La huelga general de este 29 de septiembre ha hecho subir la temperatura de la blogosfera. Los defensores del paro están siendo en general más activos que los que están en contra, pero además de la discusión a nivel global, muchos bloggers están manifestando su intención personal de seguir o no seguir el paro. Sirve para hacerse una idea del grado de seguimiento que puede tener la huelga general en la red.

En Twitter hay varias conversaracions abiertas en forma de etiquetas. En #29S y #huelgageneral los usuarios van mostrando su opinión sobre la huelga de forma genérica, pero hay hashtags más explícitos como por ejemplo #yosivoy o #yonovoy.

Pintada en favor de la huelga
(Foto: Flickr/Cadenadelwater)

Olga Rodriguez asegura en su blog «mientras podamos defender nuestros derechos laborales y civiles, hagámoslo. De lo contrario el mensaje desde la inmovilidad quedará claro: podéis hacer con nosotros lo que queráis. ¿De verdad no hay razones para la huelga?»

Ignacio Escolar secunda la huelga y da en su blog varios motivos: «por la reforma laboral; porque no creo en las recetas de esos economistas pirómanos que proponen apagar incendios con gasolina o combatir el paro abaratando el despido.»

Ramon Lobo explica que él va: «Me parece una excelente idea hacerle huelgas a cualquier gobierno aunque te cueste un Congo en descuentos. No sé si servirá de mucho, si cambiará la ley o suavizará algunos artículos infames, pero sí sé que duermo cada noche con mi conciencia y que para seguir hablando debo ser honesto con mis ideas, defenderlas aunque coticen poco en este circo».

Rosa María Artal en el Periscopio muestra su apoyo al 29S: «La huelga es la respuesta mínima que la sociedad necesita expresar ante los atropellos a los que es sometida. Por más que su calentamiento se haya convertido en el habitual espectáculo circense, trivial y desinformador, hay razones para esa protesta. Sobran.

Ricardo Royo Villanova de A sueldo de Moscú defiende la huelga  como un «acto de desobediencia, con el que los trabajadores nos defendemos del ataque más violento que ha habido contra nuestros derechos -pero que es el primero de una larga serie de contrarreformas que vienen detrás si no ganamos la huelga-.»

Hugo Martinez Abarca razona su apoyo al 29S: «Ellos pueden hundir la bolsa; nosotros podemos paralizar el país. Si dentro de unas horas no demostramos fuerza, si no demostramos que los gobiernos tienen que responder ante su pueblo y ante nadie más, no podemos imaginarnos lo que nos harán dentro de seis meses.»

Nacho de la Fuente ha avanzado que hará una huelga digital: no escribirá ni en su blog ni en Twitter.

Javier Mesoneros de Moscas en la Sopa hará huelga: «porque no me roben el futuro ni a mi ni a los míos. Porque detrás de esta reforma vendrán otras y cuando nos queramos dar cuenta nos encontraremos de rodillas habiendo retrocedido décadas en los derechos de los trabajadores.»

Rafael García Almazán razona en Kabila su apoyo y recopila otras opiniones en favor de la huelga general del 29S «necesaria y justa«.

Rafa Hortaleza de Ceros a la izquierda asegura que irá a la huelga «probablemente en solitario. Pero esta vez me da igual. Es mucho más importante mi futuro laboral y el futuro de mis hijos. No quiero una España que retroceda socialmente. No quiero vivir en un país liberal. «

Victor Caso en Digo vivir «Los que han causado la enfermedad pretenden vendernos el remedio. Yo por eso estaré en Huelga

Daniel Diaz del blog Ni libre, ni ocupado irá a la huelga «para no daros la razón, como un borrego más, a vosotros, a los auténticos causantes del inicio y desarrollo de esta crisis. A los Lehman Brothers, a las hipotecas subprimes, a los especuladores del suelo (en España) y, sobre todo, a las políticas neoliberales que han consentido y siguen consintiendo y alentando todo esto». 

David Bligoo explica sus motivos para ir a la huelga: «Han conseguido alienarnos, enfrentarnos, aflojarnos, despistarnos y ahora, empobrecernos. Y lo aceptamos sin más, y seguimos ambicionando más y más sin pararnos a pensar que no es posible, ni necesario, ni justo.»

