Zapatero ha anunciado que no será candidato, que agotará la legislatura y que habrá primarias tras las elecciones del 22.

Para hacer el anuncio ha elegido el mejor momento, con sorpresa y cargado de convicciones:

«y lo voy a hacer donde siempre pensé que debía, aquí ante vosotros» -dijo rememorando la despedida de Felipe González

Es una decisión coherente con su forma de entender la política. Primero el país, luego el PSOE y muy importante, también, su familia. Después todas esas otras consideraciones importantes y legítimas en la vida: el futuro, la incertidumbre personal, las ambiciones, etc..

Zapatero había manifestado a su familia ya hace mucho tiempo que solo estaría en el gobierno dos legislaturas, aunque lo condicionaba al bien del pais. Cumple así con su convicción y cumple con su visión sobre España y la soberanía popular.

En su discurso, Zapatero ha dado además el pistoletazo de salida a las primarias. Las primarias son, lejos de lo que pueda parecer, el mayor capital político que tiene el PSOE actualmente. Agitan la vida política, dan herramientas a los ciudadanos y permiten dar a conocer las propuestas de cada candidato. Pensar que son un peligro o una rémora es tener una mirada muy pobre de la democracia, como le ocurre al PP.

Las primarias, además, ayudarán muy probablemente a movilizar al electorado ante las próximas elecciones.

Ahora Rubalcaba y Chacón podrán enfrentarse en esas primarias. Ambos son excelentes candidatos. De un lado, Rubalcaba, heredero de la forma pragmática de entender la política de Felipe González, y de otro lado Carmen Chacón, la modernidad, heredera del Zapatero más social de la primera legislatura.

Al PP se le abre por su parte una etapa de desconcierto. No saben quién será su contrincante y en Génova son conscientes de que ahora el PSOE y sus movimientos internos marcarán la agenda política las próximas semanas. Un acierto, en términos políticos, por tanto.

La historia dirá que Zapatero ha sido un buen presidente, coherente, social y conciliador pero acosado por la situación global y acosado también por una oposición dura y marioneta de los medios mas radicales.

La historia hará justicia. Cosa que no pueden decir todos los expresidentes.

La porra de Berlín, ayer en hora 25. Ole.

E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson-Washington. Si la opinión escrupulosamente estudiada y apasionadamente expuesta del legislador Newt Gingrich acerca de la intervención estadounidense en Libia no es de su agrado, no se apure. Los últimos precedentes sugieren que en cuestión de días va a decir todo lo contrario a lo que dice ahora.

Mi conjetura es que por el momento, al menos, Gingrich viene a apoyar la decisión del Presidente Obama de utilizar la fuerza militar contra el déspota libio Muammar Gadafi, o por lo menos espera que tenga éxito. Pero es difícil estar seguros. A tenor de Libia, el ex presidente de la Cámara ha demostrado tener la capacidad de estar a favor y en contra con idéntica certidumbre moral y arrogancia intelectual.

¿Por qué importa que un caballero famoso por ser un pirómano retórico vaya arrojando unas cuantas granadas contradictorias? Porque cuando Gingrich dijo en «Fox News Sunday» que espera anunciar su candidatura a presidente dentro de un mes, nadie se echó a reír. No hay un favorito claro a la candidatura Republicana, y es de esperar que pase cualquier cosa.

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Durante esa misma entrevista, Gingrich acababa de rematar una pirueta que habría recibido la nota perfecta en una competición olímpica de apnea – poniendo de relieve el motivo de que nunca jamás se le deba permitir acercarse al Despacho Oval.

Gingrich se tiró a la piscina el 7 de marzo, cuando la presentadora de Fox News Greta Van Susteren preguntó lo que haría él a raíz del uso por parte de Gadafi de armas pesadas y fuerza letal contra manifestantes pacíficos.

«Imponer una zona de exclusión aérea esta tarde», respondió. «Todo lo que tenemos que decir es que creemos que masacrar a tu propia población es inaceptable y que vamos a intervenir».

Su primer salto de trampolín se ejecutaba el 23 de marzo, días después de haber comenzado la intervención militar con autorización de las Naciones Unidas. Hubiera dicho que aplaudiría la operación — implantación por la fuerza de una zona de exclusión aérea y ataques a las columnas blindadas de Gadafi, todo en el seno de un intento de proteger a civiles de una masacre inminente — puesto que es lo que había sugerido él. Pero me equivocaría.

