E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington .Si se ha dado en mi vida un fenómeno político más perturbado clínicamente que los conspiranoicos de la ciudadanía de Obama, se me ha pasado por alto. ¿Es esto a lo que ha llegado nuestro discurso nacional? ¿A la fantasía paranoide pura?

Hablo de la gente que se ha convencido de que Barack Obama no nació realmente en suelo estadounidense, y por tanto no tiene derecho a ser presidente. Hasta algunos tertulianos que normalmente se encuentran entre los críticos más acérrimos de Obama han reconocido que esta idea no es más que una simple chaladura. Sin embargo persiste, en los márgenes más recalcitrantes de la blogosfera derechista. Ah, y también en la CNN, que generalmente se acerca a la realidad un poco más.

Se ha demostrado de forma definitiva que no hay ningún atisbo de verdad, ni siquiera la más remota ambigüedad, en toda la idea del nacimiento. Funcionarios de Hawái han acreditado una y otra vez que Obama nació, en realidad, en Honolulu el 4 de agosto de 1961. Cuando los conspiradores exigieron ver su partida de nacimiento, los funcionarios del estado la sacaron a la luz. Los periodistas han estudiado esta historia no-noticia de principio a fin desde todos los ángulos y llegado a la conclusión de que es, de verdad, una noticia inexistente.

Para creer lo contrario, es necesario explicar el hecho de que anuncios del nacimiento del bebé Barack Obama fueron publicados en dos periódicos de Honolulu en agosto de 1961. Para ser un auténtico conspiranoico, por lo tanto, hay que creer no sólo que funcionarios hawaianos conspiraron para falsificar partidas del estado, sino también que «ellos» – no los funcionarios del estado necesariamente, sino algún «ellos» perverso genérico que inevitablemente se esconde detrás de las conspiraciones más oscuras y extendidas – logró alterar o sustituir de alguna manera recortes de periódicos amarillentos en las hemerotecas.

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Eso es con lo que los conspiradores menos locos tienen que lidiar. El escenario alternativo – caso de aquellos que se forran la cabeza de papel de aluminio – es que de alguna manera todo esto fue planeado en 1961: «Ellos» plantaron diabólicamente estos anuncios de natalicio hace 48 años, creando una partida falsa para que un niño elegido que en realidad nació en algún país extranjero – ¿Kenia? ¿Indonesia? ¿Manchuria? – pudiera ser preparado, programado quizá, e instaurado algún día en el Despacho Oval. Inserte carcajada malévola en este punto.

?sta es la gente que también cree que la obra maestra de Stanley Kubrick, «Dr. Strangelove», era en realidad un documental – y que el verdadero objetivo de Obama, tal como deducía sabiamente el General Jack D. Ripper, es «estancar y envenenar todos nuestros preciosos fluidos corporales».

Probablemente haya gente ahí fuera que cree que el mundo es plano, y no vale la pena escribir sobre ellos. Tampoco la valdría escribir acerca de los conspiradores del nacimiento de Obama a menos que usted se crea un sondeo difundido la semana pasada por Research 2000 que revela que un sorprendente 28 por ciento de los Republicanos cree realmente que Obama no ha nacido en los Estados Unidos y que otro 30 por ciento dice «no estar seguro». Los empleados del Partido Republicano tienen hacer un pedido mayor de papel de aluminio.

El estudio, encargado por la página web izquierdista Daily Kos, concluye que el 93 por ciento de los Demócratas y el 83 por ciento de los independientes no tienen ninguna duda – ninguna – de que Obama nació en los Estados Unidos. Que sólo el 42 por ciento de los Republicanos también esté convencido es un fascinante indicador de lo mucho que se ha alejado el Partido Republicano de la referencia.

Más Allá del Límite de la cordura se encuentra también el presentador de la CNN Lou Dobbs, que viene dando cobertura en horario de máxima audiencia a la locura de los conspiradores – incluso negando al mismo tiempo que él se la crea. La obsesión de Dobbs con la «noticia» se ha convertido en motivo de vergüenza para la cadena, que se intenta posicionar como libre de sesgo político. El presidente de CNN / U.S. Jon Klein ha declarado «terminada» la noticia, pero insiste en que es legítimo que Dobbs examine la presunta polémica, aunque en realidad no exista polémica.

