Everton Silva, Universidade Federal do Pará (UFPA); Fernando Abreu Oliveira, Universidade Federal do Oeste do Pará (UFOPA); Fernando Geraldo de Carvalho, Universidade Federal do Pará (UFPA); James Ferreira Moura Junior, Universidade da Integração Internacional da Lusofonia Afro-Brasileira (Unilab); José Max B. Oliveira-Junior, Universidade Federal do Oeste do Pará (UFOPA); Karina Dias-Silva, Universidade Federal do Pará (UFPA); Leandro Juen, Universidade Federal do Pará (UFPA) y Mayerly Alexandra Guerrero Moreno, Universidade Federal do Oeste do Pará (UFOPA)
A pesar de desempeñar un papel fundamental en la conservación de la biodiversidad, las comunidades tradicionales siguen siendo sistemáticamente excluidas de los procesos de creación y gestión de las áreas protegidas. Esta exclusión, a menudo sutil y silenciosa, ha generado conflictos socioambientales persistentes y complejos, con impactos negativos tanto para la conservación de la naturaleza como para el bienestar de los pueblos indígenas, ribereños, quilombolas y agricultores familiares.
Un estudio reciente, publicado en la revista Journal for Nature Conservation, tenía como objetivo comprender cómo la ciencia ha abordado los conflictos socioambientales.
Realizado por investigadores de la Universidad Federal del Oeste de Pará (UFOPA), la Universidad Federal de Pará (UFPA), la Universidad de Integración Internacional de la Lusofonía Afro-Brasileña (UNILAB) y el Instituto Tecnológico Vale (ITV), el estudio integra las acciones del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología en Síntesis de la Biodiversidad Amazónica (INCT-SynBiAm) y del Programa de Investigación en Biodiversidad de la Amazonía Oriental (PPBio-AmOr).
La investigación analizó 263 artículos científicos publicados entre 1990 y agosto de 2024 a nivel mundial. Los resultados revelaron importantes lagunas en la producción científica sobre el tema, además de suscitar recomendaciones para una gestión más justa, inclusiva y eficaz de las áreas protegidas.
¿Qué dice la ciencia sobre los conflictos?
La investigación identificó que los conflictos entre las comunidades tradicionales y las áreas protegidas están aumentando tanto en volumen como en diversidad. Las principales tensiones se generan por:
1. Acceso a los recursos de subsistencia: limitación del acceso a la pesca, la caza, la recolección de frutos y la agricultura familiar, que son prácticas fundamentales para la alimentación y los ingresos de las comunidades tradicionales. La imposición de estas normas o restricciones, a menudo sin diálogo previo, rompen ciclos ancestrales de uso sostenible de la naturaleza, generando inseguridad alimentaria y marginación social.
En el Parque Nacional de Nech Sar, en Etiopía, por ejemplo, la implementación de políticas de conservación ha dado lugar a la restricción del acceso de las comunidades locales a los recursos naturales, lo que ha provocado tensiones y resistencias.
2. Gestión excluyente de las áreas protegidas: las comunidades rara vez participan en las decisiones sobre la creación y el manejo de las áreas protegidas. La falta de consulta previa y de consideración de los conocimientos tradicionales dan lugar a políticas que a menudo no se ajustan a las realidades locales y debilitan la eficacia de la conservación.
Un estudio realizado en Chile con comunidades aimaras, atacameñas y mapuches-huilliches identificó que, aunque existe una percepción más positiva sobre la actuación de la institución gestora (CONAF), debido a recientes prácticas participativas y apoyo técnico, aún persiste el descontento por la exclusión inicial en la creación de las áreas naturales. Las comunidades siguen reivindicando sus derechos ancestrales sobre la tierra y un mayor protagonismo en las decisiones de gestión.