«Yo no habría intervenido», decía a Matt Lauer en la NBC. «Yo no habría utilizado fuerzas estadounidenses y europeas, bombardeando a árabes y a ese país». Al día siguiente argumentaba «No estamos en posición de ir por el mundo acudiendo cada vez que haya un problema local a intervenir», decía en Fox.

Pero luego el sábado, en un acto en Iowa, daba un giro radical hacia lo que parecía sospechosamente su postura original, argumentando que Estados Unidos y sus aliados deben «derrotar a Gadafi tan rápido como sea posible».

Gingrich parece estar manteniendo un debate particularmente acalorado consigo mismo en torno a todo el asunto de la «fuerza aérea». El 7 de marzo, el Newt a favor de la intervención afirmaba en público: «No hace falta enviar tropas. Todo lo que tenemos que hacer es abatir a la fuerza aérea (de Gadafi), cosa que podríamos hacer en cuestión de minutos». El 24 de marzo, el Newt contrario a la intervención se burlaba en Fox: «Si están decididos a proteger a los civiles, desde el aire no se puede hacer… Es un error garrafal, y creo que es el típico exceso de confianza de los políticos en la fuerza aérea». El 26 de marzo, el Newt del derrotemos pronto a Gadafi decía que vencer al dictador implicaría «utilizar la totalidad de la fuerza aérea occidental tan decisivamente como sea posible».

En un raro eufemismo, Gingrich reconocía el sábado que «existen contradicciones obviamente» entre sus diversas intervenciones. Típicamente, sin embargo, salía en defensa de todas.

El hecho de haber salido a tomar parte por tantos bandos en la materia, decía, era de alguna forma culpa de Obama. Igual que no intervenir era culpa de Obama, intervenir es culpa de Obama, y lo que quiera que hagan los aliados con la fuerza aérea es culpa de Obama.

Obama llegó dolorosamente a destinar fuerzas estadounidenses a la intervención en Libia, garantizando primero un mandato de la ONU, cierta dosis de apoyo de los países árabes y garantías de implicación significativa por parte de nuestros aliados europeos. ?l pensaba en el precedente que pueden sentar esta clase de acciones militares humanitarias. Trató de evaluar la forma en que el resto de autócratas de la región en problemas reaccionarían a la acción estadounidense o la ausencia de acción.

Deje a un lado, por el momento, si Obama tomó o no la decisión correcta. Por lo menos lo intentó. Gingrich, por el contrario, tira la piedra y reflexivamente esconde la mano. A tenor de cualquier cuestión que se le ocurra, siempre está dispuesto a hablar más de la cuenta. Está seguro de que su opinión es la totalmente correcta — hasta que decide que es la totalmente equivocada.

Me doy cuenta de que sus críticas a Obama desde todos los frentes de la cuestión de Libia obedecen fundamentalmente a una táctica política — pasar al ataque, meter un montón de ruido, llamar cierta atención. Pero su temeridad arrogante en torno a una cuestión de guerra y paz debería dar escalofríos a cualquiera que lea las palabras «Newt Gingrich» y «candidato presidencial» en la misma oración. Que Dios nos coja confesados.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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Las palabras importan, como no; pero solamente en el contexto de los hechos.

Los hechos, sin embargo, importan más que cualquier otra cosa; permiten que las palabras pueden ser de cualquier forma.

Cuando las palabras no se distinguen de los hechos, todo lo malo se vuelve posible.

¿Cómo trasmitir esta idea ante el cinismo?

Maaike Homan, de los diarios Trouw y Het Financieele Dagblad se muestra en radiocable.com contraria a cambiar la ley para que la hipoteca en el banco se pueda saldar solo con la entrega de la vivienda. Cree que no sería bueno para la economía española. Aliviaría a algunos consumidores, pero provocaría una bajada general del precio de la vivienda y problemas de solvencia a las cajas de ahorros. Problemas, que segun la corresponsal, podrían incluso llevar al rescate de España.

Maaike Homan

Maaike Homan considera que «las cajas españolas ya tiene bastantes problemas con el sector inmobiliario», asi que no deben estar «muy contentas» con el debate sobre la posibilidad de saldar hipotecas con casas. Cree que aunque pudiera ser un «gran alivio» para quienes no pueden pagar, si se cambiara la ley, uno de los riesgos sería un gran descenso del valor de la vivienda.