Jose Antonio Jimenez explica por qué secunda la huelga: «creo que la situación de crisis actual requiere una respuesta contundente de todos los trabajadores y todas las trabajadoras, porque es necesario hacer cambios en dirección contraria a las que están haciendo los gobiernos de nuestro entorno»

Desde el blog Ventanas del Falcón defienden que :»no hay otra alternativa que ir a la huelga. Las medidas de Zapatero no van destinadas a resolver la crisis creando empleo, sino a aprovechar la crisis para dar un paso atrás en la rueda de la historia de los derechos y el nivel de vida de la gente trabajadora.»

Algunos bloggers también han anunciado que no secundarán la huelga y han dado sus motivos:

David Santos Holguín del blog Trece rosas rojas no apoya la huelga: «cuyo propósito únicamente se dirige al Gobierno y su reforma laboral; y entendiendo que no se solicita un cambio de modelo productivo, si tuviera la posibilidad de ejercer mi Derecho a Huelga, optaría el próximo 29-S por ir a trabajar.

Manuel Madrid defiende en su blog que no secundar el 29S: «No significa apoyar una reforma laboral, irreversible, que machaca los derechos de los trabajadores. Significa, simplemente, no estar dispuesto a remar en la dirección de los sindicatos, responsables directos de la situación actual, no estar dispuestos a lavarles la cara.»

La corresponsal de Il Mattino explica en radiocable.com que los motivos por los que se ha convocado este paro general son los mismo que afectan a las economías de toda Europa. Considera que no es una «sobrereacción, pero sí una reacción tardía de los sindicatos». Y ve resignación en los trabajadores y falta de iniciativa en los gobiernos socialdemócratas que quedan en Europa para defender los derechos.

Paola Del Vecchio

Paola Del Vecchio considera que el «viraje económico a la derecha» ha afectado a todas las economías europeas. Pero asegura que ve a los trabajadores españoles «resignados y un poco anestesiados» ante la convocatoria de huelga general. Cree que hay una falta de perspectiva y que se ha asumido que los costes de la crisis han repercutido sobre el sistema de protección social de los trabajadores y que los sindicatos no son capaces de defender los derechos porque han convocado una huelga tardía.

Para la corresponsal «parece que los sindicatos han tomado una iniciativa para justificar su papel». Asegura que «nadie ha puesto en discusión los recortes y parece que la linea de politica economica europea se ha establecido y pasa por encima de las cabezas de los gobiernos». Por eso destaca que las huelgas que ya ha habido en Francia y Grecia no han cambiado nada y lo atribuye a una «falta de iniciativa» de los gobiernos socialdemocráticos que quedan en Europa y de alguna forma a una «rendición» sobre la línea establecida de reducción del déficit.

Señala en cualquier caso que será importante ver si después de la huelga se puede retomar en España el diálogo social que «ha sido lo que en los últimos años ha hecho que la economía española pudiera crecer y desarrollarse».

La fotografía la publicó el diario EL PAIS y es un de un simbolismo formidable.

La imágen retrata a dos operarios introduciendo el cartel de Lehman Brothers, -otra de las empresas cuya bancarrota detonó la crisis mundial-, en la sala de subastas Christie´s.

  «El quebrado grupo financiero Lehman Brothers Holdings venderá en la prestigiosa casa de subastas británica Christie’s parte de su colección de arte, que incluye obras de Gerhard Richter y Maya Lin, con la esperanza de poder devolver millones de dólares a sus acreedores. En la imagen, dos personas introducen en Christie’s el cartel de su antigua sede, que también saldrá a subasta.»

En un primer vistazo podría pensarse que la fotografía retrata la caída de un modelo, el fin de una era.

Pero no, todo lo contrario. Porque el cartel no está siendo conducido a una chatarrería, sino a la sala de subastas más popular de nuestro tiempo. Será objeto de una puja millonaria. El simplón cartel de la fachada de Lehman, fabricado en chapa, también puede valer millones y generar beneficios, y engordar expectativas y ansias de poder. Ay las subastas, que expresión tan sincera del capitalismo.

Así que no hubo tal reinvención del modelo, no hubo final de una era. No fue más que un traslado. De una cuenta corriente a otra, y si por el camino lo constatamos pues mejor.
¿Alguién da más por menos? Bienvenidos al show business.  Todo sea por el capital.

 

En el prólogo de la reforma laboral se asegura que todo se hace por el bien común, por ??fortalecer los pilares de nuestro estado de bienestar? y para generar más empleo.