3. Conflictos con la fauna silvestre: las comunidades sufren pérdidas por la destrucción de cultivos, ataques a animales domésticos e incluso riesgos para la vida humana. Los grandes mamíferos como elefantes, leones, jaguares y búfalos son los principales implicados. La intensificación de estos conflictos se debe a la pérdida de hábitat y la escasez de recursos naturales. La convivencia pacífica exige soluciones adaptadas e inclusivas.
Un estudio en Etiopía informó sobre los conflictos entre los seres humanos y la vida silvestre en el Parque Nacional Chebera Churchura, asociados con la invasión de plantaciones, la depredación del ganado, el aumento del riesgo de enfermedades en el ganado y amenazas directas a la vida humana.
4. Conflictos territoriales y derechos a la tierra: muchas áreas protegidas se han creado sobre territorios ocupados ancestralmente por comunidades tradicionales. La denegación de los derechos sobre la tierra da lugar a disputas legales, desalojos forzosos y genera inseguridad o un aumento de los problemas sociales.
Un estudio en México describe cómo las comunidades indígenas y campesinas de los estados mexicanos de Veracruz, Chiapas y Morelos se han visto afectadas por la privatización de la tierra, la expansión de la ganadería, las plantaciones y la urbanización en áreas protegidas. Estos procesos han generado un mercado de tierras que amenaza tanto los territorios de las comunidades tradicionales como la conservación y la regeneración forestal.
5. Impactos culturales y socioeconómicos: la creación de áreas protegidas puede desestructurar modos de vida basados en la relación simbólica con la naturaleza. Las prohibiciones de actividades tradicionales afectan a rituales, creencias y conocimientos transmitidos de generación en generación.
En Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda se han registrado diversos conflictos interpersonales y culturales entre pueblos indígenas, usuarios de actividades recreativas y organismos de gestión en torno al uso adecuado de las áreas protegidas con fines recreativos. Estos conflictos se han centrado en el acceso y el uso de lugares sagrados, el uso de recursos en territorios indígenas, la ocupación del suelo, el desarrollo de infraestructuras para visitantes, las actividades recreativas permitidas y la designación de topónimos.
6. Falta de reconocimiento y participación comunitaria: la ausencia de representación en los procesos de toma de decisiones refuerza las desigualdades históricas y agrava los conflictos. A pesar de los avances legales, muchas comunidades siguen excluidas de la gobernanza de las áreas protegidas. Sin una participación real, las políticas ambientales ignoran las necesidades locales. El protagonismo comunitario y la cogestión de las áreas protegidas siguen siendo lagunas críticas en la conservación.
En el Parque Nacional Monti Sibillini, en los Apeninos centrales de Italia, el despoblamiento de las montañas en las últimas décadas ha ido acompañado de conflictos entre los gestores medioambientales y las poblaciones locales. La imposición de formas burocráticas de protección, unida a la negligencia de las expectativas locales y a la dificultad de diálogo entre el parque y los gobiernos municipales, ha alimentado sentimientos de frustración y hostilidad.
En Brasil, diferentes estudios muestran que, incluso en figuras de uso sostenible, como las reservas extractivas, las comunidades locales se enfrentan a restricciones de acceso a los recursos y a una escasa participación en las decisiones, lo que genera resentimiento y compromete la eficacia de la conservación.
Estas evidencias refuerzan la urgencia de consolidar acuerdos de cogestión que valoren los conocimientos tradicionales y fortalezcan la justicia territorial en el país.
Las tensiones se concentran principalmente en las reservas naturales y los parques nacionales, espacios donde las normas de conservación suelen ignorar los modos de vida y las cosmovisiones de las poblaciones locales. Aunque existen mecanismos legales de consulta y participación, como el derecho al consentimiento libre, previo e informado, estos instrumentos a menudo se ignoran o se aplican de manera ineficaz.
El conocimiento local sigue sin valorarse lo suficiente
Otro dato relevante es que el 66,54 % de los estudios analizados se centran en poblaciones no indígenas, mientras que solo el 16,73 % tratan exclusivamente de pueblos indígenas.