Pero sobre todo cree que de hacerse «bastantes consumidores con problemas querrían devolver las llaves de sus casas, pero eso significaría que las cajas tendrían más viviendas en sus saldos. Y esta situación les puede provocar problemas de solvencia». Esto desembocaría en la petición de ayudas públicas y en «una segunda crisis bancaria que resultaría fatal para el destino económico de España ya que tendría que ser rescatada por la UE».

Cree en cualquier caso que el problema actual es responsabilidad tanto de los clientes y de las entidades. Los primeros cometieron un error y debían haber sabido cual era el precio máximo que podían pagar y las «cajas nunca deberían haber dado hipotecas tan altas a gentes con salarios no tan altos».

La corresponsal explica que en Holanda, que cuenta con una ley similar a la española en la que la deuda no se salda solo con la entrega de la vivienda, no ha habido demandas de cambio: «alli la crisis ha afectado de diferentes manera. Poca gente perdió su trabajo y ha tenido problemas para pagar la hipoteca». Pero sobre todo explica que la gran diferencia entre el mercado holandés y español son los precios de las viviendas: «hay economistas que dicen que el valor de las casas en España tendrían que ser un 40% menos que los actuales. Los precios están inflados».

Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen-Washington. En 1938, el Presidente Franklin D. Roosevelt propuso una conferencia internacional en Evian-les-Bains, Francia, con el fin de abordar el urgente problema de los refugiados judíos procedentes de la Alemania Nazi. Representantes de 32 países se reunieron durante nueve días, tratando de abordar una catástrofe humanitaria. Al final, sólo la República Dominicana accedió a admitir más refugiados judíos y Hitler, siguiendo el curso de las cosas desde Berlín, llegó a la conclusión de que el mundo le permitiría hacer con los judíos lo que quisiera. Asesinó a 6 millones de ellos.

La conferencia de Evian ya no se menciona más — aunque nunca debería ser olvidada. Fue un monumento a la apatía y la indiferencia internacionales, por no decir de atroz egoísmo — «dado que no tenemos ningún problema racial real, no estamos deseosos de importar uno», manifestó el delegado australiano. Los participantes se reunieron en el Hotel Royal, un refinado enclave a orillas del lago Ginebra, y resolvieron cruzarse de brazos solamente. Tenían sus razones.

Escuchamos parte de esas mismas valoraciones expresadas por los detractores de la intervención estadounidense en Libia. No comparo la situación allí con la inminencia del Holocausto, solamente el asombroso deseo de personas buenas de enmascarar su fría indiferencia con llamamientos a la prudencia fiscal o algo parecido. Columnista tras columnista, particular tras particular, me dicen que Estados Unidos no pinta nada interviniendo en Libia — que haría falta una estrategia de salida o el permiso del Congreso, y que si Estados Unidos no puede intervenir en todos lados (Newt Gingrich mencionaba Zimbabwe, prefabricando una guerra civil exclusivamente para la ocasión), entonces no podemos intervenir en ninguno. Esto, de alguna manera, se afirma públicamente igual que si fuera un principio lógico — no hagas nada a menos que se pueda hacer todo.

Tras redactar una columna instando a Estados Unidos a imponer una zona de exclusión aérea, un asesor presidencial puntual que me llamó la atención me agasajaba con la posibilidad de que las escuelas de América tuvieran que cerrar, todo a causa de que habían caído bombas sobre Libia. Otros adoptaron el mismo discurso. Cualquiera diría que las escuelas iban a cerrar por todo el país, un centro escolar por cada despegue de la base aérea de Aviano, Italia. Simplemente no podemos permitirnos una intervención así, se me dijo, incluso si las escuelas están financiadas por las administraciones locales.

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¿Cuánto va a costar la intervención libia? Nadie sabe decirlo. Tal vez 1.000 millones, tal vez menos. La zona de exclusión aérea se impuso casi al instante – en realidad Libia no tiene fuerza aérea — y parte de la factura ha corrido por cuenta de los aliados. La guerra es cara – un F-15 sale por alrededor de 10.000 dólares la hora de vuelo, pero parte de este vuelo se realiza de todas formas. El resumen es que Libia no es un revienta presupuestos.