Pero basta con seguir leyendo para concluir que el objetivo real de la reforma es facilitar y abaratar los despidos y seguir el juego a los que más riqueza acumulan sin que importe para ello suprimir derechos laborales fundamentales.
La estrella de la reforma es sin duda el despido preventivo. A partir de ahora, si una empresa considera que sus productos dejarán de ser productivos puede despedir a sus trabajadores o a parte de ellos sin necesidad de probar esas futuras dificultades de forma concluyente. Su excusa para despedir puede basarse tan solo en meras conjeturas.
Basta con invocar que el despido servirá para evitar problemas económicos, organizativos o productivos futuros en la empresa, lo que en realidad en ningún negocio se puede descartar, porque siempre existe la posibilidad de que en el futuro puedan surgir problemas.

La indemnización por despido procedente será de 20 días de salario por año trabajado, de los cuales ocho los subvencionará el Estado a través del Fondo de Garantía Salarial y los otros doce, la empresa.
Para el despido improcedente se establece una indemnización de 33 días por año frente a los 45 días que se contemplaban hasta ahora, con un tope de 24 meses frente a los 42 de ahora.
La reforma también permite a los empresarios suspender el régimen salarial previsto en los convenios colectivos con la excusa de que su situación económica pudiera verse dañada como consecuencia de la aplicación de dicho régimen; también disponen de vía libre para cambiar los horarios y su distribución, las funciones laborales y los salarios, así como para reducir jornadas.

Otra de las perlas de las nuevas medidas es la que contempla el refuerzo del papel de las agencias de colocación privadas sin ánimo de lucro, las ETTs, que podrán participar ya en todos los ámbitos, incluida la administración pública. Los desempleados deberán atender los requerimientos que les hagan estas empresas de trabajo temporal y así se avanza en la mercantilización de la intermediación laboral.

Leyendo la reforma y analizando la situación social actual quizá alguien recuerde el libro ??Rebelión en la granja? de George Orwell, en el que los cerdos arrebatan el control de la granja a los humanos, y en el que uno de los personajes, el caballo Boxer, ante el reparto cada vez más desigual de alimentos y ante las falsas promesas de los cerdos gobernantes improductivos, lo único que sabe hacer es trabajar más duro y así se lo dice a sí mismo a diario: ??Trabajaré más fuerte?.
Al final, tras toda una vida de esclavitud, el ingenuo Boxer es enviado al matadero por aquellos a los que sirvió.
El 1% de la población del planeta posee ya un 35% de la riqueza mundial, según la revista Forbes. La fortuna media de los multimillonarios es de 3.500 millones dólares, 500 millones más que en 2009.

Mientras podamos defender nuestros derechos laborales y civiles, hagámoslo. De lo contrario el mensaje desde la inmovilidad quedará claro: podéis hacer con nosotros lo que queráis.

¿De verdad no hay razones para la huelga?

Richard Cohen

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Richard Cohen-Washington. Hay un destello de John Brown en los ojos del Reverendo Terry Jones, un atisbo de locura dramática y avidez Gingrichiana de candelero. Sus planes de quemar el ejemplar del Corán se suspendieron, o, dada la forma en que salen estas cosas a menudo, tal vez simplemente se aplazaron. CNN volverá a llamar, o al programa «Today» se le acabarán las niñas blancas, o Jones volverá a sentirse obligado nuevamente a prender el libro sagrado de alguien, marcando un tanto para iluminar sus propios prejuicios y, mientras está en ello, obligarnos a tomar parte. Yo estoy con Jones.

Espero no tener que explicar que difícilmente puedo ser anti-musulmán. También espero no tener que explicar que Jones me parece censurable, y que me pregunté, hace miles de años en Instant Media Time (la semana pasada), el motivo de que Newt Gingrich no le llamara o de que Sarah Palin no tuitee sobre él o de que Rick Lazio no difunda un comunicado de prensa en el que todos dicen que aunque comparten su impulso de explotar el miedo al islam, pensaban que había emprendido con mal pie su búsqueda de publicidad. Puede que hubieran tenido éxito, aunque Jones habría replicado que la moderación en la búsqueda de la publicidad no es ninguna virtud y que el extremismo en la misma búsqueda no es ningún comportamiento inmoral. Algo así.

John Brown se enfrentó a la América pre-Guerra Civil con un dilema. No había asesinado ni aprobado el asesinato en la causa de la lucha contra la esclavitud y había liderado una insurrección en Harpers Ferry. Las vicisitudes de la vida (la muerte de los hijos y de su primera esposa) y la corrosiva injusticia de la esclavitud en especial habían hecho mella en él. Probablemente estuviera demente, pero su causa desde luego no lo era, y cuando el estado de Virginia le condenó a la horca, no pocos pensaron — Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau entre ellos — que un gran hombre había sido asesinado.