Lo del nacimiento es sólo el desvío más reciente de la realidad que toma Dobbs. Durante años, se ha embarcado en una cruzada contra la inmigración ilegal, citando cifras y hechos que a menudo resultan ser erróneos. La televisión puede dar un matiz de pseudo-realidad a cualquier tipo de tonterías.

¿Es esto una campaña orquestada para deslegitimar de alguna manera la presidencia de Obama? ¿Es un factor el hecho de que es el primer presidente afro-americano? ¿Es que algunas personas no pueden o no quieren aceptar que ganó las elecciones y ocupa el puesto de presidente del legislativo en la administración?

Quizá, quizá no. Tratar de analizar el fenómeno de la conspiración del nacimiento de Obama supondría tomarlo en serio, y tomarlo en serio sería como debatir el color de los unicornios. Todo lo que se puede decir es que un puñado de personas desorientadas, confusas y asustadas han decidido refugiarse en invenciones conspirativas. Espero que no sean agresivas. Y espero que pidan ayuda profesional.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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EL PAIS hoy en su artículo titulado «Cecina de ex presidente»

«…Si a partir de ciertas edades los cuerpos se ajamonan o se amojaman, en el caso del ex presidente del Gobierno tanta flexión, combinada con la edad, ha producido un llamativo acecinamiento, como si el músculo, castigado por la neurosis vigoréxica, renunciase a florecer y se replegara atemorizado sobre los huesos. Varios miles de abdominales después, José María Aznar se parece a Enjuto Mojamuto con bigote y reloj caro….

[sigue aquí]

Me avisó Paco Hurtado en el perfil de facebook. Gracias Paco!

Antoni Gurguí, miembro del Consejo de Seguridad Nuclear, concedió el pasado día 29 una entrevista a EL PAIS en la que sostenía que no vió «ni un atisbo de presiones políticas ni de división en función del partido político que propuso a cada consejero». Guirguí, en un intento de justificar la decisión afirmó:

«Incluso si hubieran puesto a alguien propuesto por Greenpeace, habría avalado la prórroga», dijo el pasado día 29 de julio

Hoy, Juan López Uralde, Presidente de Greenpeace España, contesta en una carta titulada «Falta de transparencia» en EL PAIS a Guirgí :

«…El CSN lleva en los últimos años una política de apoyo a la energía nuclear, como puede verse en las sucesivas declaraciones públicas de sus consejeros y presidentes, algo que es contrario a la propia ley y al espíritu por el que se creó este organismo. Las declaraciones de Gurguí siguen esta misma línea pronuclear. Difícilmente en este contexto podría tener siquiera cabida un consejero, no ya de Greenpeace, sino que cuestionase, o simplemente no apoyase, la energía nuclear.

«Precisamente tuvo que ser Greenpeace quien denunciara el escape radiactivo producido por Ascó I en noviembre de 2007, y que fue ocultado tanto por la central nuclear como por el propio CSN.

El CSN ha evitado poner en marcha el consejo asesor que por ley debiera estar funcionando desde septiembre de 2008. Este incumplimiento legal ha tenido por único objetivo evitar que personas u organizaciones independientes de la industria nuclear tuvieran el más mínimo acceso o influencia en la decisión del CSN sobre el futuro de Garoña

[sigue Juan López de Uralde en EL PAIS]

Ya puedes opinar porque vuelve a la Revista Quo el blogobate y lo hace en pleno verano con la polémica de dónde y cuánto podemos exhibir nuestros cuerpos. ¿Nudismo en cualquier playa? ¿Topless en la piscina comunitaria?

El blogobate es una propuesta que coordina radiocable.com para la revista Quo y que en esta ocasión cuenta con la ayuda de Chapi Escarlata, blogger en 20minutos.es y con Cristina Juesas, autora del conocido blog Maripuchi. Debate con nosotros, envía tu opinión y la publicaremos en el próximo número de la revista impresa.