Aún así, una pregunta mejor es: ¿Cuánto va a costar salvar vidas? Eso es, después de todo, de lo que va esta operación — la posibilidad de que Muammar Gaddafi se dedique a ajustar cuentas de la forma más horrorosa posible. Apoyándose en sus antecedentes y los indicios claros de que está mal de la cabeza, el baño de sangre es una posibilidad real. ¿Qué debería haber hecho el mundo? ¿Nada? ¿Presionar a Gadafi con sanciones, congelar sus cuentas suizas y clausurar judicialmente la exclusiva residencia londinense de su hijo? Ninguna de estas medidas habría surtido un efecto inmediato. Las sanciones son un veneno lento. Hacía falta una medida radical.

Esta impactante indiferencia a las consecuencias de no hacer nada, o de hacer algo tan lento que en la práctica es no hacer nada, flota de pronto en el aire — el denominado argumento realista. Tristemente, el mensaje procedía del sorprendentemente frío corazón del progresismo. La revista The Nation, la fiable voz de la izquierda estadounidense, lo decía con estas palabras: «Teniendo en cuenta nuestro masivo déficit presupuestario y el hinchado gasto del Pentágono, nunca ha habido un mejor momento para que América ponga fin a su papel de policía global en favor del multilateralismo económico y diplomático». En otras palabras, vaya por la otra ventanilla.

Se pueden hacer argumentos — argumentos razonables — en contra de la intervención libia. Puede que las cosas empeoren. Tal vez nos quedemos atascados y tengamos que permanecer años. Tal vez los rebeldes sean los malos de verdad.

Por otra parte, había vidas en juego claramente y algo había que hacer. El mundo no se podía cruzar de brazos y quedarse mirando mientras algún demente se despachaba con los suyos — en el fondo, una repetición de la conferencia de Evian. La intervención libia sienta un precedente: Existe algo llamado comunidad internacional y, tan incipiente como pueda ser, insistirá en determinados mínimos hasta para las dictaduras: Las poblaciones no están para matarlas.

Richard Cohen
© 2011, Washington Post Writers Group
Derechos de Internet para España reservados por radiocable.com

Sección en convenio con el Washington Post

En efecto como venía a decir en el post de ayer, es una imprudencia dejar que el PP maneje secretos de estado, pues a la vista está que los utiliza a su antojo por razones electorales. A la irresponsabilidad de haber zarandeado el asunto del Bar Faisán, sin importarles dejar al descubierto a un infiltrado, o a la difusión de las actas de ETA, hay que sumar un componente de hipocresía lamentable.

Eso lo pone en evidencia muy claramente la portada del Diario de Sevilla que mostré ayer en Al Rojo vivo. Es una entrevista del año 2000 concedida por Mayor Oreja a ese periódico en la que no solo decía estar «dispuesto a sentarse con ETA» de nuevo, sino que el ex ministro del Interior y actual europarlamentario también defendía a Aznar por hablar de ETA como Movimiento de Liberación Nacional Vasco: ??La expresión MLNV es la precisa, la acertada. Yo la utilizo con frecuencia?…-dijo.

Aquí el momento en vídeo:


Un artículo de Michael Schumann en la prestigiosa revista estadounidense considera que «la suerte económica de Europa y el rumbo futuro del euro bien podrían descansar en las manos del presidente del gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero». Time estima que Zapatero ha hecho muchos progresos, pero aun tiene trabajo que hacer. Aunque «si puede mantener el impulso de la reforma del gobierno, podría pasar a la historia como ??EL hombre que salvó el euro??».

Zapatero en Europa
(Foto: Flickr/European Parliament)

El texto de Time explica que «una crisis de deuda soberana de España, la novena economía mayor del mundo, causaría un caos inimaginable. Podría poner en peligro toda la unión monetaria europea, y tal vez alterar el sentimiento de los inversores hacia la deuda del gobierno en general. La presión está sobre Zapatero para que detenga la crisis en la frontera de España. Si es capaz de restablecer la confianza de los inversores en España, podría sofocar toda la crisis de deuda. ¿Puede Zapatero hacer de héroe?»

La buena noticia es que parece estar haciendo progresos en la solución de los problemas de España y, todavía más, en estabilizar al menos el sentimiento de los inversores hacia su país. Naturalmente, eso podría cambiar en un abrir y cerrar de ojos pero, por el momento, da la sensación de que Madrid podría estar en el proceso de levantar una barrera entre los PIGS más débiles y el resto de Europa», sostiene la revista.