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Jones no es ni un gran hombre ni el líder de una gran causa. Pero lo que quiso hacer es tan lícito dentro de nuestro sistema como, en cierto sentido, valorado. Trataba de trasladar una idea sin palabras. Era caótica e intolerante, pero era una idea política no obstante, y tenía todo el derecho a exponerla. Sin embargo, el Presidente Obama y el Secretario de Defensa Robert Gates y el General David Petraeus al mando de la Guerra de Afganistán le instaron a abandonar su postura — las vidas de soldados estadounidenses estaban en juego. Jones claudicó.

Esta no es la primera vez que la amenaza de la violencia en el mundo islámico ha surtido aquí un efecto moderador — ni será la última. Aún no he visto las viñetas del Profeta Mahoma publicadas originalmente en el rotativo danés Jyllands-Posten. La dibujada por Kurt Westergaard y considerada particularmente censurable provocó disturbios y, finalmente, un atentado contra el propio Westergaard. La violencia, real o amenazada, intimidó a los medios occidentales.

Westergaard sobrevivió al ataque, un horrible allanamiento de morada, exigiendo la presencia policial desde su habitación quitapánicos. Igual que hizo antes el novelista Salman Rushdie, vive bajo protección policial. La vida de Rushdie, por supuesto, fue amenazada por su obra de 1988 «Los versos satánicos», que fue tildada de insultante para el islam. Como en el caso de Westergaard, Rushdie fue tan condenado por ciertos musulmanes como por determinados no musulmanes. A intervalos regulares, la fatua es recibida con una estudiada indiferencia — la calamidad provocada por el enfrentamiento de las dos partes, la del ayatolá Ruhola Jomeini, que decretó la muerte de Rushdie, y la del insensible Rushdie, que no entendió que los pueblos postcoloniales llevan la razón siempre.

En esta vorágine de valores rivales ha intervenido la canciller alemana Angela Merkel. Justo este mes distinguía con un premio de comunicación a Westergaard. Lo hizo aunque Alemania tiene alrededor de 4.500 efectivos regulares destacados en Afganistán, el tercer contingente más grande de la OTAN. «El secreto de la libertad es el valor», decía en la ceremonia de entrega, citando el papel que había jugado la prensa libre a la hora de liberar a su Alemania Oriental natal. Resulta que algunos valores son más valiosos que otros.

Barack Obama hizo lo que tenía que hacer. Su primera obligación es proteger las vidas de los estadounidenses — en especial las tropas de Afganistán e Irak. Pero aun así, algo en el fondo de su mente tiene que haber reconocido una obligación rival de proteger los valores estadounidenses y no ceder, como demasiada gente cedió en el caso de Rushdie y Westergaard, a los valores antitéticos a los nuestros. Jones es un imbécil, un invento alucinógeno que se valió de sus 15 minutos de gloria para provocar consternación dentro del país y disturbios en el extranjero. Es desagradable en su aspecto y su mensaje, pero si se trazara una línea y tuviera que elegir bando, no tendría elección. Estoy con él.

Richard Cohen
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Richard Cohen-Washington. Christine O’Donnell, la candidata del movimiento de protesta fiscal por los Republicanos de Delaware, confiesa haber «incursionado en la brujería» en una ocasión — una revelación que saltándose apropiadamente el uso gramatical no sólo era de esperarse, sino que explica lo sucedido al Partido Republicano. Alguien — probablemente sepa quién — lo ha maldecido, y ahora tiene una candidata cuya principal aportación al pensamiento político o, en la práctica, la tesitura de los pobres, es haberse quedado a gusto contra la masturbación, que equiparaba al adulterio. Sólo un conjuro puede explicar ese pensamiento.

Sólo un conjuro puede explicar también que Newt Gingrich, probable candidato presidencial, pueda atribuir la política de Barack Obama al «comportamiento keniata anti-colonial». Obama interiorizó presuntamente este comportamiento de su padre, al que sólo vio fugazmente, lo que viene a ser casi nada, y lleva bastante muerto. Esto, como Gingrich y las demás víctimas del encantamiento pueden decirle, es prueba del poder demoníaco que ha salido de la tumba, entrado en la Casa Blanca (oye, el matrimonio Salahi se coló) y empapado el cuerpo y la mente mismos del jefe del ejecutivo. Es suficiente para ponerte los pelos como escarpias.