Chapi Escarlata, es blogger en 20minutos.es, con una bitácora de tema sexual: ??Con la edad me he hecho más desinhibida -cuenta- y estoy más estupenda que nunca. Trabajo con ahínco en que no se me pase el último tren??. Sobre el tema de debate, Chapi Escarlata opina:

«…A mí me gustan las playas en las que la gente hace lo que quiere. El que quiere se quita el bañador, y el que no, se lo deja puesto. En muchas incluso hay niños, familias, jóvenes y mayores. Unos están desnudos y otros no, y no pasa nada. Respecto al topless en ciertas piscinas, me parece una tontería que traten de prohibirlo por votación, aunque no quede más remedio que plegarse a la mayoría. [sigue y comenta aquí]

Cristina Juesas es autora del conocido blog Maripuchi, llamado así ??como la muñeca de trapo que tenía de niña y que nunca se fue del todo?. Cristina se confiesa una abeja: ??Estoy en el enjambre, participo del zumbido a mi alrededor. Sobre si practicar o no el nudismo en las playas, Cristina opina:

«…Por las tradiciones culturales que nos rodean, lo respetuoso con los demás es mostrar un cierto pudor. Soy una persona tolerante y progresista. Creo que todo el mundo tiene derecho a hacer lo que quiera en su casa, pero a mí, personalmente, no me gusta encontrarme en la playa con quienes hacen nudismo. [sigue y comenta aquí]

El diario The Guardian publica un texto de Peter Preston en el que desmonta los paralelismos entre el IRA y ETA y explica que a pesar de la evidente debilidad de la organización terrorista, aún cuenta con un cierto e inquietante apoyo social:

Puede haber un menor número de combatientes de ETA en general, cruzando España en furgonetas robadas, dejando detrás de ellos bombas lapa, pero hay otra generación viene. El loco sueño se niega a morir. Apesta en maestros de escuela, oficinistas, músicos, estudiantes. Tiene el poder de renovar […]

La obstinada supervivencia de ETA demuestra tres cosas incómodas. Que algunas visiones de separatismo, envueltas en la leyenda, tienen una potencia más allá de la lógica (o del entendimiento político), incluso en la Europa de hoy. Que un poco de fanática dedicación y entrenamiento puede humillar a un Estado moderno que trata de defender a sus ciudadanos. Y que -desde los fracasados alto el fuego a alto el fuego y la calma aparente a la calma- la bestia no está muerta, sólo duerme. [more]

[otros textos de España en la prensa extranjera en NOS MIRAN]

 

 

Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Cuando el comité del Pulitzer llamó para decir que había ganado el premio por ser el único columnista sindicado, o el único chupatintas mecanógrafo a esos efectos, que no había realizado una entrevista en exclusiva con Barack Obama, me quedé de una pieza. Tuve que asegurarme para ver si realmente no había entrevistado en exclusiva al presidente y, si lo había hecho, qué es lo que había dicho y, si no lo había hecho – que resultó ser el caso – cómo había ocurrido.

Revisé mis notas y diarios y descubrí que se me habían ofrecido muchas oportunidades de entrevistar en exclusiva al presidente, pero sólo después de haber sido entrevistado en exclusiva por todos los demás columnistas, blogueros y, por supuesto, los presentadores de todos los canales incluyendo los del cable, el paquete básico y el paquete preferente. Un examen de lo publicado demostró que el presidente normalmente no dijo nada relevante o casi, y de hecho las cosas han llegado a tal punto que cuando veo a Obama en televisión, me apresuro a cambiar a otro canal, hasta el de las reposiciones de Maury Povich. Recientemente me encontré al cambiar con Anderson Cooper, que fue a entrevistar a Obama en África o en un sitio parecido, y tras detenerme en lo maqueados que estaban los dos, navegué rápidamente con el mando a Animal Planet. Sabía que no me iba a perder nada.

Para una persona de mi edad esto es un cambio tempestuoso, o quizá hasta torrencial o un tsunami – algo considerable y acuático. Hubo un tiempo en que habría aprovechado la oportunidad de una entrevista exclusiva con el presidente de los Estados Unidos y habría seguido la programación con gran interés o gran ansiedad por si su careto aparecía en la pantalla. Solía significar que iba a haber guerra, o controles de precios, o incluso una negativa a aspirar a otro mandato. Los presidentes fueron una vez figuras impresionantes, y bastaba con entrevistar a uno de ellos para ganar un premio Pulitzer.