??Siempre se ha pensado en los círculos financieros que el tratamiento que estaba recibiendo España en los mercados de bonos no estaba totalmente justificado. A diferencia de Grecia, España no tiene un historial de irresponsabilidad fiscal, y su deuda del gobierno en relación con el tamaño de su economía es menor que la de los otros PIGS. Sin embargo, los inversores tenían sus motivos para estar preocupados. Pero hay señales claras de que estos temores se han aplacado un poco».

Schumann sotiene que «hay que atribuirle a Zapatero buena parte del mérito. Cuando estuve informando desde España en mayo pasado, los analistas y los empresarios tenían poca fe en que Zapatero tuviera suficiente músculo político para impulsar las reformas que tanto necesitaba su país. La falta de confianza en el presidente del gobierno español ha resultado ser infundada. Su gobierno ha trabajado duro para poner en orden su casa financiera a través de una serie de medidas de austeridad políticamente delicadas y, como resultado, el déficit presupuestario se ha reducido al 9,2% en 2010 desde el 11,1% en 2009. Tiene previsto reducirlo hasta el 6% este año?.

Añade que «España sólo está en el punto de partida para recomponer una economía muy maltrecha, pero la lista de reformas adoptadas por Zapatero supone un buen trabajo en muy poco tiempo. Sin embargo, sigue habiendo una gran incógnita, que es el sector bancario. El Banco de España estima que los bancos del país necesitan alredor de 15.000 millones de euros de nuevo capital. Moody??s contempla que, un escenario de mucho estrés, los bancos podrían necesitar hasta 120.000 millones de euros. La estimación que acabe siendo la acertada determinará el grado de presión que la crisis bancaria española imponga sobre la posición financiera del Estado, y por tanto el rumbo de la crisis de deuda en España y en el conjunto de Europa.

España todavía no ha salido del apuro. Por lo tanto, Zapatero tiene más trabajo que hacer. Sin embargo, si puede mantener el impulso de la reforma del gobierno, podría pasar a la historia como ??EL hombre que salvó el euro??».

La publicación de las actas de ETA de su negociación con el Gobierno han provocado un aluvión de reacciones y comentarios en la blogosfera. Sobre la recuperación de la lucha antiterrorista en el debate político, muchos denuncian que es un error. Algunos bloggers como Manolo Saco de Fuego amigo acusan al PP de hipocresía.

Manolo Saco

Para Manolo Saco, el PP demuestra hipocresía en su reacción ante la publicación de las actas de ETA porque «a ellos les hubiera gustado poder haber hecho una negociación mucha más fuerte de la que pudo hacer en su momento Aznar». Lamenta que ahora los populares hayan roto el pacto de no utilización del terrorismo en momentos electorales.

Considera además que «cuanto más delicado sea un asunto, más exquisita tiene que se la forma de negociar en silencio. Y más en el caso de ETA, donde las sensibilidades están a flor de piel». Por eso critica el que «un partido político que nos puede gobernar dentro de un año este jugando con estos asuntos». Y asegura que le «aterra» pensar que pasará cuando el PP gobierne, «como van a solucionar ellos el tema».

En la red, pueden leerse otros muchos analisis y reflexiones sobre las actas de ETA.

Integrantes de ETA
(Foto: Flickr/Gorkataplines)

Ignacio Escolar cree que las actas demuestran que «si de algo pecó el Gobierno socialista durante esa negociación, no fue de blando sino de duro. Zapatero apenas se movió: ni derogó la ley de partidos para legalizar a Batasuna ni dejó de detener a etarras ni acercó a ningún preso a Euskadi ni mucho menos entregó Navarra. Y eso que había precedentes: durante la penúltima negociación, la de Aznar, en 1999, el Gobierno excarceló a 180 etarras».

Borja Ventura lamenta que la política contra ETA ya no sea secreta: «si algo tienen ambos procesos de negociación en común es la voluntad del Ejecutivo, entonces del PP, más adelante del PSOE, de conseguir el fin de la violencia de ETA. La cuestión es si poner la política antiterrorista sobre la mesa es necesario, si convertir a ETA en un arma arrojadiza conduce a algo más de lo que se ha conseguido por el camino contrario… en política antiterrorista hay detalles que quizá no conviene contar y detalles con los que no se debería hacer campaña política».