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De igual manera, sólo un conjuro puede explicar el motivo de que tanto del Partido Republicano insista en llamar socialista a Obama. Colgar este sambenito al mismo caballero que salvó al sector financiero, rescató a Goldman Sachs y al resto de empresas del ramo y practicó la maniobra Heimlich a entidades bancarias en las últimas, sólo puede explicarse por la brujería o el vudú o algo parecido. Ha hecho que el Partido Republicano pierda la chaveta. Obama hizo algo parecido a la industria automovilística norteamericana, salvándola de sí misma. No dejó que quebrara ni la nacionalizó, como habría hecho un socialista, sino que le inyectó liquidez para que — esto es mío — pueda quebrar más adelante.

Los invisibles efectos de la brujería son claramente el motivo de que la quinta parte de los estadounidenses estén seguros de que Obama es musulmán. En la práctica, a medida que pasa el tiempo, cada vez más gente le adscribe esta fe — un fenómeno tan contrario a la lógica o el pensamiento racional que la explicación tiene que encontrarse por fuerza en la más oscura de las artes — la brujería y el vudú. (El Partido Republicano practica el vudú de la canción). Muchos otros estadounidenses creen que Obama no nació en Estados Unidos sino en el extranjero, en Indonesia o en Kenia o incluso en Hawai, que sin que mucha gente lo sepa es estado americano. (El país extranjero es Alaska). El nuevo candidato Republicano al Senado y favorito del movimiento fiscal en Alaska, Joe Miller, responde a casi todas las preguntas remitiéndose a la Constitución. No hay nada en ella acerca de la seguridad social, observaba. También permitía la esclavitud, no observa.

Esta chifladura chiflada por la Constitución, la décima enmienda en particular, es claramente obra de brujas, druidas y dementes. No tiene nada que ver con los verdaderos problemas de América y, si se toma demasiado en serio, provocará un desastre económico y político. La Constitución es un documento maravilloso, bastante milagroso en la práctica, pero sólo porque se ha adaptado sabiamente a los renovados tiempos. Suscribir cada palabra de cada una de sus cláusulas al pie de la letra no es respetuoso en absoluto con los Padres de la Patria. Eran revolucionarios que se apuntaban al cambio. Así es como llegamos aquí.

Escuchar a los conservadores Republicanos hablar durante el reciente Encuentro de Valores Electorales era escuchar hablar a un orador tras otro sobre cosas que no se pueden ver y no existían. Una es el supuesto programa homosexual, que ha convertido la orientación sexual en movimiento político. Este programa, al margen de cuál pueda ser, debe ser un misterio para los conservadores homosexuales, de los cuales hay unos cuantos.

O’Donnell es a donde el Partido Republicano lleva ya un tiempo encaminándose. Los líderes del partido se han negado frontalmente a plantar cara a cualquier estupidez, llegando a sugerir que estar de acuerdo con Obama puede no ser cristiano. Sus intelectuales han apoyado e impulsado las insensateces de Sarah Palin. Nada para ellos es ir demasiado lejos. El partido no está preparado para gobernar. Apoyaría al Joker pero no a Batman, que se ha dejado ver demasiado con Robin.

Así que ahora tiene una candidata en Delaware que encarna de verdad al político profesional. Parece no tener recursos aparte de los fondos de campaña. Supuestamente vive en su sede electoral, aunque esto es algo sin confirmar. Cualquiera que sea el caso, no tiene empleo ni opiniones dignas de consideración ni por un momento. (Decepciona incluso a Karl Rove). No es probable que gane, pero tal como van las cosas este año, podría. La gente está indignada. La gente está cabreada. Cae la noche.

¿Por dónde se sale en escoba?

Richard Cohen
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E. Robinson

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Eugene Robinson-Washington ¿Cuándo se convirtió en tal atajo de bocazas asustadizos y víctimas profesionales la derecha estadounidense? ¿O todo es solamente un numerito?La histeria a cuenta de los planes de construcción de un inocuo centro comunitario musulmán en el Bajo Manhattan — a dos manzanas de la Zona Cero, en mitad de una ensalada urbana de edificios de oficinas, restaurantes baratos y clubes de striptease – es enormemente exagerada. Sería ridículo si no amenazara con causar un daño enorme a la campaña global contra el terrorismo islámico.

Está a estas alturas establecido que el proyecto, denominado Park51, está promovido por un religioso musulmán contrario a la violencia cuyos sermones suenan un poco como las reflexiones del gurú espiritual Deepak Chopra. También es un dato indiscutible que el imán en cuestión, Feisal Abdul Rauf, es tan moderado que el gobierno estadounidense le envía regularmente como emisario a países musulmanes a predicar la paz, la tolerancia y el diálogo.