Siendo sincero, no solicité una entrevista exclusiva con el presidente de los Estados Unidos no sólo porque quisiera escribir cosas que fueran relevantes, sino también – principalmente, en realidad – porque temía que si llegaba a lograr la entrevista exclusiva se esperaría de mi que le preguntara algo acerca de la reforma sanitaria, un tema del que no sé casi nada. Lo que es peor, a pesar de leer seis periódicos del día, seguir las noticias del cable, los programas de actualidad, «NewsHour» y pegarme en internet el día entero, fui incapaz de entender lo que quiere hacer el presidente con la sanidad. Supongo que todo esto es mi culpa puesto que, deduzco de leer mi correo electrónico, casi todo lo es.

Por lo que pude discernir, el presidente delegó la reforma de la sanidad en 24 comités de la Cámara más o menos y unos ocho comités más del Senado, y todos ellos han presentado planes que simultáneamente ceden a las pretensiones del sector privado y aún así socializan de alguna manera la medicina… tal como la conocemos. También son partidistas, independientes, bipartidistas (no haga preguntas y no tendrá respuestas desagradables) y durante los ejercicios fiscales futuros – y a fin de cuentas – mareantemente aburridos. Me refiero creativamente.

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En mi caso, la reforma sanitaria es como la carrera de armamento – concretamente la polémica de la era Reagan con los misiles soviéticos SS20 y tal, por no hablar del peso de las cabezas, que se mide en kilos o toneladas métricas, sea lo que sean. Se esperaba de mí que supiera algo de estas cuestiones, al ser un columnista de Washington y eso, pero yo jamás pude retener los malditos términos y cifras en mi cabeza. Clavaba los codos, hablaba con los expertos, leía los informes sorprendentes, escribía la columna que me pedían – y rápidamente olvidaba todo. La Unión Soviética se derrumbó de todos modos.

Ahora pasa con la sanidad. Como contribuyente soltero (de hecho, divorciado), soy incapaz de entender aunque me vaya la vida en ello por qué Obama no amplió Medicare simplemente, rebajando la edad hasta que todo el mundo estuviera asegurado. Esto precisaría de un comité de la Cámara y una comisión del Senado y una rueda de prensa. Proporcionaría a la vez al americano patriota medio su seguro médico y mantendría a Obama lejos de la televisión. Esto se conoce como situación en la que todos ganamos.

Por suerte para mí, esto no se ha hecho y por tanto vengo evitando esa llamada de la Casa Blanca, invitándome a pasar el día en exclusiva con el presidente, entrevistar en exclusiva al presidente o – esto sería muy difícil de rechazar — encender exclusivamente un pitillo a escondidas con él en la sala de prensa. Mi Pulitzer viene porque soy el único que no entrevista al presidente. Resulta que eso es una exclusiva.

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Ellen Goodman

Premio Pulitzer al comentario periodístico.

 

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Ellen Goodman-Boston. Lo que llamó mi atención no fue solamente el cenicero abandonado languideciendo en la mesa del mercadillo. Era el cartel que lo etiquetaba como «vintage,» como si necesitáramos etiquetar esta reliquia de la América de mediados de siglo.

Los ceniceros que hace mucho adornaban cada reposabrazos, mesa de centro y oficina han seguido el camino de las escupideras. El encendedor del coche hoy en día se usa para recargar el móvil. Pregunte en cualquier restaurante por la zona de fumadores, y le enseñarán la puerta.

Si tuviera que escoger el año en que cambiaron las actitudes, sería 1994, cuando siete consejeros delegados de tabaqueras comparecieron ante el Congreso y afirmaron bajo juramento que la nicotina no es adictiva. Un lobby demasiado grande para quebrar y demasiado poderoso para oponérsele empezó a perder influencia. Los fumadores ya no son vistos como atractivos y glamurosos, sino como incautos adictos.

Desconozco si viviremos alguna vez o no un momento tan dramático en los anales del sector de la alimentación industrial Big Food. Pero he comenzado a preguntarme si éste será el verano en que las (chirriantes) tornas se han vuelto contra la industria de la obesidad.

Ahora que dos tercios de los estadounidenses sufren de sobrepeso, los efectos mortales de la grasa están alcanzando a los del tabaco. Escuchamos con regularidad el sonido de la caja registradora de los costes de la obesidad dentro del debate de la sanidad. Y empezamos a ver que la América Obesa no se debe al colapso colectivo de la voluntad a nivel nacional, sino a un plan de negocios.

