas sí que se podrían haber hecho mejor. Que las que primero aprendieron sean las nuevas profesoras de las que aún no lo han hecho, invitar a toda la comunidar a participar del proyecto, ampliarlo, diversificarlos, repartir las ganacias y hacer comunidad en todo los sentidos, aprender nuevos oficios, dar la opción de elegir, etc. Que algo menos malo no cuele como bueno.

  2. Si, estoy de acuerdo. Por ejemplo un icono que ponía en facebook: ¿Alguien piensa que una mujer de Florida con botox, exmarido rico, casa con jardín, ansiolíticos, y piscina y perro lanudo, es más feliz que una mujer en Tailandia que se enamora de un hombre de la tribu?