Pero los tertulianos y los políticos de la derecha han llegado a extremos insospechados para retratar el proyecto Pakrk51 como una especie de ataque al honor — con «el pueblo estadounidense» como víctima. ¿Víctima de qué? ¿De los siniestros planes de Rauf de destruir la ciudad con un gimnasio, una piscina y — qué escalofrío — un espacio para la interpretación?

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Toda la «polémica» es ridícula. Pero conservadores que deberían reconocer lo que está mal hacen todo lo que pueden para explotar la extendida ignorancia con el islam transformándola en miedo y rabia. Insinúan, pero no dicen abiertamente, que fue el propio islam lo que atacó a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, en lugar de un grupo extremista que practica lo que la mayoría de los musulmanes del mundo consideran una perversión de la fe. Retratan el Park51 como «el baile de la victoria» sobre el sagrado suelo en el que miles de estadounidenses perdieron la vida — al margen de que el edificio y la Zona Cero no estén al alcance de la vista — y sugieren que el proyecto, incluso administrado por un imán que viene a ser prácticamente un hippie, podría servir de alguna forma de centro de reclutamiento para terroristas.

Mensaje a cualquiera que escuche: es una víctima. Tenga mucho miedo.

En el ínterin, esta brigada de lucha anti-mezquita está reclutando a terroristas de izquierda y derecha. Como decía a Los Angeles Times Ahmad Moussalli, profesor de la Universidad Americana de Beirut: «El rechazo a esto se ha convertido en el rechazo al propio islam». Toda la retórica islamófoba tiende a reforzar el principal argumento de los yihadistas, que consiste en que Estados Unidos y Occidente pretenden destruir la estimada fe de más de mil millones de almas.

La cuestión es, sin embargo, que el escándalo prefabricado sobre el proyecto Park51 forma parte de un patrón más extendido en el que la derecha se hace la víctima y fomenta el miedo. Resulta que la formación a la que le gusta retratarse como un grupo de John Waynes y «mamás osas» dedica una desagradable cantidad de tiempo agazapada en la esquina quejándose de lo salvaje que está siendo todo el mundo.

Contemple los frecuentes estallidos a cuenta de ejemplos de racismo inverso — reales o imaginarios. El escándalo Shirley Sherrod fue el ejemplo más reciente de lo impaciente que está la derecha por propagar la falsa narrativa de que los afroamericanos, una vez que ocupan cargos de autoridad, utilizan su poder recién adquirido para castigar a los blancos por la discriminación histórica. Los hechos del caso Sherrod, cuando por fin salieron a la luz, se decantan convincentemente en contra de este relato ficticio de venganza esperada. Pero volverá.

Y vea la histeria por la inmigración ilegal. Los hechos no importan — por ejemplo, que el flujo de inmigrantes irregulares ha descendido, o que las medidas de control de la frontera con el Presidente Obama sean mucho más estrictas que con George W. Bush, o que los inmigrantes irregulares no son responsables de ningún tipo de ola de delincuencia. El Representante Louie Gohmert, R-Texas, ha llegado a sonar las alarmas por presuntos «bebés del terror». La idea es que las mujeres embarazadas sin papeles cruzan la frontera para que sus hijos puedan tener la ciudadanía estadounidense, y después se llevan a los hijos para ser entrenados como terroristas — que podrán volver dentro de 20 años o más, con pasaportes estadounidenses legítimos, y supuestamente sembrar el caos. No, no me lo he inventado.

¿Está realmente tan aterrorizada la derecha? ¿En serio tiene esta gente tan poca fe en la fuerza de nuestra nación, su resistencia y valores? Espero que todo esto sea simplemente cálculo político cínico, porque hay amenazas genuinas y desafíos esperando. A todos nos irá mejor mostrando escepticismo en lugar de gimoteos.

Eugene Robinson
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Eugene Robinson -Washington. El imponente escenario del Lincoln Memorial pertenece a todos los estadounidenses — hasta a los locutores radiofónicos egomaníacos que se lucran a lo grande a base de fomentar el miedo, el resentimiento y la indignación. De modo que permítame afirmar claramente que Glenn Beck tiene todo el derecho a mantener su convocatoria absurdamente llamada «Restauración del Honor» el sábado.

Pero el resto de nosotros tenemos todo el derecho a llamar al acto por lo que es: un ejercicio de auto-bombo a una escala napoleónica. Yo casi esperaría que Beck hiciera acto de presencia con el sombrero francés y una mano medio metida en la solapa de la casaca.