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Una muestra de la tónica es «Food Inc.,» un documental que recoge el coste que supone para el país, el trabajador y el consumidor una industria alimentaria que tiene más de fábrica siniestra que de granja bucólica. Un sistema que abarata la compra de comida rápida frente a los alimentos frescos.

Un relato más personal es el éxito literario de David Kessler, «The End of Overeating,» que es a la vez el dietario de una persona sensata y una investigación de una industria que quiere que comamos más cantidad. El ex director de la Agencia del Medicamento inició una cruzada contra el tabaco, pero terminó desarmado frente a una galleta de virutas de chocolate. Así que este sufridor de dietas yoyó se dispuso a descubrir a qué nos enfrentamos exactamente.
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Kessler es un científico, no un conspiracionista. Pero escribe acerca de la forma en que la industria alimentaria ha aprendido a fabricar ??combinaciones hiperestimulantes de azúcar, grasa y sal? que no sólo nos atraen sino que ??tienen la capacidad de reanimar nuestro cerebro, empujándonos a consumir cada vez más de esos productos.»

Y si las palabras que utiliza Kessler, como «ansiedad» o «hiperestimulación condicionada,» suenan exageradas, le traslada a una reunión del ramo en la que un experto en alimentación en un grupo llamado «Simplemente Irresistible» ofrece consejos sobre «graduar la frustración» con la comida para que la gente siga comiendo.

Comemos más de lo que hay en el plato. Comemos más cuando hay aperitivos por doquier, cuando los sabores están graduados sin mezclarse y se comercializan como «juego y comida.» Como admitía un ejecutivo delante de Kessler, «Todo lo que nos ha dado el éxito como empresa es el problema.»

Parece a veces que nuestra sociedad de consumo plantea el mismo conflicto una y otra vez. Campañas de marketing sofisticadas a prueba de indecisos venden de todo desde sexo a cigarrillos pasando por el batido de Oreo Sundae de 1.010 calorías en Burger King. Y se nos dice que debemos ser abstinentes o no fumar o flacos a base de resistirnos a ello. Se nos prometen entradas al «Grill sin Culpabilidad» en Chili’s que pueden acarrear peso de 750 en 750 calorías y que no llevan culpabilidad solo por comparación con una bandeja de patatas Texas con queso que supera las 1.920 calorías.

La analogía entre las tabaqueras y la industria de comida rápida es imperfecta. No se puede dejar de comer con un parche. También nos debatimos con ??la aceptación de la curva? — una lucha contra el prejuicio de la grasa que ha puesto sus miras hasta en la barriga del candidato a director del departamento de salud — y criticando la grasa como riesgo para la salud.

Pero si la campaña contra el tabaco aporta una plantilla, es la del esfuerzo por etiquetar el contenido calórico de los alimentos de los restaurantes y denunciar las tácticas de la industria. También cambia la imagen de los amigos que nos traen raciones más generosas, bebidas y aperitivos grandes como marchantes de la obesidad. Como escribe Kessler, «El mayor poder reside en nuestra capacidad para cambiar la definición de comportamiento responsable. Eso es lo que pasó con el tabaco — las posturas que dieron lugar a la aceptabilidad social del hábito cambiaron.» ¿Y qué hay de nosotros, los incautos enganchados al Frappuccino?

Los directivos de McDonald’s pueden no confesar nunca que un Big Mac nos engorda, y los expertos en alimentación de Frito-Lay pueden no explicar por qué «no podrás comer sólo una» patata frita. Pero éste puede ser el año en que una ración de quesadillas de pollo con tocino, queso variado, guarnición de rancho y crema agria — 1.750 calorías — empezó a parecerse más a un cenicero.

Ellen Goodman

 

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E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Si la raza fuera la única cuestión, no habría tanta inquietud con el desagradable encontronazo del profesor de Harvard Henry Louis Gates, Jr. con el sistema de justicia penal. Después de todo, no sería la primera vez que un negro es arrastrado a prisión injustamente por un agente de policía blanco. La polémica – que en realidad es más un debate entre verduleras – también está relacionada con el poder y los derechos.

?ste es un nuevo giro. Desde el triunfo del movimiento de los derechos civiles, las minorías han venido escalando puestos en política, empresas, universidades, casi todos los campos. Sólo en la última década, sin embargo, un importante grupo de afroamericanos y latinos ha irrumpido en el menudo reducto donde se ejerce el poder real.

