Macacos, jabalíes, liebres japonesas, zorros o faisanes han proliferado en los alrededores de la central nuclear de Fukushima nueve años después de que un tsunami provocará allí el peor accidente nuclear desde Chernobil. Un estudio de la Universidad de Georgia ha documentado esta nueva realidad con 267.000 imágenes tomadas por cámaras instaladas en la zona de exclusión. Y al igual que sucedió en Ucrania, en Japón se ha vuelto a comprobar que, ante la ausencia de presencia humana, la vida salvaje prolifera incluso a pesar de la contaminación radioactiva.

El 11 de marzo de 2011 tuvo lugar el accidente en Fukushima que liberó grandes cantidades de material radioactivo en los alrededores y un gran desastre medioambiental. En 2016, Greenpeace denunció mutaciones en plantas y animales de la zona. Pero en paralelo a estos daños, se fue comprobando como en la zona de exclusión en torno a la central, la vida silvestre empezó a recuperarse y a prosperar en el área.

Para estudiar este fenómenos, un equipo de investigación de la Universidad de Georgia (EEUU) liderado por el biólogo Jame Beasley instaló allí un centenar de cámaras en 2017. Y tras recopilar información en estos años, recientemente ha publicado los resultados en la revista «Frontiers un Ecology and Environment». Y han documentado cómo unas 20 especies de fauna silvestre, especialmente mamíferos, tienen una abundante presencia en la zona, entre ellas jabalíes, macacos, seraus japoneses, mapaches, zorros, etc.

«Nuestros resultados representan la primera evidencia de que numerosas especies de vida silvestre ahora abundan en toda la Zona de Evacuación de Fukushima, a pesar de la presencia de contaminación radiológica», ha resaltado Beasley, poniendo de relieve que el factor clave en esta situación es la ausencia de actividad y presencia humana en la zona.

En Chernobil se ha comprobado un fenómenos similar y en 2015 se documentó como las poblaciones de grandes mamíferos como los ciervos, corzos, jabalíes y alces, eran similares a las de reservas naturales cercanas y había además siete veces más lobos. Los autores del estudio apuntan que ahora las zonas de exclusión de las dos centrales nucleares siniestradas se han convertido en importantes laboratorios vivos que ayudan a comprender mejor los efectos de la exposición crónica a la radiación en plantas y animales.

Además todo esto evidencia la resistencia de la vida silvestre cuando se libera de las presiones humanas directas. Y en este sentido, de lo sucedido en Chernobil y Fukushima cabe preguntarse: ¿Son nuevos santuarios de fauna o cementerios de animales que huyen de los humanos?

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