Que Beck programe su acto de auto-enaltecimiento en el mismo lugar en que el reverendo Martin Luther King Jr. pronunció su inmortal presentación de «Tengo un sueño» — y en el 47 aniversario de ese histórico discurso – pretende ser, evidentemente, una provocación. No hay necesidad de responder a la provocación, no obstante; la respuesta apropiada es ignorarle. Ningún mercader pomposo podrá nunca llegar a restar importancia a la Marcha sobre Washington de 1963 ni al impacto de las inolvidables palabras de King.

Lincoln y King tendrán siempre su lugar reservado en la historia americana. Los 15 minutos de gloria e influencia de Beck tienen caducidad.

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Lo más ofensivo de la convocatoria es el alarde presuntuoso de Beck de que el acto «recuperará el movimiento de los derechos civiles». Pero esto es sólo un montón de tonterías – demasiado incoherentes para ofender realmente. Beck realiza la falsa aseveración de que la lucha por los derechos civiles pretendía lograr «la igualdad jurídica», no «la justicia social» — en otras palabras, el movimiento no tenía ningún componente económico. Afirma que los izquierdistas de la actualidad, a través de legislaciones como la reforma sanitaria, «pervierten» de alguna manera el sueño de King.

Pero la versión de Beck de la historia es simple y llanamente falsa. El motivo completo de la convocatoria a la que se dirigió King hace 47 años fue «Marcha sobre Washington por el Empleo y la Libertad». Entre sus organizadores se encontraban el sindicalista A. Philip Randolph, fundador del sindicato BSCP de empleados afroamericanos de los coches-cama del ferrocarril y vicepresidente de la federación sindical AFL-CIO, que pronunció un discurso que describía la injusticia «de una sociedad en la que 6 millones de personas blancas y negras están en el paro y millones más viven en condiciones de pobreza».

El Representante John Lewis, D-Ga., encargado por entonces del Comité Coordinador de Protestas Estudiantiles No Violentas, fue el orador más joven de la concentración. «Nos manifestamos hoy por el empleo y la libertad, pero no tenemos nada de lo que enorgullecernos, porque centenares y miles de hermanos nuestros no están aquí – porque no tienen dinero para venir, porque perciben salarios próximos a la inanición», dijo a la multitud. Aludiendo a la legislación de derechos civiles propuesta, Lewis decía, «Necesitamos un anteproyecto que cubra las necesidades de los indigentes y los hambrientos de esta nación. Necesitamos un anteproyecto que garantice la igualdad de una empleada doméstica que gana cinco dólares a la semana trabajando para una familia cuya renta bruta es de 100.000 dólares anuales».

Y desde el principio, el activismo y el liderazgo de King tuvieron por objetivo garantizar no sólo la igualdad jurídica sino también las mismas oportunidades. Cuando fue asesinado en 1968, King estaba inmerso en una Campaña de los Pobres que pretendía mejorar la situación económica de todos los estadounidenses olvidados por la sociedad, con independencia de su raza.

Pero ¿por qué malgasto el aliento? A Glenn Beck no le interesa la historia, y desde luego no está interesado en la verdad. Solo le gusta provocar deflagraciones retóricas para captar la atención – y disparar la audiencia y los oyentes de sus programas de televisión y radio.

Puesto que Beck ha llamado al Presidente Obama «racista» y le acusó de «abrigar un odio arraigado a los blancos», es seguro dar por sentado que algunas personas asistirán a la convocatoria del sábado a causa de la tónica de agravios raciales y el deseo de algún tipo de compensación. Pero muchas asistirán por otras razones, y son las que lamento. Como demuestra claramente el ascenso del movimiento de protesta fiscal, hay millones de estadounidenses que se sienten alienados por su gobierno, inquietos por la economía y temerosos del futuro. Sus inquietudes merecen ser escuchadas. En lugar de eso, los motivos de su temor son explotados por charlatanes que consideran el miedo y la ira herramientas de marketing.

La noche del sábado, cuando el acto haya terminado, el Lincoln Memorial seguirá siendo el lugar donde King pronunció uno de los discursos más memorables del siglo XX. La gente que acuda a la concentración en busca de respuestas se irá sin ellas. Y Glenn Beck seguirá siendo una leyenda en su mundo.

Eugene Robinson
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Eugene Robinson-Washington. Los Republicanos se desenvolvían bastante bien solos como el Partido del No. ¿Por qué deciden entonces hacerse un nuevo nombre como el Partido de las Estupideces?