Estoy hablando del Presidente Obama, obviamente, pero también del presidente de Citigroup Richard Parsons, la magnate de las tertulias Oprah Winfrey, la ex Secretario de Estado Condoleezza Rice, la candidata al Supremo Sonia Sotomayor y muchos más – un número creciente de miembros de minorías con el tipo de poder serio que solía estar reservado exclusivamente a los blancos. En el mundo académico, la lista comienza por «Skip» Gates.

Es una superestrella, una de las más conocidas y uno de los miembros más destacados de la universidad más prestigiosa de la nación. Hace unos años, cuando circularon rumores de su marcha, Harvard removió cielo y tierra por conservarlo. El incidente que condujo a su detención se produjo a su vuelta del aeropuerto tras un viaje a China con motivo de su documental más reciente con la cadena pública PBS. Tras el traumático encuentro, acudió a Martha’s Vineyard a recuperarse. Así es como se las gasta.

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La elección de palabras que hizo Obama puede no haber sido política, pero simplemente afirmaba lo evidente cuando decía que la policía se comportó «estúpidamente». Gates tiene 58 años, mide alrededor de 1,60 y pesará unos 70 kilos. Es discapacitado y camina con la ayuda de un bastón. Para cuando el oficial James Crowley realizaba la detención, ya había obtenido pruebas de que Gates estaba en su propia casa. Crowley podía ver que el profesor no suponía ninguna amenaza para la integridad de nadie.

Por el bien del argumento sin embargo, supongamos que la versión de Crowley del incidente es cierta – que Gates, desde el principio, se mostró acusador, agresivo y hasta hostigador, dirigiéndose al oficial con un aire de superioridad desbocada. Supongamos que realmente recitó el mantra que sueltan los peces gordos cuando son detenidos: «No tiene usted ni idea de con quién está jugando».

Yo viví en Cambridge durante un año, y puedo dar fe de que reunirse con un famoso profesor de Harvard que resulta ser un petulante es como una reunión con un famoso jugador de baloncesto que resulta ser alto. No es exactamente una sorpresa. Crowley no habría durado una semana en el cuerpo, y mucho menos ascendido a sargento, si hubiera detenido a cada integrante del claustro de Harvard que le tratara como si perteneciera a una especie inferior. Sin embargo, en lugar de marcharse, Crowley detuvo a Gates igual que si pisara el porche de su propia casa.

Al parecer, hubo en juego algún tipo de relación de poder – el profesor sofisticado con aires de superioridad contra el poli blanco corriente de clase obrera – que Crowley no supo pasar por alto. A juzgar por la acalorada discusión que se produjo, ese mismo algo, sea lo que sea, también hace olvidar a los conservadores que creen en los derechos individuales y se oponen al poder intrusivo del estado.

Un caso similar de amnesia colectiva se produjo durante la vista de Sotomayor. Los senadores Republicanos, delante de una magistrada que se basa en precedentes y se abstiene de promulgar leyes nuevas desde el estrado, olvidaron que ésta es la filosofía judicial que defienden. La extraña e inadecuada línea de interrogatorio seguida por el Senador Lindsey Graham, RS.C., en torno al temperamento de Sotomayor fue ampliamente entendida como sexista, y de hecho lo fue. Pero sospecho que la ecuación de poder racial o étnico fue también un factor – la idea de una «latina sabia» de lengua afilada que pone nerviosos a los letrados, letrados blancos y varones algunos de ellos, causa temblores y ataques.

¿Tiene derecho un hombre de la talla de Gates a crecerse y recordar a un policía que no está tratando con un cualquiera? ¿Tiene derecho una mujer con la trayectoria de Sotomayor a humillar a un letrado que entró en la sala con las manos en los bolsillos? Ni más ni menos derecho, seguramente, que todos los peces gordos que llegaron antes.

Sin embargo, la especie de desquite de Gates fue motivo de detención. No puedo demostrar que si el pez gordo en cuestión hubiera sido un famoso y brillante profesor de Harvard que casualmente fuera blanco – por ejemplo, el asesor presidencial Larry Summers, de baja de su plaza en la universidad – el resultado hubiera sido diferente. Yo apostaría a que sí, no obstante. ¿Alguien quiere apostar?

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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