Josu Erkoreka defiende en su blog que en una negociación «nadie puede rasgarse las vestiduras por el hecho de que quienes participaron en ellas procurasen construir el marco de confianza mínimo indispensable para que cualquier ensayo dialogado pueda prosperar. Los aspavientos con los que el PP busca la cabeza de Rubalcaba carecen, por tanto, de la más mínima credibilidad. Son meras salvas preelectorales».

Manolo Rico considera en Trinchera Digital que «Rajoy se ha quitado la máscara de la moderación en la política antiterrorista y ha regresado al discurso ultra que le hizo perder las elecciones generales de 2008″. Y recuerda que «todos los gobiernos españoles de la democracia negociaron con ETA y todos tenían un único objetivo: debilitar a los terroristas y conseguir la paz. Y ello incluye por supuesto al Ejecutivo de aquel José María Aznar.

Melchos Miralles en su blog cree que «las actas de los terroristas sobre las reuniones negociadoras entre el Gobierno y ETA, mantenidas entre el verano de 2006 y mayo de 2007, colocan al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y al vicepresidente y ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, en una situación que en cualquier país democrático sería insostenible«.

Ion Antolin en Blog y medio opina que «llamar acta a las notas tomadas por el susodicho con la misma mano que señalaba a los que serían asesinados, es dar ventaja en la dialéctica y entrar en ese mismo juego de costumbres que siempre nos llevará al error de apreciación. Si benévolo es leer esos textos como actas, el hecho de utilizarlos para arrear al Gobierno, encarnado en la persona de Rubalcaba es algo más peligroso».

Juan Carlos Escudier ironiza en su Tierra de nadie sobre como «las actas de ETA sobre las negociaciones con el Gobierno tienen la milagrosa facultad de resucitar en el momento más adecuado» y cree que Rubalcaba es el objetivo ahora. Pero añade: «conviene aclarar que estamos, en cualquier caso, ante una versión de parte ??la de ETA- y que, por lo general, entre lo que se dice y lo que se hace media un abismo. De lo contrario no se entendería que los terroristas hubiesen dado por roto el proceso.»

Paul Rios apunta que «las actas fueron encontradas durante la detención de Javier López Peña, Thierry. En aquel momento se encontraba inmerso en una lucha por el poder interno con Garikoitz Aspiazu, Txeroki. López Peña tenía que justificar internamente su ??gestión? en el último proceso de paz para poder mantener el liderazgo interno. Estos dos datos me invitan a acercarme con prudencia al contenido de estas actas. Seguramente encierran una parte de verdad pero no toda la verdad«.

Xuan Xose Sanchez se pregunta en su blog «¿Para que necesitamos las actas de ETA? Todo lo que se publica ya se sabía. Entraba dentro de la lógica de las cosas, porque aquel proceso de paz no podía haber sido de otra manera que como parecía que era y se había gestado».

El blog Debate callejero sostiene que «Aznar y Mayor hicieron lo correcto o no y lo hicieron mejor o peor, pero en ningún caso colaboraron con los terroristas cuando accedieron a legitimarlos públicamente, liberaron presos (incluso al que luego asesinó) o los acercaron al País Vasco… Eso sí, ambos procesos difieren en muchos puntos y en al menos dos esenciales. Durante el intento de Aznar, el PSOE apoyó o cuando menos ejerció la oposición con total responsabilidad sobre un tema de Estado».

El blog Impresiones habla de la hipocresía del PP y cree que en una negociación «resulta inevitable un juego de disfraces, verdades a medias y mentiras, más propio de una confrontación con tahures? El PP sabe que la partida hay que jugarla en estos términos, ¡de hecho ellos han estado en uno de los lados de la mesa -el mismo que ha ocupado el gobierno socialista- en tiempos de Aznar!, y, sin embargo, actúan como si no lo supieran, ¡tomándonos por idiotas!».

Desde La opinión del cuco creen que «la diferencia entre la negociación de ZP y la de Aznar es que el segundo  tuvo atada  y bien atada a la sociedad civil durante la totalidad del proceso negociador que duró desde el 26 de Septiembre de 1998 hasta el 21 de Enero del año 2000″.

A veces, contra la propaganda, lo mejor es contratastar los datos. Aquí están los números, simplemente los números, de detenciones, excarcelaciones, acercamientos… Es un simple vídeo comparativo ¿que pasó durante la tregua de Aznar? ¿Qué pasó durante la tregua del PSOE?