Vale, estoy pecando de falso. Las mentes curiosas pedían saber qué proponía hacer exactamente el Partido Republicano si los electores le confiaban el control de una o las dos cámaras del Congreso. Pero si la «Garantía para América» dada a conocer el jueves es lo mejor que los legisladores Republicanos saben proponer, harán mejor en seguir echando pestes del «socialismo gradual» mientras se niegan a dar detalles.

El problema de la Garantía es que las cuentas no cuadran ni de lejos. El documento es tamaña ensalada de contradicciones que es difícil imaginar que pueda convencer a alguien que haya aprobado la aritmética de octavo — a menos, quizá, que los Republicanos tengan algo en mente de lo que no han hablado aún.

La Garantía se presenta como un plan para «generar empleo, atajar la incertidumbre económica y hacer más competitiva a América». Suena a iniciativas valiosas, pero el Partido Republicano también promete «detener el desbocado gasto público y reducir el tamaño de la administración». La mayoría de los economistas dirán que ahora mismo, teniendo en cuenta el alcance de la incertidumbre económica que sacude a la nación, esos objetivos son mutuamente excluyentes. No importa, supongo yo, puesto que la Garantía tampoco cuadra.

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Para generar empleo, los Republicanos prometen hacer permanentes todas las bajadas tributarias de la administración Bush — en contraste con la postura de los Demócratas, que consiste en hacer permanentes los recortes fiscales destinados a la clase media pero permitir que los tipos impositivos vuelvan a los niveles de la era Clinton en el caso de los hogares de renta superior a los 250.000 dólares al año. El Partido Republicano también concederá a los pequeños negocios una deducción fiscal del 20% de sus beneficios. La Garantía también juega con la promesa Republicana perenne de limitar «la excesiva regulación federal».

Pero por parte del gasto, el partido acometerá un buen número de acciones que destruirán empleo de forma inmediata. Los Republicanos proponen una moratoria a la contratación de funcionarios federales — a excepción de los sectores de la seguridad y la defensa. Dado que el sector privado no está contratando, una moratoria al empleo en el sector público no hará sino garantizar que el paro permanece más elevado de lo que habría estado. La Garantía también propone el embargo de cualquier fondo público de la batería de estímulo económico del año pasado que no haya sido destinado aún — dinero pensado para conservar los empleos de los peones de la construcción, los profesores y los bomberos entre otros.

Si los estadounidenses contratados por la administración federal o pagados con dinero del estímulo se quedan en el paro, no van a tener dinero que gastar en bienes y servicios — y enfrentándose a una menor demanda de sus bienes y servicios, las empresas no van a contratar ni invertir en instalaciones nuevas. ¿En serio quieren los Republicanos devolver a la recesión la economía, o no se han leído el documento difundido en su nombre?

Hay mucho más. Simplemente expongo lo más deshonesto — o siendo caritativos, lo menos sincero — de las muchas esperanzas contenidas en la Garantía para América. Los Republicanos dicen querer reducir el «masivo» déficit federal. Es un objetivo noble de verdad. Pero el plan está trufado de medidas que aumentan el déficit, no lo reducen.

La mayor quizá no es solamente ampliar las bajadas tributarias, sino hacerlas permanentes. Durante la próxima década, esta medida añadiría al déficit alrededor de 4 billones de dólares. La noción de los Republicanos de que recortar el presupuesto federal de alguna manera va a compensar la diferencia es ridícula. La Garantía exime la defensa, el gasto social y la servidumbre de la deuda — los integrantes más sustanciosos del presupuesto federal — y se centra en el gasto «administrativo», que recortará el déficit «en 100.000 millones de dólares por lo menos sólo en el primer año». Ya, claro.

Sacar todo ese dinero del presupuesto administrativo no destinado exigirá recortes draconianos en programas como las becas de educación, de los que han terminado dependiendo tanto los estados Republicanos como los Demócratas. No va a pasar. E incluso si lo hiciera, el impacto sobre el déficit palidecería en comparación con el de las bajadas tributarias.

Algo raro: La «Promesa de América» menciona la fórmula «seguridad social» sólo un par de veces de pasada. Si el Partido Republicano llegase de alguna forma a implantar su plan íntegro, una de las únicas formas concebibles de salvar al país de la insolvencia sería acometer cambios radicales en la seguridad social — privatizando tal vez el programa, cosa que George W. Bush trató de hacer y no logró. ¿Es eso lo que tienen en mente los Republicanos?

Esa sería la cuestión a plantear antes de noviembre. Creo que a unas cuantas personas les gustaría conocer la respuesta.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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