Este desequilibrio limita la comprensión de las diversas realidades socioculturales y ecológicas que viven estos pueblos, además de debilitar el reconocimiento y la valoración de sus conocimientos en el contexto de la conservación de la biodiversidad.
Aunque la ciencia reconoce la importancia de estos pueblos para la conservación, siguen siendo tratados como obstáculos y no como aliados.
¿Por qué incluir es conservar?
Incluir a las comunidades tradicionales en la planificación y gestión de las áreas protegidas es una cuestión de justicia, pero también de eficacia. Sin ellas, la conservación no es sostenible. El estudio refuerza la idea de que las políticas públicas deben ser más inclusivas y adaptadas a las realidades locales, incorporando los conocimientos tradicionales como parte esencial de las soluciones para la conservación.
En diversas regiones del mundo, las experiencias de cogestión de áreas protegidas han demostrado que la participación activa de las comunidades promueve un mayor cumplimiento de las normas de protección ambiental, fortalece la gobernanza local y genera mejores resultados socioambientales.
La ciencia amazónica en primer plano
Aunque la mayoría de los estudios analizados se centran en países del sur global, como Brasil e India, el liderazgo en la producción científica sigue concentrándose en instituciones del norte global.
Este desequilibrio pone de manifiesto una práctica conocida como “ciencia paracaídas”, en la que investigadores extranjeros realizan estudios en territorios biodiversos, a menudo sin permitir la participación efectiva de científicos y comunidades locales, dejando poca contribución duradera a la región y tratando a sus habitantes como meros recolectores de datos u objetos de estudio.
Esto muestra la urgente necesidad de fortalecer la ciencia producida por instituciones e investigadores amazónicos, garantizando mayor protagonismo, autonomía y justicia epistémica en la definición de las agendas de investigación y conservación. Para ello, es fundamental invertir en instituciones ya presentes en las regiones más remotas, a menudo desatendidas por los grandes centros.
Con el apoyo adecuado, estas iniciativas pueden promover estudios más conectados con la realidad local, ampliar el conocimiento sobre los ecosistemas amazónicos y formar nuevas generaciones de científicos.
Los investigadores que viven y trabajan en la Amazonía tienen una comprensión única del territorio, lo que les permite formular preguntas y proponer soluciones alineadas con los retos y potencialidades de la región.
La proximidad con las poblaciones ribereñas, indígenas y urbanas también favorece la participación activa de las comunidades en la producción de conocimiento. Cuando los proyectos surgen de sus necesidades y conocimientos, fortalecen las comunidades, contribuyen a la conservación de la biodiversidad y demuestran que es posible integrar la ciencia, la justicia social y la acción climática.
Everton Silva, Doutorando no Programa de Pós-Graduação em Ecologia, Universidade Federal do Pará (UFPA); Fernando Abreu Oliveira, Mestre em Biociências e técnico de laboratório em Química, Universidade Federal do Oeste do Pará (UFOPA); Fernando Geraldo de Carvalho, Doutor em Ecologia, Universidade Federal do Pará (UFPA); James Ferreira Moura Junior, Psicólogo comunitário e Professor, Universidade da Integração Internacional da Lusofonia Afro-Brasileira (Unilab); José Max B. Oliveira-Junior, Professor Adjunto IV no Instituto de Ciências e Tecnologia das Águas (ICTA), Universidade Federal do Oeste do Pará (UFOPA); Karina Dias-Silva, Professora Adjunta III de Ciências Biológicas, Universidade Federal do Pará (UFPA); Leandro Juen, Professor Associado III de Ciências Biológicas, Universidade Federal do Pará (UFPA) y Mayerly Alexandra Guerrero Moreno, Doutoranda em Sociedade, Natureza e Desenvolvimento, Universidade Federal do Oeste do Pará (UFOPA)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.